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¿Existe el «efecto llamada» en la violencia de género?

¿Existe el «efecto llamada» en la violencia de género?
Susana Gisbert es fiscal en la Audiencia Provincial de Valencia.
19/1/2016 13:44
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Actualizado: 19/1/2016 13:53
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Muchas veces me han preguntado esta misma cuestión: ¿existe el denominado “efecto llamada” en la violencia de género?. ¿Sería conveniente silenciar los crímenes machistas por el riesgo de que se produzca un fenómeno de imitación?. ¿Hay que dejar de dar repercusión a estos hechos?.

Preguntas que se encadenan unas a otras y que hacen surgir más dudas que las que sería comprensible a priori.

Y ello tanto entre profesionales, sean de la justicia o de los medios de comunicación, como entre la gente en general.

Adelantaré que, por mi parte, no albergo duda alguna. A menos en el qué. Otra cosa es el cómo, pero a ello ya me referiré más adelante.

Cada cosa a su tiempo.

Pero ninguna excusa nos puede llevar a silenciar una tragedia que ya se ha cobrado centenares de víctimas mortales –también están las otras, las que lo sufren día a día-, prácticamente las mismas en los últimos diez años que se llevó consigo en terrorismo de ETA en toda su macabra historia.

Ni las víctimas ni la sociedad se merecen un silencio que nos llevaría a épocas pasadas, cuando estos hechos no pasaban de ser crímenes pasionales que sólo acaparaban la atención de las secciones de sucesos de los diarios.

Y eso cuando lo hacían.

En honor a la verdad, no puede negarse que la simple observación nos lleva a encender las alarmas. A un asesinato le sigue otro, a veces sin solución de continuidad y con un lapso de horas.

Y ello puede llevar a la engañosa conclusión de que la atención suscitada produce un efecto imitación no demostrado.

Porque en estos hechos confluyen una serie de factores criminológicos de difícil análisis, y no se puede simplificar de ese modo la cuestión.

Desde hace mucho tiempo, antes incluso de los medios de comunicación de masas, criminólogos y forenses estudiaban un fenómeno similar respecto a los suicidios, comprobando esa repetición entre personas que ni siquiera se conocían entre sí ni habían tenido modo de conocer la noticia del suicidio anterior, por lo que poca relación podía tener con una supuesta repercusión pública que no había existido.

Por ello, podrían existir factores variados, desde medio ambientales a político criminales, que harían descartar ese efecto llamada defendido por algunos.

Al margen de ello, el mero sentido común nos puede dar algunas pistas.

Resulta cuanto menos chocante pensar que alguien que ha decidido algo tan tremendo como quitar la vida a la que es o fue su pareja, y en ocasiones incluso a los hijos y a sí mismo, lo haga porque lo ha visto en la televisión y le ha dado la idea.

Ya quisieran los medios tener ese poder. O no.

Los medios de comunicación deben usar su influencia para transmitir a las víctimas la importancia de denunciar, y concienciar a la sociedad para reprochar sin fisuras al maltratador y apoyar a esas víctimas

Pero al igual que a nadie se le ocurriría decir que no se den noticias como la de los atentados de París por temor a que alguien se le ocurre hacer algo parecido, no puede acallarse un crimen de género por temor a que salga un imitador, o varios.

Porque, volviendo al ejemplo, es más fácil que ese efecto mimético surja respecto al terrorismo yihadista o a cualquier otro crimen impregnado de fanatismo, como puede ser la homofobia, que en relación a la violencia de género, que lleva existiendo desde que el mundo es mundo.

Y, por supuesto, ni se puede ni se debe mantener silentes a los medios de comunicación al respecto. Por un lado, porque tanto la libertad de expresión como el derecho a la información del ciudadano son derechos del máximo nivel que deben ser garantizados, aun con las excepciones que la seguridad requiera.

Y por otro, tan importante o más, porque los medios de comunicación pueden realizar una función fundamental de cara a la sensibilización, la concienciación e incluso la educación, pilares sobre los que se sustenta una acción eficaz para combatir la violencia de género.

Así las cosas, una vez despejada la incógnita del qué, convendría detenerse a pensar en el cómo. Y es que ahí hay mucha tela que cortar.

Al margen de que la propia ley integral establece las pautas para el tratamiento de las informaciones referidas a violencia de género, y que prosribe todo tratamiento sexista de las informaciones, hay que ir más allá.

Y ese más allá no debe ser otro que el relativo a la función social que han de desempeñar los medios de comunicación.

Y en esta materia pueden, y deben, dar un paso importante: usar su influencia para transmitir a las víctimas la importancia de denunciar, y concienciar a la sociedad para reprochar sin fisuras al maltratador y apoyar a esas víctimas.

Que no siempre se hace. Y algo muy importante: dar noticias en positivo, mostrar cómo es posible salir del infierno del maltrato y mostrar también los medios con los que se cuenta. Porque muchas veces parece que el interés informativo decae una vez superado el momento mediático de morbo de sangre y vísceras.

¿Debemos privar a las víctimas, y a la sociedad entera de ese valioso instrumento de lucha contra la violencia de género en pro de un efecto imitación no acreditado?

La respuesta, a mi juicio, no tiene lugar a dudas. Y si alguien las tiene, baste con pensar que con una información positiva quizás estemos evitando una muerte futura.

O más.

Twitter: @gisb_sus

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