¿Por qué suelen confundirse las togas de jueces y fiscales?
Las togas de magistrados y fiscales puedan dar a confusión para los legos en justicia; esta foto es un buen ejemplo, a la izquierda el magistrado togado, Fernando Presencia, y a la derecha el fiscal jefe de Las Palmas, Guillermo García-Parnasco; prácticamente no se distinguen.

¿Por qué suelen confundirse las togas de jueces y fiscales?

Si alguna vez son seleccionados para formar parte de un jurado popular estén preparados para penetrar en un mundo nuevo, ajeno, pero que les pertenece, porque la justicia emana del pueblo y se administra por, para y en su nombre.

Y no son palabras grandilocuentes y huecas.

Son la pura verdad.

Una de las cosas que más les va a chocar son los atuendos de los profesionales de la Justicia que tomarán parte en el juicio, y específicamente el del señor o la señora juez y el del señor o señora fiscal.

¿Por qué?, se preguntarán.

Pues porque ambos llevan una toga parecida, con vuelillos o puñetas en las bocamangas y los escudos respectivos, de su especialidad, que, aunque son diferentes, para una persona que nada tiene que ver con ellos les pueden parecer iguales.

El abogado de la defensa y los abogados de la acusación popular o particular, que son abogados que actúan como fiscales privados, llevan, por su parte, una toga simple, sin ningún aditamento, aunque últimamente se está poniendo de moda que lleven el escudo del colegio de abogados respectivo.

Esto puede inducir a confusión.

Una confusión que, además, se puede acrecentar por el hecho de que el fiscal se sienta en una mesa perpendicular a la del juez y en el lugar más cercano al que ocupa este, en la mesa presidencial.

Puede ocurrir, además, que tanto el juez como el fiscal tengan cierto parecido físico, como ocurrió en una ocasión, no hace mucho, en un caso por un supuesto delito de homicidio.

El juicio transcurrió como era de esperar.

Tras la declaración del acusado desfilaron por los estrados los testigos, los peritos balísticos y psiquiatras, y se llegó a la fase de las conclusiones, después de que cada parte se ratificara en la pena solicitada.

Como bien saben ustedes, cuando el juicio toca a su fin el presidente del tribunal tiene la obligación de ofrecer al acusado la posibilidad de hacer uso de su derecho a la última palabra.

El reo puede ratificarse en lo dicho, puede cambiar su testimonio o no decir nada.

-Dispone usted del derecho a la última palabra. ¿Tiene usted algo que decir? –le dijo el juez mirándole a los ojos.

A lo que el acusado, que había abandonado el asiento que ocupaba junto a su abogado, respondió:

-Señoría. Quiero decirle a usted y a todos los presentes que lo que ha dicho su hermano, el que se sienta a su lado, ahí –dijo señalando al señor fiscal, que le miraba con cara de perplejidad – no es más que una patraña y una mentira.

La contestación del acusado, como era de esperar, sorprendió a todos los presentes, jurado incluido.

El reo simplemente había puesto en palabras una confusión que se da a veces en las personas que toman contacto, por vez primera, con la justicia, el que las togas del juez y del fiscal, por no decir las del letrado de la Administración de Justicia, se parecen mucho.

Gráfico de un juicio del Tribunal del Jurado; juez y fiscal están sentados muy cerca el uno del otro. Confilegal.

Gráfico de un juicio del Tribunal del Jurado; juez y fiscal están sentados muy cerca el uno del otro. Confilegal.

Noticias Relacionadas:
Lo último en Divulgación