«Cargar con el muerto» tenía un sentido literal en la Edad Media
En la Edad Media cargar con el muerto significaba precisamente eso. Si aparecía un cadáver en el pueblo y no se podía descubrir al asesino la comunidad debía pagar una multa. Para evitarlo, los habitantes del pueblo trasladaban el cadáver a otra localidad vecina.

«Cargar con el muerto» tenía un sentido literal en la Edad Media

Cargar con un muerto. ¿Quién no ha cargado alguna vez con un muerto en la vida, alguna vez?

Cargar con un muerto es cuando otra persona, que no es la responsable, toma sobre sus hombros la culpa por la falta o el delito cometido por otra persona diferente, ya sea de forma voluntaria o contra su voluntad.

Esto lo sabemos todos. Lo que posiblemente no se sepa es que esta frase, que vive entre nosotros desde la Edad Media, respondía a las leyes imperantes en aquella época.

En aquel entonces, y estamos hablando de hace siete siglos atrás. 

Cuando se hallaba el cadáver de una persona fallecida en circunstancias extrañas en la jurisdicción de una localidad y no se podía determinar la identidad del asesino entonces el pueblo estaba obligado a pagar una multa denominada homicidium u omecillo.

Los pueblos de la Edad Media no estaban precisamente boyantes de dinero y ni a los alcaldes ni a los pobladores les hacía mucha gracia el tener que desembolsar ni un maravedí por algo en lo que no habían tenido nada que ver.

Así que, con el fin de eludir el pago de la multa, cuando se hallaba un cuerpo sin vida en las calles, los habitantes del pueblo se daban toda la prisa del mundo por levantar el cuerpo y trasladarlo a alguna localidad vecina.

Cargar con el muerto debió de resultar una práctica muy eficaz como método para eludir la ley. También dio que pensar a nuestros antepasados, quienes no encontraron nada justo tener que cargar con muertos que no eran suyos. 

Lo mismo que ahora.

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