Vicente, el agredido, a la izquierda, y Juan Carlos, el supuesto agresor, a la derecha, durante el juicio.

Detecta a un mirón, lo intercepta, forcejean y el guardia civil es condenado a un año de cárcel y 13.788 euros

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29/1/2018 06:15
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Actualizado: 29/1/2018 11:21
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En junio de 2013 había bastante mosqueo entre los habitantes de una urbanización de la calle Letonia, en Tres Cantos, habitada, en su mayoría, por guardias civiles y policías nacionales y sus familias. Hacía varios días que un «merodeador», un desconocido, observaba con detenimiento los edificios de madrugada. Un «merodeador» de aspecto «magrebí».

En la mente de muchos de los agentes estaba muy presente los últimos atentados yihadistas en Europa.

Uno de los más preocupados era Juan Carlos, agente de la Benemérita. Por eso, la  mañana del 13 de junio, cuando comprobó, a través de la ventana de su casa, que el «merodeador» había vuelto a aparecer frente a la urbanización llamó a la Guardia Civil para avisarles y a continuación bajó armado a hablar con él.

Lo normal es que cualquier ciudadano, cuando un agente de la autoridad le aborda, le pregunta lo que está haciendo en el lugar en que se encuentra y le pida la documentación, pues le responda educadamente y me muestre el DNI.

Pero las cosas, en este caso, no sucedieron así.

Una vez que Juan Carlos se identificó con la placa como guardia civil, le preguntó que estaba haciendo allí y le pidió su documento nacional de identidad, el otro le respondió «tú no eres nadie».

A lo que el agente contestó: «ahora vienen los uniformados; les acabo de avisar».

El «merodeador», entonces, se puso muy nervioso, trató de salir corriendo y en ese proceso arrolló al guardia civil. Los dos cayeron al suelo.

El sujeto se puso de pie y emprendió la huida.

El guardia civil le persiguió. Se abalanzó sobre él, dándole alcance. Volvieron a caer al suelo.

Forcejearon y logro zafarse de nuevo, emprendiendo carrera hacia una obra cercana, con la camisa rasgada, donde, al parecer trabajaba, para refugiarse.

Minutos después llegó la patrulla de la Guardia Civil a la que Juan Carlos había avisado; un hombre y una mujer, que interrogaron al sujeto.

QUIÉN ERA EL «MERODEADOR

De la investigación consiguiente afloró que Vicente, «el merodeador», no era tal sino un obrero que, además, era ornitólogo federado.

El lugar donde se encuentra la urbanización es en las afueras de Tres Cantos. En medio del campo, donde habitan todo tipo de aves.

Por su afición, llegaba media hora antes  de comenzar a trabajar para observar a los pájaros.

Sobre las 7.30 de la mañana.

Esa actitud de observación confundió al agente y a la mayor parte de sus compañeros que habitaban en la urbanización.

El forcejeo con el guardia civil le provocó al obrero ornitólogo una fractura de la mano, un traumatismo costal y un trastorno de estrés postraumárico que precisaron tratamiento médico, lo cual requirió que le enyesaran la mano. Asimismo, recibió ayuda psiquiátrica y estuvo de baja 65 días.

Juan Carlos tuvo que responder por un delito de lesiones ante el Juzgado de lo Penal 20 de Madrid.

Fue condenado a un año de prisión y a pagar a Vicente 7.750 euros por las lesiones sufridas, 6.000 euros por las secuelas y 38 euros por la ropa desgarrada, todo producto del forcejeo. Total: 13.788 euros.

La fiscal y el magistrado lo vieron claro.

Lo que no quedó tan claro, cuenta el abogado del Guardia Civil, José María Garzón, es porqué Vicente no quiso responder a las preguntas de un agente de la autoridad que le inquirió -dentro de un clima de sospechas generalizadas por los atentados yihadistas- sobre lo qué estaba haciendo frente a su casa, y a la de decenas de policías y guardias civiles, y que le pidió la documentación tras identificarse con su placa oficial y avanzarle que una patrulla de la Guardia Civil estaba en camino.

Y porqué prefirió salir huyendo, como alguien que tenía algo grave que ocultar.

Fuentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado consultadas han mostrado su preocupación por esta sentencia. Porque quizá la próxima vez no pregunten, ni pidan la identificación. Y quizá esa próxima vez no sea un obrero ornitólogo sino un verdadero terrorista yihadista.

«Sentencias como esta desincentivan nuestro celo profesional», afirman.

El mundo al revés.

El agente de la Guardia Civil recurrió la sentencia en apelación ante la Audiencia Provincial de Madrid.

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