Paul Joseph Goebbels dirigió el Ministerio de Educación Popular y Propaganda, una cartera que fue creada por Adolf Hitler a su llegada al poder en 1933.
Antes había sido el director de Comunicación del Partido Nacional-Socialista y arquitecto, en gran medida, del ascenso al poder de quien después fue conocido después como el «führer» (guía, líder o conductor).
Y desde ese puesto desarrolló los 11 principios de la propaganda nazi que operaron con gran eficacia. Son principios que habitan en la mayor parte de las «fake news» que hoy circulan por las redes.
Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
“Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.
“La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.