Pascual Ortuño, magistrado y mediador: «Una demanda es una declaración de guerra”
Ortuño está destinado en la Sección 12 de la Audiencia Provincial de Barcelona, especializada en derechos de la persona y de la familia, fue vicepresidente de GEMME (Grupo Europeo de Magistrados por la Mediación)-Europa y director de la Escuela Judicial del Consejo General del Poder Judicial.

Pascual Ortuño, magistrado y mediador: «Una demanda es una declaración de guerra”

Acaba de publicar el libro "Justicia sin jueces, métodos alternativos a la justicia tradicional"
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20/10/2018 06:15
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Actualizado: 20/10/2018 09:40
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El magistrado Pascual Ortuño Muñoz, de 67 años, es un convencido de los métodos alternativos a la solución de conflictos. Desde GEMME (Grupo Europeo de Magistrados por la Mediación)-Europa, cuya vicepresidencia ocupó entre 2012 y 2016, se empleó a fondo en la comunicación de la buena nueva entre sus compañeros jueces.

Porque cree con firmeza que existen soluciones para la Justicia y que una de ellas pasa por la mediación, como eje central de la apuesta.

Y así se lo hizo saber a las promociones que pasaron por la Escuela Judicial que el órgano de gobierno de los jueces tiene en Barcelona entre 2009 a 2011, el periodo en el que fue su director.

Actualmente destinado en la Sección 12 de la Audiencia Provincial de Barcelona, especializada en derechos de la persona y de la familia, ejerce como profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona, impartiendo la asignatura de Resolución Alternativa de Conflictos.

Era cuestión de tiempo que la confluencia de sus amplios conocimientos, sus experiencias y su actividad docente diera a luz un libro, que se ha titulado «Justicia sin jueces, métodos alternativos a la Justicia tradicional».

Su contenido invita a repensar el modelo de justicia en el que vivimos.

¿De dónde cree usted que proviene la judicialización de la vida española?

La tradición autoritaria de este país data del siglo XVIII de donde proviene la idea de que cuando alguien tiene un conflicto o problema relacional, social o político, quien lo podía solucionar era una figura de autoridad, cuando en realidad en la resolución esta la en la capacidad de negociación de las personas, en buscar soluciones, compromisos y entendimiento y no en que un ser supuestamente superior imponga una decisión que pocas veces será una verdadera solución.

¿Y la crispación?

La crispación se produce porque determinados elementos de cohesión social, esos vínculos sociales como la religión, la familia, la autoridad moral de determinadas personas han desaparecido en este siglo XXI.

Anteriormente siempre había en todas las ciudades y los pueblos unos elementos de cohesión, buena gente, gente de prestigio como un profesor de matemáticas que tuve y que daba consejos, la gente acudía a él.

Ahora sin embargo la sociedad es más individualista y nos falta cultura de diálogo bien entendido, en busca de consenso y de ahí se deriva el egoísmo de salirme con la mía, de que mi criterio es el  que tiene que prevalecer, porque yo lo sé todo y no escucho a los demás.

¿Es una característica muy española?

No es sólo español, sucede en todos los lugares.

En Italia, por ejemplo, en los Institutos se estudia fundamentos de derecho y de convivencia, y aquí con ese complejo derivado de los tiempos de la Formación del Espíritu Nacional no nos hemos podido poner de acuerdo para que se imparta estas materias, como si hacerlo fuera ideologizar a la juventud.

Parece que gusta más el enfrentamiento que la negociación.

Aquí debo destacar que el papel de la abogacía ha cambiado mucho desde finales del siglo pasado. Yo he vivido una abogacía colaborativa, y antes de ir al juzgado se agotaban todas las posibilidades, se intentaban encontrar vías de consenso.

No se debe ver como una debilidad el afán de negociar.

Yo recuerdo cuando desde Murcia íbamos a un juicio a la Audiencia Territorial, que estaba en Albacete, acudíamos los dos abogados de las dos partes en el mismo coche, sin problema ninguno, charlando, y luego el que ganaba el juicio, pues pagaba la comida.

Todo eso se ha perdido porque ahora el abogado ve en el pleito una oportunidad económica mayor.

Pascual Ortuño fue director de la Escuela Judicial del órgano de gobierno de los jueces desde  2009 a 2011, periodo en el que apoyó la formación de los alumnos en la mediación y el arbitraje.

¿Los abogados echan leña al fuego?

A veces veo que el enfrentamiento y la crispación está más entre los abogados que entre sus clientes, cuando el abogado tiene como obligación consensuar, pero actualmente no se estudia ni una sola hora de negociación, sólo en la universidad Pompeu Fabra hay una asignatura obligatoria y troncal.

Ahora tenemos una experiencia piloto de mediación en la Audiencia de Barcelona, y veo con sorpresa que los abogados llegan sin haber hablado antes entre ellos, no han buscado el diálogo, cuando con un pequeño empuje hacia ello se están llegando a muchos acuerdos.

¿La confrontación legal no es  buena vía para resolver conflictos?

Es que la demanda es una declaración de guerra donde hay que echar toda la carne en el asador y en consecuencia se lanza el impulso de la espiral del conflicto, que va aumentando como una bola de nieve. Por eso yo insisto en que hay que agotar todas las posibilidades antes de llegar a la demanda.

En el mundo anglosajón, por ejemplo, la actividad más importante de los despachos de abogados es la negociación.

Cuando se plantean las cosas pedir una condena para el otro, todo el lenguaje se vuelve militar, bélico y agresivo.

¿”Pleitos tengas y los ganes”?

No hay ningún pleito que se gane realmente.

Yo comparo mucho la justicia con la medicina y el tribunal es el quirófano.

Cuando a uno le duele el estómago hay muchas cosas que se pueden hacer antes de entrar directamente en el quirófano.

En el mundo de los conflictos sin embargo, lo vemos día a día, el enfrentamiento, el “te mando a mis abogados” es un arma arrojadiza en vez de ser un elemento de cohesión.

¿Cree que son siempre posibles la cordialidad y respeto?

Hay temas negociables y otros que no lo son en absoluto, lo que sostengo es que sólo un 15 por ciento de los casos que llegan al juzgado son de verdadera confrontación donde no hay más remedio que llegar a la batalla legal en el tribunal.

El resto pueden ser objeto de mediación.

Un caso muy claro son las reclamaciones de cantidad.

En el tema de las hipotecas es una locura ir a los tribunales porque se tiene la deuda reconocida y garantizada, luego ¿por qué no intentar una negociación?

Hay que tener en cuenta que la mayor parte de las veces si no se ha pagado es porque no se ha podido, luego lo lógico es renegociar la deuda.

Lo que pasa es que económicamente es más interesante demandar porque al interponer demanda de ejecución hipotecaria se generan intereses y costas y para los abogados es un acicate en contra de la negociación.

El boom de ejecuciones hipotecarias no existe en otros países porque exigen que demuestren ante el juzgado que se ha intentado negociar.

Económicamente es más interesante demandar porque al interponer demanda de ejecución hipotecaria se generan intereses y costas y para los abogados es un acicate en contra de la negociación

Como juez habrá visto de todo, pero ¿qué le ha impulsado a escribir esta obra?

He querido recoger mi experiencia durante muchos años, yo terminé la carrera en 1974 y muy pronto conocí los métodos alternativos, concretamente desde 1983  en la arqueología de la medicación.

Estudié mucho estar materias, la solución de conflictos y la mediación aunque era un poco como luchar contra un muro.

Ahora veo que mi vida profesional y universitaria toca a su fin -porque hay que dar paso a los jóvenes-, y en la Pompeu Fabra me lo pidieron.

El libro contiene las clases que he impartido, esa fue la idea matriz.

Yo practicaba el método del caso práctico en cada clase y he recogido todos esos casos en el libro.

¿Cuáles recuerda más vivamente?

Hay casos más graciosos, otros más entrañables, especialmente el de una niña con síndrome de Down cuyos padres estaban muy separados y muy beligerantes respecto a la patria potestad y que cuando alcanzó la mayoría de edad, con la mediación se consiguió la custodia compartida.

Para mí fue una satisfacción enorme.

En el plano económico el caso de una empresa montada con gran ilusión y entusiasmo que por una fatalidad como es una epidemia de vacas, se ve en la bancarrota y a través de la mediación ves que se salvan la empresa, los créditos y los puestos de trabajo y se evita la pura y dura liquidación, también es una gran satisfacción.

Sobre estas líneas, la portada del libro publicado por Pascual Ortuño; el del centro es el color original.

¿Son los conflictos familiares los peores enfrentamientos?

Efectivamente, porque en ellos interviene el factor emocional, pero creo que en este sentido se está incrementando mucho el mutuo acuerdo porque la abogacía también está adquiriendo habilidades de mediación.

Un abogado que aconseja bien, que hace que reflexionen en vez de enfrentarse, un abogado bombero frente a un abogado pirómano que te empuja y te enciende puede evitar que una familia esté años enfrentada.

Cuando veo niños muy agobiados por la lucha de los padres, amargados y al borde del suicidio, les aconsejo que se aficionen a la astrología, que el universo es muy grande y que lo importante es que ellos encuentran su sitio en él porque lo que les pasa ahora no es tan importante como parece, tienen toda la vida por delante.

En qué casos no está indicada la mediación?

Cuando hay una parte que no es honesta, entonces no puedes negociar, o cuando hay problemas de tipo ético y, claro, cuando no es necesario.

Como yo les decía a mis alumnos: si tú te peleas con tu novio y le dejas por otro, con el antiguo no tienes nada que negociar.

Pero si te dio el rosario de su madre, entonces sí tendréis que negociar la devolución.

¿Cuáles son las virtudes del mediador?

Lo primero gran capacidad de analizar los conflictos, ver dónde está la raíz del problema y la estructura del conflicto, la lucha de poder, los intereses ocultos de las partes… es como un iceberg, se ve únicamente una parte, los intereses reales están por debajo. Sabes escuchar, comprender las posiciones y tener capacidad de reflexionar son cualidades imprescindibles.

Todas las negociaciones asistidas son un proceso de racionalización que permiten ver la solución rápidamente, sin que interfieran la avaricia, o el ansia de venganza u otros intereses y pasiones.

¿Aconseja?

Nunca, es un elemento de conexión entre las partes, un especialista en comunicación.

La primera cualidad es saber escuchar que es el 90 por ciento y el resto hablar.

Ahora nadie se escucha, se ve en la política, que mientras uno habla el otro no le escucha, sólo piensa en la barbaridad que le va a contestar.

El mediador pregunta el ‘para qué’, no el ‘por qué’ que es una pregunta que siempre despierta los bajos instintos.

El ‘para qué’ te sirve, sin embargo, es una proyección hacia el futuro.

El mediador se coloca como espectador cualificado y aclara a las partes, pregunta, hace reflexionar, persigue la solución, guiando en el camino del entendimiento.

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