Nelson Mandela utilizó el juicio en el que fue condenado para combatir mediáticamente el apartheit

Nelson Mandela utilizó el juicio en el que fue condenado para combatir mediáticamente el apartheit

Fue el 20 de abril de 1964

«He dedicado toda mi vida a la lucha del pueblo africano. He combatido la dominación blanca y he combatido la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todos vivan en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero ver realizado. Pero, si es necesario, es un ideal por el que estoy preparado para morir».

Con estas palabras terminó Nelson Mandela su propio alegato en defensa propia al comienzo del conocido como el juicio de Rivonia.

Cosa lógica porque Madiva -como también se le conocía- era abogado y tenía tablas en los tribunales de justicia. Aquel proceso fue un hito legal que avanzaría el final del apartheid y el comienzo de una nueva Sudáfrica.

El apartheid fue el sistema de segregación racial que imperaba en ese país.

Consistía en la existencia de lugares separados, tanto habitacionales como de estudio o de recreo, para los diferentes grupos raciales; los matrimonios mixtos estaban prohibidos igual que las relacions sexuales entre blancos y negros.

Sólo los blancos detentaban el poder y podían votar.

DÍA INTERNACIONAL DE NELSON MANDELA

El pasado 18 de julio se conmemoró el Día Internacional de Nelson Mandela coincidente con la fecha de su nacimiento hace ahora  un siglo.

El futuro Premio Nobel de la Paz habría de pasar los 27 años siguientes a ese juicio en prisión, condenado a cadena perpetua por los delitos de . Una circunstancia que el líder sudafricano estaba dispuesto a afrontar todo por su gente y por el país en el que quería vivir.

Con su determinación, valentía y orgullo demostró al mundo entero su talla como líder y como hombre de Estado.

Mandela era miembro del Congreso Nacional Africano (CNA) y de lo que se consideraba su brazo armado: el Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nacional). Fue detenido en agosto de 1962.

Era el hombre más buscado por la policía sudafricana. Hasta la noche del 5 de agosto de 1962, cuando su viejo Austin fue interceptado por la policía en la carretera R103 a la altura del pueblo de Cedara, cerca de la ciudad de Howick, en dirección hacia Johanesburgo. Tenía 44 años.

El juicio de Rivonia comenzó el 9 de octubre de 1963.

Todos los acusados en el juicio de Rivona; Mandela es el primero por la izquierda.

Las acusaciones fueron extremadamente graves graves: sabotaje e intento de provocar una revolución violenta en Sudáfrica mediante una conspiración de personas y organizaciones prohibidas y de ayudar a unidades militares de países extranjeros.

Además de Mandela, fueron también acusados sus compañeros Walter Sisulu, Govan Mbeki, Raymond Mhlaba, Andrew Mlangeni, Elias Motsoaledi, Ahmed Kathrada, Billy Nair, Denis Goldberg, ingeniero de Ciudad del Cabo y líder del Congreso de Demócratas, Lionel «Rusty» Bernstein, arquitecto y miembro del Partido Comunista Sudafricano, Bob Hepple, Arthur Goldreich, Harold Wolpe, destacado abogado y activista y James «Jimmy» Kantor, cuñado de Harold Wolpe.

Las organizaciones prohibidas eran el Congreso Nacional Africano (CNA), presidido por Mandela, el Umkhonto we Sizwe y el Partido Comunista.

La acusación procedía  del propio Estado, a través del fiscal Percy Yutar, y los acusados pertenecían al llamado Alto Mando Nacional del Umkhonto we Sizwe.

La defensa estuvo a cargo del abogado Bram Fisher.

COBERTURA INTERNACIONAL

Presidía el tribunal el juez Quartus de Wet.

No nos defenderíamos en el sentido legal, sino en el sentido moral. Para nosotros el juicio era una continuación de la lucha por otros medios

Nelson Mandela se declaró inocente.

“Señoría -dijo dirigiéndose al juez-. No yo, sino el Gobierno es el que debe estar en el banquillo. Me declaro no culpable».

La cobertura del juicio de Rivonia en los medios nacionales e internacionales fue significativa. Se convirtió en un potente altavoz internacional que llamó la atención del mundo entero sobre un régimen racista y segregacionista que imponía su poder por medio de la fuerza bruta.

Nelson Mandela a principios de los años 60.

El juicio fue seguido por todo el mundo.

Desde ese momento, las presiones sobre Sudáfrica fueron in crescendo a lo largo de los siguientes años.

Naciones Unidas apeló ante el gobierno sudafricano contra la sentencia de pena de muerte, que muchos esperaban.

Estas presiones y la pericia del abogado defensor evitaron el máximo castigo y el desenlace fatídico.

Mandela convenció a Fisher para hablar desde el banquillo.

En su biografía, escrita 30 años después, siendo presidente de Sudáfrica, recuerda: «Pretendíamos utilizar la causa no para poner a prueba la ley, sino como plataforma de la difusión de nuestras ideas. No nos preocupaba salir bien librados o reducir nuestra condena, sino hacer que el juicio fortaleciera la causa por la que todos luchábamos, fuera cual fuera el precio que tuviéramos que pagar. No nos defenderíamos en el sentido legal, sino en el sentido moral. Para nosotros el juicio era una continuación de la lucha por otros medios».

La inolvidable intervención de Mandela en el juicio se produjo el 20 de abril de 1964.

Tenía poco más de 45 años y era muy consciente del riesgo que corría.

Su abogado le había desaconsejado que hablara, pero Mandela preparó su intervención en la cárcel y se mostró inflexible.

No cambiaría ni una coma de su discurso.

Y así lo hizo.

Tras admitir que fue una de las personas que ayudó a formar el Umkhonto we Sizwe y que jugó un papel importante en su trayectoria hasta que fue detenido, negó que la lucha en Sudáfrica estuviera bajo la influencia de extranjeros y de comunistas.

Nosotros, los miembros del CNA, siempre hemos defendido una democracia no racista, y hemos rehuido toda medida que pudiera separar aún más de lo que ya lo están a las diferentes razas. Pero el hecho es que 50 años de pacifismo sólo han conseguido para el pueblo africano una legislación aún más represiva y una reducción cada vez mayor de sus derechos», dijo.

«Tal vez a este tribunal no le resulte fácil comprenderlo, pero es un hecho que la gente lleva mucho tiempo hablando del camino de la violencia, del día en que entraríamos en combate contra el hombre blanco y recuperaríamos nuestra tierra. Y aun así, nosotros, los líderes del CNA, habíamos conseguido que prevaleciera la idea de que era necesario evitar la violencia y recurrir a medios pacíficos”.

CADENA PERPETUA

El que luego fuera el presidente de Sudáfrica fue condenado el 12 de junio de 1964 a cadena perpetua y confinado en prisión.

Estuvo 27 años preso. Hasta que fue liberado, el 11 de febrero de 1990.

Durante ese tiempo, el recluso número 46.464, se convirtió en el prisionero más famoso del mundo.

Otros ocho de sus compañeros fueron condenados también a cadena perpetua.

El juez Wet sentenció: «He decidido no imponer la pena suprema. La sentencia en el caso de todos los acusados ​​será una de cadena perpetua».

Nelson Mandela se volvió hacia sus partidarios, que atestaban la sala, con el pulgar hacia arriba.

Un día después ingresó en la prisión de Robben Island, frente a Ciudad del Cabo, junto con Sisulu y Govan Mbeki.

Hasta 1990, en que fue liberado.

Cuatro años después se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica.

Vista exterior de la prisión de la Isla de Robben; la ventana abierta era la celda de Mandela.

Imagen de la celda en la que pasó la mayor parte de los 27 años de cárcel Nelson Mandela.

El paso de Mandela por ese centro penitenciario convirtió después al establecimiento en un símbolo contra la anomalía histórica del apartheit, un centro que visitan miles de personas cada año, de la misma forma que ciudadanos de toda Europa lo hacen con el concentración nazi de Auschwitz, en Polonia. Para tener muy presente que eso no puede volver a repetirse jamás.

EL RUGBY COMO MEDIO PARA UNIR A UNA NACIÓN

Un centro que visitó la selección de rugby nacional de Sudáfrica, los «springboks», en 1995 en las semanas previas a la celebración de Copa del Mundo, que organizó ese país. Los «springboks» eran vistos por la mayoría negra como un símbolo de la supremacía blanca y del desaparecido apartheit.

Hacía un año que Madiva había sido elegido presidente de Sudáfrica. Quiso que todo el equipo conociera su historia, lo que había padecido hasta conseguir una nueva nación democrática, con igualdad entre todas las razas.

Y también les comunicó su objetivo, en el que contó con el apoyo del capitán de los «springboks», François Pienaar: ganar la Copa Mundial, para unir e inspirar a la nueva nación.

Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela y Matt Damon en el del capitán sudafricano de los «springboks», François Pienaar, recreando la Copa del Mundo de rugby que gano esa selección en 1995 en la película «Invictus». Warner Bros.

Una historia que cuenta muy bien el periodista británico John Carlin en su libro «El factor humano» y que luego Clint Eastwood convirtió en una película memorable bajo el título de «Invictus», con Morgan Freeman en el papel de Mandela y Matt Damon en el de Pienaar.

El día de la final, que se jugó en el estadio Ellis Park -el mismo en el que España ganó su Copa del Mundo de fútbol en 2010-, Mandela apareció vestido con la camisa verde de los «springboks» y una gorra de la selección saludando a la gente.

Fue un gesto muy valiente.

Como si Felipe González se hubiera puesto una camisa azul falangista públicamente a los pocos meses de ser elegido presidente del Gobierno de España, en 1982.

Aquel día los «springboks», apoyados por blancos y negros, ganaron a la poderosa Nueva Zelanda. Fue una victoria histórica. Todo un país latiendo con un solo corazón y estallando en alegría con el resultado.

Mandela consiguió inspirar, de esa forma, a sus compatriotas. Puso la primera piedra hacia la construcción de una nueva nación democrática en la que negros, blancos y mestizos, iguales en derechos y en deberes pudieran vivir en paz. Tal como había declarado en el juicio.

El resto es historia. La conquista de un objetivo por el que estuvo dispuesto, incluso, a entregar su propia vida.

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