La casación y el bolero cubano

La casación y el bolero cubano

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16/3/2015 00:00
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Actualizado: 16/3/2015 00:00
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Pablo Franquet. Asociado del departamento de Litigación Bancaria de JAUSAS

“Quizás, quizás, quizás” es un viejo bolero del compositor cubano Osvaldo Farrés. La belleza de esta canción popular radica en la sencillez de su cadencia y su letra. Cuenta la leyenda de La Habana que el artista se inspiró en las largas que daba la hermosa Juanita Gómez a un pretendiente que insistía en sacarla a bailar. Esta escena debía repetirse de vez en cuando en las tertulias de la casona de Villa Manuela y era motivo de muchos chascarrillos entre los artistas que se juntaban a pasar la tarde. En la canción original, una voz quejosa de amante rechazado desgrana poco a poco su melancolía:

Siempre que te pregunto,
Qué, cuándo, cómo y dónde,
Tú siempre me respondes;
Quizás, quizás, quizás.

Y así pasan los días,
Y yo, yo desesperando,
Y tú, tú contestando;
Quizás, quizás, quizás.

Por extraño que parezca, este bolero me vino a la cabeza hace unas pocas semanas, cuando el ministro Rafael Catalá expuso el nuevo proyecto de ley para reformar la Ley de Enjuiciamiento Civil. Desgranaba poco a poco la novedad legislativa. Sorprendentemente, en el nuevo proyecto no hay ni una sola palabra sobre la reforma del recurso de casación que se contenía en el texto de Alberto Ruiz Gallardón.

La reforma de la casación civil se ha quedado de nuevo en el tintero. En el cajón de las letras muertas. La misión del recurso de casación es uniformar el Derecho y asegurar su aplicación igual para todos. Está llamado a las cotas más altas. Sin embargo, su actual regulación no está a la altura de su finalidad. Está lastrado por una regulación fallida desde su inicio en el año 2000. Nunca se ha llegado a implementar el sistema de doble recurso mediante el cual la casación corresponde al Tribunal Supremo y la infracción procesal a los Tribunales Superiores de Justicia. Quince años después, todavía no se ha legislado para que los TSJ puedan asumir las competencias que les reconoce la ley.

Como en un mundo al revés, la arquitectura legal de la casación está invertida. El abogado que quiera interponer este recurso debe acudir primero al Acuerdo de Sala del 2011 (que no es normativo, pero ya es doctrina jurisprudencial), luego a la Disposición Final 16ª y, por último, a la propia regulación de la Ley de Enjuiciamiento Civil. Éste es el desorden establecido. Auto-regulación, remiendos y parches provisionales con vocación de permanencia.

La reforma ideada por Gallardón introducía modificaciones estructurales. En primer lugar, pasábamos a un sistema de recurso único ante el Tribunal Supremo. La casación iba a servir para denunciar las infracciones de normas sustantivas y procesales. En segundo lugar, se universalizaba el interés casacional como causa para acceder al Supremo. Se eliminaban, por tanto, los motivos de cuantía y vulneración de derechos fundamentales. En tercer lugar, se creaba el concepto de “jurisprudencia vinculante”, que podía redefinir el sistema de fuentes del Derecho. Así, estaba previsto que las sentencias del Supremo destacasen unos pasajes para sintetizar la doctrina de la Sala y que pudieran ser publicados en el BOE. Finalmente, se introducía la figura del “cupo”. Por medio de este mecanismo, el Alto Tribunal podía decidir cada año el número máximo de recursos que admitiría a trámite, con los agravios comparativos que ello podía provocar.

Como se ve, la reforma original tenía sus luces y sus sombras, como un atardecer en La Habana. Sin embargo, parece que Rafael Catalá ha preferido soltar lastre discretamente y evitar debates de calado que pudieran entorpecer la aprobación del proyecto de ley antes del final de la legislatura.

En medio de las reformas anunciadas y olvidadas, la vida sigue su curso. La justicia del Supremo sigue abriéndose camino, lánguidamente, en medio de una regulación desvencijada como la casona de Villa Manuela. Y mientras, nosotros seguimos deshojando la  margarita: ¿llegará algún día la reforma de la casación?

Y así pasan los días,
Y yo, yo desesperando,
Y tú, tú contestando;
Quizás, quizás, quizás.

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