Quico Tomás-Valiente y Paco Pardo: «No se puede aplicar la Ley como si fuera dos más dos»

Quico Tomás-Valiente y Paco Pardo: «No se puede aplicar la Ley como si fuera dos más dos»

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11/5/2015 00:00
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Actualizado: 11/5/2015 00:00
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En el libro “La justicia y sus puñetas”, Quico-Tomás-Valiente y Paco Pardo nos narran, desde la crítica y la ironía, cómo algunas de las resoluciones judiciales que dictan sus señorías, los jueces, se desvían de los rectos caminos de la justicia, considerándose injustas o auténticos disparates. Pese a todo, ellos, como periodistas de tribunales, reafirman su confianza en la justicia.

TEXTO E IMAGEN: YOLANDA RODRÍGUEZ Y CARLOS BERBELL

Los periodistas de tribunales, Quico Tomás-Valiente y Paco Pardo recogen en su libro ‘La Justicia y sus puñetas. Nueva antología del disparate judicial’ (Plaza&Janés), algunas de las sentencias más increíbles, las resoluciones y las actuaciones más disparatadas e increibles dictadas por los jueces españoles en el presente siglo. 

Son dos periodistas avezados en el mundo judicial. Llevan años cubriendo la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y el órgano de gobierno de los jueces. Conocen, prácticamente, todos su recovecos. Por ello, con este libro, pretenden hacer una dura crítica a los jueces prevaricadores, “vaguetes, graciosillos, arbitrarios, irrespetuosos con el justiciable, intolerantes, homófobos,…”.

Quieren, en definitiva, y como aseguran en su prólogo de su libro quieren «mandar a hacer puñetas muchas sentencia», que «en muchos casos han contribuído al fracaso de la respuesta judicial al ciudadano».

Una frase que nos ha impactado por su crudeza es que afirmáis que «todos somos iguales ante la ley, en teoría; en la práctica, ni de coña». ¿Pensáis que la justicia es una lotería?

P.P.: No. La justicia no son matemáticas es más bien literatura y filosofía. Es muy subjetiva. No se puede aplicar la Ley como si fuera dos más dos. Aquí entra el criterio y el sentido común del juez.

Quico Tomás-Valiente (Q.T.V): No. Nosotros creemos en la justicia.

Paco Pardo (P.P): La lotería nunca nos ha tocado. Y la justicia sí.

Q.T.V.: Yo, sin ir más lejos tengo antecedentes penales. Bueno (risas), ya han cumplido.

Respecto a la “doctrina Botín”, que estableció el Tribunal Supremo en 2007, afirmáis que no es para todo el mundo. Y ponéis como ejemplo, que ese mismo Tribunal, un año más tarde modificó el criterio y decidió que se podía proceder contra varias personas con el impulso único de la acusación popular, me refiero al Caso Atutxa.

Q.T.V.: Claro, por eso decimos que la “doctrina Botín” no es para todo el mundo. Lo que se debatió en las dos decisiones es qué papel debe tener o no, en el principio acusatorio, la acusación popular. Y aquí se vio que en caso de Emilio Botín no podía ir adelante el asunto, mientras que en el caso del ex presidente del Parlamento vasco Juan María Atutxa sí.

Se trata de una jurisprudencia establecida por el Tribunal Supremo que, ya desde un principio, dejó en la ciudadanía la impresión de estar diseñada para un solo individuo, para esa persona que, efectivamente le dio nombre: Emilio Botín, presidente del Banco Santander, tristemente fallecido.

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¿Y en el caso de la Infanta, qué pasará?

Q.T.V.: Veremos. Habrá que esperar la decisión de la Sala. Se puede dar una tercera doctrina. Nosotros no queremos especular, todo lo que hacemos es con papeles por delante.

En el capítulo “la justicia funciona”, hacéis un breve recorrido por personajes famosos que han acabado en los tribunales y condenados como Lola Flores, Ana Torroja, y otros en prisión, como Julián Muñoz, la Pantoja, Ortega Cano, …

Q.T.V.: Ortega Cano, mataor al volante. (Risas)  

P.P.: Parece ser que ha habido un punto de inflexión. Antes nadie podía pensar que entrara la Pantoja en prisión, sin embargo, ahora sí. Estos casos devuelven la confianza en la justicia, porque han demostrado que también los famosos pueden ir a la cárcel, aunque sus penas fueran pequeñas, pero los jueces han tenido sensibilidad social para determinar que ya no valen algunos usos antiguos que evitaban la prisión para condenados a penas menores y sin antecedentes. Creemos que ahí ha tenido mucho que ver la sensación de hastío de la sociedad, en general, contra los delitos de corrupción.

¿Quieres decir que las artimañas legales que utilizan algunos abogados no siempre funcionan?

P.P.: No siempre. Depende mucho de la Sala, del tribunal.

Habláis de un tema que está muy de moda, como son las filtraciones, los sumarios públicos… Aseguráis que todos filtran, especialmente los abogados, aunque también aludís a algunos jueces, etc… Ponéis varios ejemplos, como el caso Bárcenas, el de la pequeña Asunta, los correos de Blesa o el famoso video de la Infanta declarando.

Q.T.V.: La función del periodista es encontrar fuentes de información y contar la noticia. No hace mucho que se ha producido una primicia por parte de la Agencia EFE, que ha provocado un gran escándalo. Creo que ha sido más un escándalo por el interés de cubrir el error de la Sala de lo Penal del Supremo en tardar en dar una orden de detención en el caso Plazaola que otra cosa.

Pero eso no es una filtración en sí, al menos como se entiende desde el periodismo.

Q.T.V.: No era una filtración. Es adelantar una noticia. Es una primicia, una exclusiva.

También hay filtraciones de sumarios que están secretos, que aparecen sistemáticamente publicados en un único medio, que es muy crítico con los implicados. Hay una alianza sospechosa entre el juez, -porque no puede estar habiendo constantemente filtraciones de un mismo juzgado- y el periodista. Filtraciones hay.

P.P.: Nosotros es que nos hemos criado en los tribunales donde no había gabinetes de prensa, donde el contacto lo tenías directamente con las fuentes: jueces, fiscales, secretarios, funcionarios… Ese es el auténtico periodismo de tribunales. Lo de canalizar todo a través de los gabinetes de prensa puede tener su doble filo.

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«LA JUSTICIA NO ES UN CACHONDEO», COMO DECÍA AQUEL POLÍTICO AHORA CONDENADO

Aseguráis que “la justicia no es un cachondeo”, como decía aquel político ahora condenado. Sin embargo, mantenéis también “que a veces está muy cerca de serlo”. Me refiero a algunas sentencias que exponéis como la de un homosexual que solicita traer a su novio desde África para demostrarlo.

Q.T.V.: Hay sentencias que parecen absurdas o pueden resultar llamativas pero no lo son. Hay una sentencia curiosa que termina demostrando su homosexualidad delante del tribunal. Idriss solicitó poder demostrar ante la Audiencia Nacional que era homosexual y por eso había sido perseguido en un país africano y, por tanto, ser merecedor de asilo.

Para poderlo demostrar llamó como prueba a su novio, que estaba en África siendo perseguido. Pidió que lo trajeran aquí. La Audiencia dijo que nones, pero el Supremo dijo que debían concederle esa prueba que había pedido para ofrecerle una tutela judicial efectiva y el mejor derecho a la defensa.

Al final consiguió traer a su novio para demostrar que era gay. Parece absurdo pero si la prueba es el testimonio de su novio y este dice que sí, rebátelo.

P.P.: En este caso no se realizó una prueba pericial. (Risas).

Otro caso ridículo, que ya abordábais en vuestro primer libro «Antología del disparate judicial» (2001) es el llamado «El padre que lo parió: el desenlace». Nos ha sorprendido por lo ridículo de la sentencia inicial, corregida por el Supremo. ¿Cómo se puede condenar a un padre de abusar de su hijo de 4 años y al mismo tiempo asegurar que “era un padre cariñoso”? 

P.P.: Sí, es el caso de “El padre que lo parió” llamó mucho la atención porque la Audiencia, en instancia, no solo condenó a este padre por abusos a su hijo, sino que, a continuación suspendió la pena y pidió el indulto por buena conducta. Nadie entendió esta petición y años después el Tribunal Supremo le condenó después de varios recursos. El padre de la criatura llegó a alegar tener un micropene por lo que no pudo violar al menor. Incluso el niño –ya mayor de edad- hizo una declaración diciendo que su padre no había abusado de él. Menos mal que el Supremo puso algo de cordura.

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Poniéndonos un poco más serios, analizáis un caso increible donde un albañil sufre un accidente laboral y queda tetrapléjico. En primera instancia le dan la razón y le indemnizan con 381.548 euros, pero luego la Audiencia de Barcelona se la quita en apelación por negligencia.

P.P.: Ese caso fue muy llamativo y muy triste. Resulta increíble que el trabajador fuera culpable al cien por cien de esa negligencia laboral como dictaminó la Audiencia de Barcelona que anuló la indemnización y le acusó de ser el responsable último del accidente “por actuar de forma imprudente y no adoptar las medidas de seguridad necesarias”. Y ahí se quedó la cosa.

“Un auténtico disparate” en opinión de ilustre Manuel Jiménez de Parga. Incluso desde el Ministerio de Trabajo se intentó ayudar a este hombre para que recibiera la mayor pensión posible. Aquí, por lo menos, la responsabilidad era del arquitecto, del constructor y del propio trabajador. Nunca de él solo. Es una caso muy triste, y en el ámbito laboral tiene que haber muchas sentencias parecidas. Sin embargo, este tipo de sentencias son menos mediáticas que las de penal.

BALTASAR GARZÓN ES EL PARADIGMA DEL JUEZ ESTRELLA Y ESTRELLADO DE ESTE PAÍS 

En «jueces estrella y estrellados», habláis largo y tendido de la figura del juez Baltasar Garzón, “el juez que quiso ser Dios”, como afirmáis. Vosotros que habéis compartido muchas horas con él en la Audiencia Nacional ¿pensáis que se pasó de frenada? ¿Se consideró impune?

P.P.: A Garzón le teníamos que dedicar tanto espacio porque es el paradigma del juez estrella y estrellado de este país. Ha sido un súper juez. Un ejemplo de muchos jueces posteriores. Lo que ocurre es que en su función de juez, a parte de impartir justicia, le gustaban mucho las nécoras y los cursos bien remunerados, el fútbol, las cacerías –aunque seguro que se las pagó él-, (risas)… Es un juez que tenía la necesidad imperiosa de estar siempre en primera línea y eso lo pagó caro.

Realizó actuaciones muy llamativas. Tres de ellas llegaron al Tribunal Supremo en muy poco tiempo. Una se quedó en puertas por prescripción, otra la archivaron y por la otra causa, la de las escuchas telefónicas a los abogados de la Gürtel fue condenado por a 11 años por prevaricación. Le costó la carrera.

Q.T.V.: Garzón es producto de toda una época. Es inevitable vincularle a la lucha contra ETA y el papel que desempeñó en la Audiencia Nacional. En ese ámbito Garzón fue muy valiente y muy útil.

P.P.: Quizá él ha sido devorado por el personaje. Ha pecado de soberbia, de falta de discreción…

También mencionáis a otro juez, Elpidio Silva, con él no sois tan cariñosos como con Garzón. Su caso ha sido resuelto por el Supremo, confirmando los  más de 17 años de inhabilitación. Vosotros aseguráis “descanse en paz, al menos judicialmente”. ¿Creéis que seguirá dando de qué hablar?

P.P.: Ha quedado claro con la sentencia del Supremo. Con los años que tienen y la condena dictada contra él ya está acabado como juez. No sé si has dicho Elpidio o “El pillo Silva” (Risas).

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También citáis el Caso de Carlos Divar y sus polémicos viajes

Q.T.V.: El caso Dívar nos sabe mal. Es un hombre devorado por las circunstancias. Su elevación al nivel en que llegó, quizá fue forzada. Obedeció a arbitrariedades políticas y él no supo estar a la altura. Queremos dejar claro que Dívar no ha sido condenado, nadie le ha demostrado ninguna ilegalidad, compararlo con “El pillo Silva” no es lo mismo.

P.P.: En esa pequeña galería que hacemos de jueces estrellas y estrellados hay un porcentaje pequeño de magistrados que están desequilibrados. No nombramos a nadie, pero los hay.

Q.T.V.: Nosotros no queremos ser crueles con ninguno. Siempre actuamos después de que haya sido acreditando ante la justicia para no pillarnos lo dedos. Hay un caso durísimo, de una jueza, que citamos en el libro y que se suicidó después de haber sido expulsada de la carrera por prevaricación. De haber conocido antes este suicidio hubiésemos eliminado esta caso del libro.

Es muy fácil criticar y, además, es conveniente y necesario. Pero también hay que reconocer que hay gente con problemas. Estaría bien que, en ocasiones, la propia Seguridad Social y el propio Estado, asumiera que hay jueces que deben ser inhabilitados por incapacidad. Sin embargo, no se quiere hacer.

Habláis de Juez Javier Gómez Bermúdez, y del libro «La Soledad del Juzgador», que publicó su entonces mujer Elisa Beni, a la sazón directora de Comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

Q.T.V.: Es un caso muy puntual. Es un error forzado, como se dice en tenis. Yo le tengo mucho respeto como juez y no encaja en estas categorías de las que estamos hablando.Es un magistrado que cuenta con todo mi respeto. Tuvo un error puntual y ya.

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NOSOTROS LO QUE CRITICAMOS ES QUE LOS JUECES SE PUEDAN PERMITIR CIERTAS ARBITRARIEDADES. EL PODER DEBE ESTAR SIEMPRE BAJO CONTROL 

Posteriormente, realizáis un barrido, literal, donde no dejáis títeres con cabeza, desde las polémicas sentencias del juez Ferrin Calamita y los homosexuales, pasando por Alfonso Guevara, capaz de amenazar a un reo con darle un culatazo con un arma (de haberla llevado), lo que le costó 600 euros de sanción…Y mencionáis algunos casos de jueces expedientados por no cumplir con su trabajo ¿De verdad no os ha llamado ningún juez para deciros algo?

P.P.: El otro día comentábamos en una emisora de radio que los jueces antes de entrar en la carrera y, posteriormente, fueran sometidos a algún reconocimiento psicológico para intentar detectar que alguno de esos casos que acaban en prevaricación no llegue a producirse.

Nosotros queremos criticar a nadie. Queremos denunciar a los jueces prevaricadores, vaguetes, graciosillos, arbitrarios, irrespetuosos con el justiciable, intolerantes, homófobos,…

Q.T.V.: Al final, ellos tienen un problema pero el que cae en su juzgado puede ver perjudicada su vida. Un juez tiene mucho poder. Nosotros lo que criticamos es que los jueces se puedan permitir ciertas arbitrariedades. El poder debe estar siempre bajo control.

P.P.: Lo que decimos es que hay que ser más respetuosos con todos en la sala, desde el compañero de estrados al público que está escuchando.

Al decir que el poder debe estar siempre bajo control ¿dáis por hecho que no está bajo control?

Q.T.V.: No. Nosotros con el libro ejercemos el control que nos corresponde como periodistas. El hecho de que muchos asuntos relativos a sanciones a jueces hayan prescrito significa que no se ha ejercido adecuadamente la función disciplinaria que la ley prevé.

Por ejemplo, en el caso de Mari Luz Cortés, se mezcló un cierto corporativismo de la carrera, con una huelga de jueces, y otras circunstancias. Hay que insistir en que los jueces deben estar sometidos a control y evitar el corporativismo.

P.P.: La justicia tiene muchos problemas. No pensamos que sean los jueces son más que más problemas acarreen, pero algunos de ellos, son la punta de lanza de algunas decisiones arbitrarias. Los jueces no son el problema de los problemas de la justicia.

El poder legislativo y el ejecutivo tienen que dotar a la justicia de más medios técnicos, humanos, y muchas más cosas.

A lo mejor había que sustituir algunas estructuras como el Consejo del Poder Judicial, que Francia no tiene. Tenemos a unos señores cobrando mucho dinero ¿Es necesario? Bueno, cada uno tendrá su opinión.

Otros jueces a la hora de dictar sus sentencias emplean expresiones opacas, pero es que algunos recurren incluso a citas Bíblicas, Esteban Campelo Iglesias, o a cantan canciones de los payasos de la tele, como el juez Gaspar Pardo de Andrade y claro, son sancionados por el CGPJ.

Q.T.V.: Pues sí, al segundo sus sentencias le han salido baratas. Nosotros le decimos, jugando con la poesía “me gusta cuando callas”.

P.P.: Es un capítulo gracioso, con algo de humor. Lo que ocurre es que algunos, cuando le echan algo de humor se equivocan en el vehículo que emplean para esa literatura. Para eso no deben utilizar las sentencias. 

Tampoco se os ve muy convencidos del Tribunal del Jurado, sois algo cínicos al afirmar “si eres inocente te conviene un juez y si eres culpable, un jurado”. Citáis algunos casos sometidos a presión mediática (caso de Rocío Wanninkhof,), presión política (caso de Arnaldo Otegui), prejuicios (caso de la pareja de homosexuales asesinados en Vigo).

Q.T.V.: No. No es una afirmación que nosotros defendamos. Es algo que utilizamos para darle juego literario. Yo no estoy en contra de la institución del Jurado, aunque creo que también debe ser sometida a crítica porque en ocasiones se producen disparates.

P.P.: Yo respeto la figura del jurado porque subyace en el sistema democrático. Sin embargo, me gustan más los jurados profesionales. Son gente que conoce el tema y dispone de todos los recursos para determinar si alguien es culpable. 

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En el libro decís, que aunque no hay estadística oficial, detrás del 10% de las agresiones sexuales puede haber algún tipo de droga de sumisión como la burundanga, y ponéis varios casos como el del falso chamán enano que agredió a varias mujeres y, de momento, está absuelto, pendiente de recurso.

P.P.:  El problema de todos estos casos es que cuando el asunto llega a los jueces estos carecen de pruebas para condenar al culpable. Este tipo de drogas se emplean en las agresiones sexuales porque no dejan rastro y es muy difícil probarlo.

Pensamos que los jueces deberían actuar con mayor diligencia a la hora de pedir todas las pruebas y análisis para detectar la presencia de esa droga. Además, en el caso del falso chamán fueron muchas las mujeres que denunciaron. Ese pleito sigue en activo, aunque los recursos no prosperan.

Considerar que una mujer no sufrió maltratos porque vestía bien es algo chocante, ¿no?

P.P.: El caso es curioso más por la convicción a la que pudo llegar el juez en su función jurisdiccional, que ahí no nos metemos, por las formas.Decir que una mujer que iba bien vestida y que se cambiaba todos los días de ropa, de pendientes y complementos no encajaba con una mujer que sufriera durante seis meses maltrato es una burrada. Lo que le perdió al juez fueron las formas. Este magistrado además tiene muy buen predicamento entre la profesión.

Otro asunto polémico que abordáis en el libro es el del juez Francisco Serrano y su empeño personal –por encima de todo, incluso por encima de la Ley- para que un niño fuera a una procesión que le costó 10 años de inhabilitación.

Q.T.V.: Este caso le costó la inhabilitación. Su condena fue más dura en el Supremo al que recurrió. El juez se había saltado su competencia. Este asunto se adorna porque el juez Serrano había escrito varios libros donde habla de la violencia de género, como el tutulado «la dictadura de género».

Creo que estaba muy enfadado –esto es una intuición mía- porque las mujeres pudieran desfilar también en las procesiones de Semana Santa (risas).

Este juez se hundió la carrera al saltarse su competencia. Se saltó también la custodia del niño, que en ese momento tenía la madre… El asunto estaba muy claro. Es una de las prevaricaciones más absurdas de la historia. Como aseguró el Supremo, imcumplió conscientemente con su deber de juez, dando lugar a una resolución injusta. Conclusión: 10 años de inhabilitación.

No todo son críticas a los jueces, en vuestro libro hacéis un pequeño apartado a los desahucios, la justicia y  Menos mal que tenemos algunos jueces como José María Fernández Seijo y otros, que con sus sentencias han conseguido modificar la Ley de Enjuiciamiento Civil y las normas hipotecarias.

Q.T.V.: Ha habido varios jueces que han ido más allá de la letra pequeña de la ley, una ley muy cuestionable como ha demostrado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, pero no nuestro Tribunal Constitucional, que en este aspecto ha sido lamentable.

Algunos jueces han sabido saltarse esa barrera y han buscado la manera de que los afectados por la justicia en la ejecución de las hipotecas, sin derecho a la defensa, incluso con contratos abusivos, pudieran tener una oportunidad.

El caso de los desahucios ha provocado muchas tragedias, muchos suicidios y mucha injusticia. Y no todos los jueces han estado a la altura.

Por cierto, el libro acaba con un «continuará», ¿ya estáis en ello?

P.P.: Nosotros lo escribiremos si los jueces quieren. Algunos nos lo ponen fácil (risas). Cerraremos el ciclo. Llevamos más de 30 años contando la «cara B» de la justicia española. Está muy bien la «cara A», pero esta también es importante porque los trapos sucios se tienen que airear.

Q.T.V.: Intentamos explicar, con cierto humor, cómo funciona la justicia. A algunos jueces les gusta saber si están o no retratados. Creemos que debemos dar los nombres, al menos de los jueces. Como sigamos como hasta ahora, y como decía el ex fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, en la presentación de este libro, dentro de unos años nadie podrá reconstruir la historia judicial. Nadie sabrá dentro de 100 años quién es, por ejemplo, Paco Camps. Las sentencias van sin nombre.

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