La PROTECCIÓN DE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA es necesaria en Internet

La PROTECCIÓN DE LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA es necesaria en Internet

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20/9/2015 00:00
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Actualizado: 20/9/2015 00:00
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Yolanda Díez Herrero, CNP; experta en ciberdelincuencia

Internet es un instrumento neutro para la difusión de datos, que puede utilizarse para bien o para mal.

Por una parte, indica José María López, por ejemplo, tiene muchas posibilidades como fuente de educación para las personas de todas las edades y capacidades.

Por la otra, internet puede servir para establecer trampas en línea y explotar usuarios con fines delictivos. Entre estos, los más vulnerables a esas trampas son los niños. 

Al hablar de infancia e Internet entran en juego muchos factores: padres que no conocen del todo cómo funciona la red de redes, o el nuevo «gadget» que han comprado. Hijos que usan teléfonos, tablets y ordenadores desde antes de aprender a andar, medios de comunicación que sobredimensionan los peligros de Internet.

Todo esto da como resultado la desconfianza de muchos padres y tutores que ven Internet como algo a lo que hay tener respeto, si no miedo.

Internet, tal como ha señalado Svetlozar Kovachez, hace el mundo más infantil, más cercano a los niños, y si Internet no hubiese sido inventado con propósitos militares, tendríamos que haber inventado para los niños y las niñas. Se han cumplido más de los 25 años de la Convención del Niño (1.989), y las tecnologías de la información, y en la actualidad todo el mundo es consciente de que existen nuevos desafíos y retos a los que hacer frente, como pueden ser:

1). La supervivencia y el propio desarrollo.

2). La no discriminación.

3). La participación.

4) O el interés superior, siempre y en todos los casos sin excepción del niño.

Estas realidades deben ser puestas en conexión con los derechos que asisten de forma segura a los menores en Internet, y que hacen referencia a valores tales como: (i) el derecho de acceso a la información sin discriminación; (ii) el derecho a la libre expresión y asociación; (iii) el derecho de los niños y de las niñas a ser consultados; (iv) el derecho a la protección contra la explotación, los abusos y la violencia; (v) y el derecho al desarrollo personal y a la educación; (vi) el derecho a ser partícipes de todas las oportunidades que deparan todas las nuevas tecnologías; (vii) derecho a la dignidad personal y a la intimidad de las comunicaciones por medios electrónicos; (viii) el derecho al esparcimiento, al ocio, a la diversión y al juego; (ix) los padres y las madres tendrán el derecho y la responsabilidad de orientar; (x) los Gobiernos de los países desarrollados deben comprometerse a cooperar con otros países en esta labor; y (xi) el derecho a beneficiarse y a utilizar en su favor las nuevas tecnologías.

Estos derechos son los que deben marcar toda la labor de protección de la infancia y de la adolescencia en internet.

El que los niños  y las niñas accedan a nuevas tecnología  no significa que la estén aprovechando al máximo, deben estar acompañados de prácticas que  incentiven el buen uso de estas herramientas. No que las herramientas tengan el control sobre la organización del tiempo en la infancia.

Tal como viene señalan reiteradamente UNICEF en sus informes, Internet supone un espacio de comunicación, información y entretenimiento donde las capacidades de acceso, distribución, producción e interactividad rompen los roles de emisor y receptor que habían regido hasta el momento en los medios de comunicación tradicionales.

Esta situación hace que sea más difícil controlar los contenidos que circulan y se generan a través del ciberespacio, lo que incluye también el flujo de contenidos potencialmente peligrosos para el desarrollo de la infancia y la juventud. Los niños y niñas cuentan como ciudadanos con plenos derechos garantizados por la Convención sobre los Derechos del Niño, a la que se ha hecho referencia anteriormente, para participar en la sociedad de su tiempo y por extensión, en este espacio de comunicación y socialización que es Internet. Los niños, niñas y jóvenes tienen también la capacidad de ser productores de su propio contenido y de distribuirlo globalmente.

Este tipo de uso en Internet puede acarrear problemas en cuanto al derecho al honor y la intimidad del menor al exponer información sobre sí mismo públicamente, pero también añade un riesgo potencial de que el propio menor incurra en faltas, como en la publicación de contenidos que puedan estar sujetos a derechos de propiedad, por ejemplo.

En este sentido debe entenderse Internet y el ciberespacio como una gran Red distribuida que es accesible desde múltiples terminales.

Por tanto, cuando se habla del uso de Internet no sólo hay que referirse al acceso por medio del ordenador personal, sino también a través de otros dispositivos como los teléfonos móviles multimedia y las consolas de videojuegos portátiles, ampliamente utilizados por los niños en un mercado que, además, prevé una gran expansión comercial en los próximos años.

Internet se concibe, por tanto, como un entorno de acceso, producción y distribución de contenidos, así como un espacio de comunicación personal que integra todos los dispositivos móviles multimedia que sirven de enlace con Internet (telefonía móvil multimedia, cámaras digitales, reproductores y grabadoras mp3, etc.).

Esta nueva realidad, afirma Arturo Canalda, nos configura también nuevas necesidades de protección de la infancia que hay que ir implementando no sólo en la relación de padres a hijos, sino que las administraciones están ante un verdadero reto que en la mayoría de los casos ni siquiera tiene soporte legal.

La variedad de casos que analizamos en el día a día de nuestra institución es impresionante: usurpación de cuentas de correo electrónico, acoso escolar, delitos contra la intimidad de los menores, pornografía infantil, facturas telefónicas excesivas, publicidad no deseada, estafas, suplantación de personalidad, malos tratos, pederastia. Una panoplia de situaciones que, en muchos casos, conllevan una actuación rápida y eficaz ya que se dispone de los instrumentos legales para ello.

Pero en otros muchos casos, como por ejemplo la apología de la anorexia y la bulimia o la apología de la pederastia, esa actuación se ve ralentizada ante la falta de un tipo legal que nos permita actuar.

En España, este tipo de «apologías» no están tipificadas como delito, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con la apología del terrorismo, y perseguir a los responsables se convierte en una tarea poco menos que imposible. No deja de ser chocante que mientras las administraciones se gastan cantidades muy importantes en la prevención de la anorexia y la bulimia, sea realmente difícil cerrar páginas web en las que se enseña a las niñas a vomitar o a perder kilos de forma acelerada.

Y que para hacerlo tengamos que recurrir a veces a la ficción de considerar a los administradores de esas páginas como autores de un delito contra la salud pública o de un delito de inducción al suicidio. Por ello se hace realmente necesario modificar el Código Penal para que, al igual que sucede en Francia, estas conductas sean punibles.

Por ello, siguiendo a Save The Children además de todos los esfuerzos policiales destinados a la persecución eficaz de los delitos en internet contra menores de edad, son necesarios esfuerzos políticos para garantizar el cumplimiento de los derechos de los niños y las niñas en el marco de una utilización segura de las tecnologías de la información, incluidas Internet y las distintas redes sociales.

Para ello, es necesario impulsar acciones de carácter preventivo en los ámbitos de la educación y los servicios sociales, promocionando programas para generar conocimiento de los riesgos en Internet, destinados tanto a los educadores como a los padres y a los propios niños y niñas.

Por otra parte, las acciones preventivas no pueden limitarse a campañas y programas de sensibilización y generación de conocimiento para el uso de seguro de Internet entre los niños, niñas y adolescentes. Los esfuerzos en el ámbito de la prevención deben abordar los riesgos para la infancia en Internet no sólo teniendo en cuenta a estos como usuarios. Internet se convierte muchas veces en un vehículo para la difusión y la comisión de delitos como la pornografía infantil y la explotación o el turismo sexual.

En la prevención de estos delitos debe incluirse al sector privado y del ámbito empresarial. No sólo a las propias redes sociales, y con las que ya existen distintos acuerdos de colaboración sino al sector de las tecnologías de la información y la comunicación, el sector bancario y financiero, así como el relacionado con la industria de viajes y turismo. Por ello, continúa dicha ONG afirmando que el Gobierno debería promover la adopción de normas internas de autorregulación y corregulación en sector privado, en sentido amplio, para garantizar la protección de la infancia en Internet.

Por todo ello, Jorge Flores Fernández, aporta la existencia de diez claves para una mejor protección y promoción de la infancia y de la adolescencia on line, que son las que se citan y exponen a continuación:

1) Dejar de considerar a niños y adolescentes únicamente como víctimas pasivas de los riesgos de la Red y tomarlos como elementos activos.

Son agentes activos y forman parte del problema, porque en muchas ocasiones están ellos mismos también en su origen y, sobre todo, de la solución, puesto que pueden realizar extraordinarios aportes cuantitativos y cualitativos en las labores de sensibilización y formación al respecto (véase una experiencia en www.cibermanagers.com ).

2) Evolucionar desde las soluciones de urgencia basadas en el uso de las TIC por parte de los más pequeños hacia apuestas estratégicas para la vida digital. En los momentos iniciales los niños usaban la Red mientras que ahora viven con naturalidad en ese entorno que es real, no virtual, pero digital. Por ello, además de promover el uso seguro y saludable de las TIC, es preciso el impulso de estrategias que conformen ciberciudadanos activos y responsables (ejemplos pueden ser www.netiquetate.com o www.internetamiga.com ).

3) Abandonar el abordaje basado en los ejes tecnológicos (Internet, telefonía celular, videojuegos) para centrarse en lo sustancial y transversal.

Con la convergencia de aplicaciones y dispositivos cada vez tiene menos sentido realizar un análisis separado, por ejemplo, de las adicciones o del ciberbullying en relación a un determinado canal o eje tecnológico. Es preciso, siguiendo el ejemplo, dejar de tomar la adicción a Internet como un problema y hablar, pongamos el caso, del reto que supone el uso abusivo de las redes sociales, al margen del dispositivo o contexto en el que se produzca.

Otra cuestión diferente es que en las labores dirigidas a la ciudadanía sea preciso hablar de ejes concretos para un aprendizaje más significativo.

4) Apostar de manera sistemática y curricular por las tareas de sensibilización y formación desde edades tempranas, eludiendo las acciones esporádicas.

La velocidad con la que acontecen los cambios sociológicos y educativos ligados a las TIC nos ha llevado a la adopción de medidas puntuales, fraccionadas y aisladas. Es preciso, por la relevancia de la cuestión, realizar un esfuerzo de planificación y sistematización incluyendo de manera formal y regular en las aulas momentos para esta labor.

5) Incorporar a padres y madres al nuevo contexto digital para que comprendan y acompañen mejor la vida de sus hijos.

No es fácil abordar este aspecto por la enorme heterogeneidad de las situaciones y los perfiles que se pueden dar. Sin embargo, es preciso tener claro que la vida online de hijos e hijas es cada vez más intensa y se inicia a edades más tempranas y que únicamente desde una posición próxima a la misma podemos actuar con la diligencia y acierto deseable como padres y madres.

Éstos deben ser capaces de tomar y adecuar sus propias decisiones en las labores de prevención, protección y educación, huyendo de la búsqueda de soluciones estandarizadas.

6) Dejar de presuponer que niños, niñas y adolescentes desean estar al margen de las acciones que en torno a su relación con las TIC emprendemos los adultos y permitirles y ayudarles a implicarse.

En demasiadas ocasiones se piensa que hijos e hijas desean mantener una relación con la tecnología al margen de los adultos de la familia y, por ello, no les damos la oportunidad de que compartan su vida y conocimientos digitales. Algunas veces es la propia inseguridad la que actúa de barrera y, en otras, la mera comodidad. Es necesario interpelarles, darles la oportunidad para acercarse, escucharles, incluirles para que nos incluyan.

7) Acortar los tiempos entre las labores de investigación y la aplicación de las conclusiones a las tareas de educación y prevención.

Día a día vemos la rapidez con la que evolucionan tecnologías, usos y costumbres en relación a las TIC. Es fundamental estudiar con rigor científico estos fenómenos (véase el proyecto europeo EUKids online o los estudios del Foro Generaciones Interactivas en Latinoamérica y España) pero no lo es menos actuar diligentemente para que los resultados de las investigaciones sirvan para ser aplicados antes de que cambie la realidad analizada. En este sentido también es importante coordinar estudios para obtener valor añadido de su planificación conjunta y complementaria, soportada en metodologías compatibles.

Por último, los objetivos e hipótesis de las investigaciones emprendidas habrían de ser puestos de manera previa a disposición de las organizaciones que posteriormente van a utilizar los resultados finales en sus labores de prevención, de manera que les permita anticipar ciertas variables y acompasar sus acciones.

8) Se hace necesario compartir experiencias y recursos, comenzando por su registro previo y su caracterización y catalogación posterior.

Aunque existen distintas realidades en cada país (idiosincrasia, grado de desarrollo tecnológico, nivel socieconómico, etc.) las diferencias en cuanto al uso de las TIC son cada vez menores. Siendo la Red el espacio global por excelencia donde no existen distancias ni limitaciones geográficas, es obvio que compartir y colaborar son dos de las opciones más adecuadas especialmente cuando hablamos de intervenciones online (véase el caso de www.cuidatuimagenonline.com).

9) Impulsar una más rápida adecuación de las leyes y los instrumentos de trabajo de la justicia.

Los avances realizados en cuestiones relativas a la protección de datos personales, a la adecuación del código penal en relación al grooming o las voces que piden la figura del agente encubierto son primeros y tardíos pasos de un camino que se alarga por momentos y que, sin embargo, estamos obligados a acortar cuanto antes.

10) Insistir a la industria, a la oferta, para que adopte una mayor y más transparente implicación.

Las operadoras de telecomunicaciones, las redes sociales… tienen una responsabilidad que en muchas ocasiones no les es exigible por Ley. Las labores de autocontrol o regulación convenida y voluntaria se muestran escasas, insuficientes y demasiado etéreas. Sin su plena, constante y sincera colaboración no son posibles avances imprescindibles para la protección de la infancia y la adolescencia online.

Toda esta situación incide en la necesidad de concienciar y, y al mismo tiempo, exigir a los padres una postura activa con relación al contacto de las nuevas tecnologías con sus hijos, y especificamente, a través de Internet. En este sentido existen diferentes factores que deben ser tenidos en consideración. Algunos de ellos, tal como pone de manifiesto la Fundación Alia2, pueden ser los siguientes:

1).  Cuando los menores exploran la Red, pueden toparse con información o imágenes pornográficas, aunque no estén buscándolo explícitamente. Ante esto, una comunicación abierta con los hijos: los padres deben convertirse en una fuente de información más fiable para los hijos a la que recurran. Asimismo, los padres deben ser el soporte de aprendizaje y ayuda en relación al uso de Internet. 

2). Los padres son los responsables de la seguridad y de la privacidad de sus hijos, tanto en su vida real cómo en la virtual. Los pequeños deben conocer y manejar las herramientas adecuadas para ejercer una práctica responsable del uso adecuado de los recursos y servicios que se encuentran en el mundo digital en el que actualmente se mueven todos padres e hijos. 

3). Se hace preciso animar a los menores a compartir sus experiencias en Internet con los progenitores, disfrutando de Internet con ellos y generando la confianza para que sean ellos los que acudan a pedir consejo en caso de sentirse incómodos ante un contenido y/o invitación virtual (ya sea spam, de direcciones de correo electrónico desconocidos o descargas involuntarias de archivos no adecuados de la red). 

4). La ampliación del mundo real al mundo virtual ha impuesto un nuevo reto en la educación de los hijos y las pautas necesarias ante la ilimitada información a la que puede acceder los niños en la actualidad. Se han abierto nuevos canales de comunicación con una multiplicidad de temáticas que ahora deben abordar los padres en la comunicación/educación de sus hijos. 

5). Hablar de sexo con los hijos siempre ha sido una cuestión delicada y complicada en muchos casos pero siempre necesaria e inherente al desarrollo de los hijos. Hoy día se hace mucho más ineludible ante la inclusión de los medios tecnológicos en los hogares dado que en la red navegan multitud de contenidos pornográficos y violentos a la que todo el mundo posee un fácil acceso.

6). Internet ofrece a la niñez todo un mundo de nuevas formas de ampliar conocimientos, juegos, ver películas e investigar ideas.

A estas ventajas, tal como concreta dicha Fundación, se agregan nuevos desafíos.  La buena noticia es que se pueden adoptar medidas para proteger a sus hijos en línea y enseñarles a utilizar Internet de un modo que los mantenga protegidos. 

Aunque no existe ningún medio tecnológico que pueda reemplazar a los padres, existen formas de utilizar el software que los protege del contenido no apropiado o de personas malintencionadas. Entre otras cabe citar a título de ejemplo, las siguientes:

a). Establecer filtros a la edad, tanto  en el equipo informático, como en los dispositivos móviles de los menores.

b). Hay que decidir los sitios de Internet a los que puede acceder el menor. 

c). Es necesario crear distintas cuentas de usuario en el equipo informático.

d). Se hace preciso establecer ciertas pautas en relación al tiempo y horario de uso de los equipos informaticos y otros dispotivos moviles.

Todo ello coadyuvará, sin lugar a dudas, a una protección integral de la infancia y de la adolescencia en su mas que complicada, pero también fructífera relación con las nuevas tecnologias e Internet.

 

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