Desde hace más de diez años las páginas de los diarios y revistas así como los espacios radiofónicos y televisivos –sin olvidar Internet- vienen dedicando extensiones cada vez más grandes a todo lo relacionado con los tribunales y el mundo de la justicia.

Es lo que algunos han definido como la “judicialización de la política”, debido a los más que archisabidos casos de corrupción, y otros como “politización de la justicia”.

Por el creciente interés de la clase política en tratar de influir directa o indirectamente en el nombramiento de los hombres y mujeres que deben nombrar, a su vez, a las personas que van a ocupar los puestos de mayor responsabilidad en el Tribunal Supremo, la Audiencia Nacional, los 17 Tribunales Superiores de Justicia y las  50 Audiencias Provinciales.

Era cuestión de tiempo que viera la luz un diario digital como “Confilegal” –el 1 de septiembre de 2014–, en el que se reuniera y se concentrara este tipo de información. Cada vez en mayor demanda.

Pero sobre todo que se hiciera en un lenguaje comprensible, al alcance de cualquiera, en “román paladino”. Como dijo Gonzalo de Berceo en el primer texto de la historia escrito en un castellano primitivo, “en el cual suele el pueblo fablar con su vecino”.

Ése es el reto que nos hemos planteado, y no va a ser fácil: poner la actualidad judicial y jurídica al alcance de la comprensión de todos.

No va a ser sólo el mundo de la justicia, el de los jueces, fiscales, secretarios, funcionarios, el que vamos a cubrir. También el “otro mundo”, el de los abogados, registradores, notarios y profesionales de la esfera del derecho.

Sin olvidar a las decenas de miles de estudiantes de Derecho y de público interesado en penetrar en los arcanos de las leyes que nos gobiernan.

Esta es la tercera experiencia innovadora, desde el punto de vista de la comunicación, en la que me he embarcado en mi vida.

La primera fue la creación y la dirección de Tribunal Televisión, el primer canal de televisión de la historia de Europa dedicado al mundo de los tribunales, de la justicia… y del crimen. Y el segundo del mundo después del estadounidense Court TV. Se distribuía a través de Vía Digital, la desaparecida plataforma “satelital”, como dicen en Iberoamérica.

Tribunal Televisión tuvo un germen: “En tela de juicio”, el primer programa de televisión dedicado enteramente a la emisión de juicios, del que también fui director. Era producción de Telemadrid y lo presentaba Luis del Val.

“En tela”, como lo llamábamos los miembros del equipo, nació en la primavera de 1996 como una iniciativa novedosa dentro de la parrilla de la cadena madrileña.

“A ver que pasa”, dijeron los directivos. “Pasó” Tribunal Televisión durante casi 5 años. En total fueron seis años al frente de una iniciativa que hizo historia de la televisión y que influyó después en el devenir de los juicios por televisión.

Aquel camino me condujo poco después al corazón del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de los jueces, como “asesor de Imagen de la Justicia”, en un momento históricamente decisivo.

Bajo la presidencia del desaparecido Francisco Hernando y la dirección del vocal-portavoz, Enrique López, y miembros de la Comisión de Comunicación –Monserrat Comas, Adolfo Prego, Juan Carlos Campo y José Luis Requero-, construimos e implementamos la política de comunicación y transparencia en la Administración de Justicia que hoy disfrutamos en España.

Había que abrir las ventanas para dejar entrar la luz, para permitir que conceptos como que la justicia nace del pueblo y que pertenece al pueblo, conceptos que aparecen nítidos en nuestra Constitución, pudieran echar raíces profundas.  Pero, sobre todo, había que convencer a los hombres y mujeres, jueces y magistrados, que la información que se generaba desde el interior de la Administración de Justicia no podía permanecer en la oscuridad.

El Protocolo de Comunicación de la Justicia fue una herramienta clave, como lo fueron los 23 periodistas que seleccionamos y que el CGPJ contrató para operar y dirigir las Oficinas de Prensa de los 17 Tribunales Superiores de Justicia y la Audiencia Nacional.

Aquello supuso un cambio de 180 grados.

Luego descubrí que este “fenómeno” lo estaban protagonizando también la mayor parte de los países europeos y, en especial, los iberoamericanos. Mi sorpresa grata fue que en España íbamos “con los tiempos”.

A la cabeza.

La Red de Consejos de Poderes Judiciales de Europa, del que el CGPJ forma parte, elaboró un listado de buenas prácticas en materia de información para aquellos países que no tuvieran una política definida.

Cumbre Judicial Iberoamericana, la organización que reúne a todos los poderes judiciales de países de habla hispana, portuguesa y catalana, hizo lo propio.

Hoy en día no se concibe un poder judicial que no tenga una política de comunicación.

“Confilegal” supone mi tercera experiencia innovadora en este mundo. Esta vez desde un prisma diferente. No es la televisión, no es la comunicación institucional, es “la otra trinchera”, como decía una amigo mío juez. No creo que el término sea apropiado. No me gustan los calificativos bélicos porque presupone un enfrentamiento. No lo veo así.

Como dice el Libro del Eclesiastés:

“Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar”.

Para “Confilegal”, sin duda, este es el tiempo para nacer y para edificar.

Espero, apreciados lectores, que encuentren en nuestras páginas las respuestas que otros medios no hayan querido –o no hayan podido- dar.  Cuando me despedí de nuestros espectadores, desde Tribunal Televisión, dije que esperaba encontrarme con ellos en otro tiempo y en otro lugar “donde la Justicia seguirá hablando por sí misma”. Parece que ha llegado ese momento.

Madrid, 15 de septiembre de 2014