¿Cuál es el significado de la balanza y la espada que porta la mujer, símbolo de la Justicia?
La Justicia lleva en su mano izquierda la balanza, símbolo de la equidad, y en la derecha la espalda, el símbolo de la fuerza para imponer sus decisiones; Ana Blanco, la autora de esta columna, es abogada y socia directora de Vázquez de Prada Abogados.

¿Cuál es el significado de la balanza y la espada que porta la mujer, símbolo de la Justicia?

El símbolo más conocido de la Justicia es la balanza. O para ser más precisos, la de una mujer con los ojos tapados, que representa a la Justicia, y que porta en una mano una balanza.

La balanza representa la igualdad con que la Justicia trata a todos.

En la otra mano porta una espada, que es la fuerza, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de los que se sirve la Justicia para imponer sus decisiones.

La espada de la justicia

Sin el poder de la espada, de la fuerza, las decisiones de la justicia no tendrían poder coercitivo; el poder de hacer cumplir sus decisiones. La justicia se convertiría así en un perro sin dientes; poco menos que una broma.

Por eso, el papel de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado es vital en un sistema democrático, regido por una Constitución y al servicio de un poder judicial independiente.

La balanza, por su parte, como símbolo de la Justicia no es moderno sino que se remonta al principio de la civilización humana.

Origen de la balanza de la justicia

Concretamente al Antiguo Egipto. Como todos ustedes saben, cuando un egipcio moría se procedía a la momificación de su cuerpo. El único órgano que se dejaba era el corazón, que era la llave hacia el paraíso.

En el interior del sarcófago o a su lado se dejaba un rollo de papiro, conocido como “El libro de los muertos”.

Estos textos eran de vital importancia para el Ba, el alma del difunto, en su camino hacia la otra vida. Porque para llegar a ella tenía que pasar por un peligroso lugar, habitado por monstruos de todo tipo.

Para superar todas las pruebas, el Ba, el alma del difunto, a guisa de un Indiana Jones cualquiera, se enfrentaba a todos los peligros haciendo uso de los conjuros contenidos en “El libro de los muertos”. Así, si el éxito le alumbraba, llegaba a la otra vida.

Pero llegar a Yarú, como se conocía a la otra vida en la civilización egipcia, no significaba el disfrute del paraíso eterno. Como aliciente, se dejaba que los familiares y los amigos difuntos lo recibieran y le dieran ánimos. Porque todavía quedaba por pasar la prueba más importante. Una prueba que tenía lugar en la Sala de las dos Verdades, ante tres dioses: Osiris, Tot y Anubis, al que recordarán por su cabeza de chacal.

Allí, el difunto entregaba a Anubis su corazón, con las buenas obras, y este lo colocaba sobre uno de los platos de una balanza. Sobre el otro ponía la “Pluma de Verdad”, una pluma de avestruz, que contenía las malas obras cometidas durante la vida terrenal.

Si el corazón pasaba la prueba, si pesaba más que la pluma, los tres dioses permitían al alma acceder al Yarú.

Si, por el contrario, la pluma pesaba más que el corazón aparecía el Devorador, un monstruo espantoso, mezcla de león, cocodrilo e hipopótamo. El Devorador se comía el corazón. Eso significaba que el Ba desaparecía en la nada porque en la religión egipcia no existía el infierno.

¿De dónde viene la dama de la justicia?

La balanza egipcia fue luego adoptada por los griegos, como accesorio identificativo para Themis, su diosa de la Justicia, significando su esencia: la igualdad con que todos los ciudadanos son tratados.

De Grecia la tomaron los romanos para Iustitia, su versión nacional de la justicia griego, a la que añadieron la espada.

Y de ahí ha llegado hasta nosotros, en un largo periplo de más de cinco mil años desde la primera dinastía del Imperio Antiguo de Egipto, en el año 3.000 antes de Cristo, cuando el ser humano comenzó a forjarse a sí mismo.

La combinación de estos tres elementos, la dama de la justicia, la balanza y la espada, conforman una imagen poderosa del ideal de Justicia: equitativa, imparcial y con autoridad para sostener sus decisiones.

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