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Cultura ética para una empresa responsable en cumplimiento normativo desde un liderazgo ético

Cultura ética para una empresa responsable en cumplimiento normativo desde un liderazgo ético
Cristina M. Ruiz Pérez, autora de esta columna, es abogada, consultora en Sostenibilidad Corporativa y consejera IASE España.
22/1/2022 06:46
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Actualizado: 21/1/2022 20:37
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Qué hay de lo que somos y de lo que queremos ser. Qué hay de lo que decimos, de lo que hacemos, y de lo que decimos que hacemos.

Qué hay de cumplimiento normativo y de buenas prácticas. Qué hay de compromisos y de responsabilidades.

Qué hay de actitud defensiva y reactiva, y qué hay de actitud positiva y proactividad en nuestro comportamiento y en nuestras decisiones.

Qué hay de integridad y de coherencia, qué hay de empresa responsable en nuestro en nuestro propósito, en nuestros valores.

Qué hay de transparencia y de confianza, qué hay de cultura empresarial ética en nuestros principios, en nuestros fundamentos esenciales.

Empresa responsable, socialmente responsable, y cultura ética en la empresa, comportamiento ético, son conceptos relacionados, ambos, pilares que fundamentan la la confianza y la reputación de nuestras empresas, y que sustentan la permanencia relevante y competitiva de nuestras empresas, en el tiempo.

Responsabilidad y ética, empresarial, no es sino una reflexión en la toma de decisiones y en las acciones concretas en relación a lo que las normas exigen y a lo que los valores sociales e individuales reclaman.

Y se puede hablar de una empresa responsable y ética, cuando sus valores y su propósito adquieren expresamente esa perspectiva ética que se refleja en su cultura, en un comportamiento del día a día asentado en las buenas prácticas y en el cumplimiento normativo, especialmente, a la hora de afrontar situaciones complicadas y complejas que pueden vulnerar derechos, valores y principios personales, empresariales y sociales.

Y es aquí, donde una verdadera cultura corporativa en responsabilidad y en ética trasciende, toda vez que se funde como fundamento corporativo y como esencia individual.

Y donde, adquiere esa necesaria dimensión en la que, las buenas prácticas sí, pero el cumplimiento normativo, toma especial protagonismo, toda vez que el sustrato del cumplimiento normativo, del ‘Compliance’, no es sino promover una verdadera cultura ética corporativa que, basada en el compromiso y la responsabilidad adopte un carácter preventivo, que minimice y evite riesgos éticos y de cumplimiento, y que no ponga en peligro la confianza y la reputación.

Ahora bien, si la fortaleza de una empresa, de una corporación, proviene de su propósito y sus valores, dicha fortaleza depende en gran medida del modelo y calidad del liderazgo que desde la dirección se ejerza en la misma.

Por este motivo un liderazgo donde “técnica” y “moral” confluyan, y donde “eficacia” y “ética” no entren en conflicto, conduce a un liderazgo ético, absolutamente esencial para conseguir que esa cultura corporativa de responsabilidad ética se conforme en real y efectiva.

En liderazgo, la habilidad de construir y mantener la confianza es piedra angular de la “autoridad” de un líder, y ello solo se consigue sobre la base de unos valores irrenunciables que actúan en el comportamiento con el ejemplo, como elemento crítico. Instaurar en las compañías cotas de confianza y respeto, en lo establecido y a las relaciones, no es tarea fácil, por ello, una ética indeclinable desde el liderazgo se hace absolutamente necesario para alcanzar una cultura en responsabilidad ética.

Cerrando el clico de lo expuesto en los párrafos anteriores, profundizar en un liderazgo ético inspirador tendente a la construcción de una cultura en responsabilidad y en ética conduce inexcusablemente al cumplimiento normativo más allá de la motivación extrínseca –evitar sanciones-, desde la motivación intrínseca -impacto en valores, siendo esta motivación la que en último término justifica el cumplimiento normativo.

Es conocida, y significativa, la preocupación social por los temas sobre corrupción o sobre infracciones tanto por comisión como por omisión en el mundo organizacional tanto a nivel externo como externo.

Pero también la preocupación por estos temas en el seno de las propias organizaciones, cuando menos por las negativas consecuencias reputacionales y de pérdida de confianza que conllevan, amén de las sanciones correspondientes derivadas de la responsabilidad delictiva.

Los más frecuentes problemas éticos organizacionales se dan tanto en el orden interno como en el externo. Problemas éticos internos: Discriminación y desigualdad, acoso moral, retribución injusta, o confidencialidad y privacidad. Problemas éticos externos: Ausencia de transparencia y coherencia, publicidad engañosa, falta de respecto al medioambiente, o corrupción.

Frente a ellos cabe esperar en una cultura corporativa ética, valores tales como integridad y honestidad, fortaleza y perseverancia, justicia y confiabilidad, o tolerancia y respeto, que se replican junto a otros valores como la prudencia y la sensatez, la templanza y el autocontrol en el líder ético en su toma de decisiones.

Ahora bien, dado un escenario de incumplimiento habría que preguntarse qué valores han quebrado y en qué momento del proceso de toma de decisiones. Una perspectiva paliativa pragmática nos lleva a la búsqueda de preguntas y de respuestas ante esa ética perdida.

Por su lado, y puesto que la auténtica y verdadera cultura ética se instala en el propósito de la organización, una actuación preventiva inexcusablemente nos conduce a comenzar por trabajar en el “para qué, que no es sino una reflexión profunda sobre lo que somos y queremos ser, para que redefinir nuestro propósito desde una perspectiva ética y en base a lo que aportamos y podemos aportar a nuestros grupos de interés, a los demás y a la sociedad en general.

Para continuar evaluando y alineando los valores del liderazgo, y los valores de cada una de las personas que conforman la organización. Métodos como la Teoría del Círculo Dorado de Simon Sinek (el por qué, el cómo y el qué), o el encuentro del Ikigai personal (para qué, en valores), nos ayudan a trabajar en en ese propósito y en esos valores esenciales y vertebradores.

Un siguiente paso consiste en trabajar y profundizar en el aseguramiento de la toma ética de decisiones, por el líder y por las personas de la organización a través del método de deliberación Beethik (deliberación sobre los valores en conflicto, sobre las acciones, sobre la decisión final, y sobre la aplicación).

Contar con un código ético, como documento en el que figuran los principios morales y éticos que la empresa aplica en todos sus ámbitos de actividad. Y la efectiva implementación para que se muestre el compromiso firme desde el liderazgo ético, y el seguimiento para que se de veracidad a este código de comportamiento para todas las personas de la empresa.

Finalmente, la organización ha de disponer estrictamente los mecanismos y canales, tales como mapas de riesgos y canales de denuncia, necesarios para la implantación del sistema de cumplimiento normativo en la empresa, y de las políticas que aseguren su funcionamiento.

Todo ello conduce a la empresa por un lado a generar las evidencias de cumplimiento necesarias para evitar cualquier condena en vía judicial por responsabilidad, pero fundamentalmente evita los riesgos de y por incumplimiento y lo más importante, divulgar y comunicar las evidencias de un efectivo y real comportamiento ético, conduce a las organizaciones a robustecer la confianza y generar la seguridad de terceros en particular, y de la sociedad en general.

Cierro estas líneas con una reflexión que compete a cada uno y que espero tenga una respuesta clara tras la lectura de estas líneas ¿Por qué es importante para “mi”, como organización, implantar una cultura en responsabilidad y en ética?

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