José Manuel Sieira en una foto tomada en el Tribunal Supremo, con las fotos de sus antecesores en la Presidencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo que él ocupó entre 2010 y 2015. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.
José Manuel Sieira, distinguido con el Premio Montero Ríos, en su XXI Edición, por su trayectoria al servicio de la Justicia
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20/9/2022 13:52
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Actualizado: 27/9/2022 00:59
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El magistrado emérito del Tribunal Supremo José Manuel Sieira Míguez, ha pasado a la historia como uno de los presidentes de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (2010-2015) más brillantes de los últimos 25 años de este órgano judicial.
Su «auctoritas» estaba fuera de toda duda.
Por esta razón, por su competencia y por los atributos profesionalees y humanos demostrados a lo largo de su carrrera, la Junta Directiva de la Asociación de Juristas Gallegos en Madrid acordó concederle el Premio Montero Ríos, en su XXI Edición, bautizado así en honor al que fuera presidente del Tribunal Supremo, ministro de Justicia y presidente del Consejo de Ministros entre finales del siglo XIX y principios del XX.
La Asociación de Juristas Gallegos en Madrid entregará el galardón a Sieira en el Senado el próximo mes de noviembre. La fecha y la hora están pendientes de fijarse.
Hace poco más de dos años, el Consejo de Ministros aprobó, en julio de 2020, conceder la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort al magistrado Sieira en reconocimiento a su trayectoria profesional de 48 años de servicios al Estado, de los que 26 han sido en el Tribunal Supremo, en cuya Sala de lo Contencioso-Administrativo estuvo destinado.
En noviembre de 2019, un mes antes de jubilarse, Confilegal le distinguió con una placa en reconocimiento a su «rigor jurídico» y su entrega a la Justicia y a la democracia. «La justicia no es una profesión, ni una función pública. La justicia es mucho más, una vocación de hombres y mujeres que creen en la importancia de las instituciones, en la defensa de nuestros derechos y deberes, una defensa frente a todos», declaró en ese acto. Toda una confesión pública.
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