Javier Rupérez, elegido académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
Diplomático, político, víctima del terrorismo y figura clave de la Transición, ocupará la vacante del sociólogo Salustiano del Campo. Su elección fue por unanimidad.

Javier Rupérez, elegido académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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09/4/2025 05:35
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Actualizado: 08/4/2025 23:33
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La Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (RACMYP) ha incorporado a sus filas a uno de los grandes nombres de la diplomacia y la política española contemporánea: Javier Rupérez (Madrid, 1941) ha sido elegido nuevo académico de número, en sustitución del sociólogo Salustiano del Campo, fallecido recientemente.

La candidatura fue propuesta por tres ilustres académicos —Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Marcelino Oreja y Carlota Solé— y fue respaldada por unanimidad del pleno académico.

Su ingreso efectivo en la institución tendrá lugar cuando pronuncie el preceptivo discurso de recepción.

La semana pasada también fue elegida académica de número la economista Carmen Herrero Blanco, lo que refuerza la proyección interdisciplinar de la Academia bajo la presidencia del jurista y politólogo Benigno Pendás.

Una trayectoria marcada por el servicio público y la defensa de la libertad

Desde la RACMYP se subraya la “larga y brillante trayectoria” de Javier Rupérez como diplomático y político. “Fue un actor relevante de la Transición y ha tenido un papel muy destacado en la Alianza Atlántica y como embajador de España en Washington”, destaca la institución.

Licenciado en Derecho en 1962, ingresó en la Escuela Diplomática tres años más tarde, en 1965. Sus primeros pasos lo llevaron a Ginebra, como consejero de embajada en la histórica Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (1972-1975), piedra angular de la distensión entre bloques durante la Guerra Fría.

A finales de 1975 regresa a Madrid, donde permanece en el Ministerio de Asuntos Exteriores hasta diciembre de 1977, cuando da el salto a la política con la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez. Entre 1979 y 1982 fue diputado por Cuenca y portavoz de Relaciones Exteriores en el Congreso.

Víctima de ETA y defensor incansable de la democracia

En noviembre de 1979, Javier Rupérez fue secuestrado durante un mes por un comando de la banda terrorista ETA, episodio que marcó profundamente su vida personal y su compromiso con la defensa de los valores democráticos. Esa experiencia, lejos de retirarlo, reforzó su determinación en la vida pública.

En 1982, tras la entrada de España en la OTAN, fue designado Embajador ante la Alianza Atlántica. Posteriormente, y tras una etapa parlamentaria con el Partido Popular, fue nombrado Embajador de España en Washington (2000-2004), donde fue testigo y partícipe de las relaciones bilaterales en un momento especialmente sensible tras los atentados del 11-S.

En esa etapa promovió la firma de la Declaración Política de Entendimiento y Cooperación entre España y Estados Unidos (2001), así como la renovación del Acuerdo de Defensa (2002). También facilitó importantes inversiones españolas en sectores estratégicos como la biotecnología o las energías limpias.

Carrera internacional y última etapa en Chicago

Entre 2004 y 2007 ocupó un cargo de máximo nivel en Naciones Unidas como secretario general adjunto y primer director ejecutivo del Comité Antiterrorista, convirtiéndose en una figura de referencia internacional en la lucha contra el terrorismo.

En 2007 retomó la carrera diplomática como cónsul general en Chicago, puesto que ocupó hasta su jubilación en 2011. Al cesar en el servicio activo, ostentaba el primer puesto del escalafón diplomático español, y se le concedió el título honorífico de Embajador de España con carácter vitalicio.

La continuidad de una tradición diplomática en la Academia

Con su incorporación, Rupérez amplía la nómina de grandes diplomáticos en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, una tradición que encarnan también nombres como Marcelino Oreja. Su perfil —cultivado en la reflexión, forjado en la acción y curtido en el servicio público— responde a la esencia misma de la institución: pensamiento al servicio de la sociedad.

Su elección representa no solo un reconocimiento a toda una vida entregada a la defensa de la democracia, la libertad y el humanismo, sino también una contribución de alto valor a los debates contemporáneos sobre geopolítica, relaciones internacionales y ética pública. Una voz autorizada para los tiempos inciertos que corren.

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