En defensa del CNI

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07/12/2014 00:00
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Actualizado: 08/4/2016 10:27
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Carlos Berbell, director de Confilegal

Confieso que estoy perplejo desde que leí que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)  había decidido querellarse contra Francisco Nicolás Gómez Iglesias, “el pequeño Nicolás” por un supuesto delito de injurias.

Porque éste había dicho en el programa  “Un tiempo nuevo”, de Telecinco, que el CNI había hecho “cosas alegales”, y otras lindezas de menor calado.

Y vivo en la perplejidad desde entonces, huyendo de una idea que me persigue y que me pone los pelos de punta: “Pero, ¿en qué manos estamos?”.

¿Es de verdad posible que en el CNI nadie se haya dado cuenta de que esto se está jugando en dos pistas de circo simultáneas, la de la justicia y la de la opinión pública? ¿Y que al “querellarse” contra Gómez Iglesias ante la justicia están alimentando y agigantando su importancia y su imagen ante la opinión pública?

Y no sólo eso. Están minando la confianza que los ciudadanos tenemos que tener en el Estado y sus organismos.

Nos hacen dudar de la eficacia de los hombres y mujeres que están a sus mandos en estos momentos.

Si la solución que han encontrado para hacer frente “al pequeño Nicolás” es una querella, entonces apaga y vámonos.

Es más que evidente que esta ha sido una idea de una mente jurídica con gran influencia sobre los que le rodean. Una mente que piensa que el acudir a la Justicia tiene el mismo efecto que el bálsamo de fierabrás, “que todo lo cura”.

Lo mismo que con la consulta del 9N en Cataluña.

Lo siento, pero no es así.

El Centro Nacional de Inteligencia es nuestro servicio de espionaje y contraespionaje, o servicio de inteligencia, o servicio secreto. Da lo mismo la definición.

Su existencia es esencial para la seguridad nacional. Su campo de acción es esa zona gris en la que se libran las batallas más decisivas contra nuestros enemigos, de las que jamás escucharemos hablar los ciudadanos.

Su servicio a la democracia está más allá de toda duda, esto hay que decirlo en voz alta. A gritos, si es preciso.

El trabajo que están llevando a cabo es impagable.

Cuentan en sus filas a grandes analistas y a personal de campo que nada tienen que envidiar a sus primos del Mossad, del Shin Bet, de la CIA, del MI6 o del MI5 o del FSB ruso, el servicio secreto en que se ha transformado la KGB.

Por eso mi perplejidad. 

Está muy bien que el CNI, junto a Casa Real, la Vicepresidencia de Gobierno y la Comunidad y la Alcaldía de Madrid, hayan desmentido la relación con Gómez Iglesias. Y que para remachar,  que hayan hecho lo propio el director del CNI, Félix Sanz Roldán, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, el secretario de la infanta Cristina, Carlos García Revenga, y el ex director de Comunicación de la Casa Real, Javier Ayuso.

¿Pero pasar a la interposición de la querella, con abogado del Estado, dios mediante?

Voy a decirlo con toda claridad: Ha sido como apagar un fuego arrojando gasolina pensando que era agua.   

Si alguien creyó que con esa acción legal iban a conseguir que Gómez Iglesias se iba a callar es que no conoce cómo funciona este invento que llamamos democracia y mucho menos los medios de comunicación y la televisión, en concreto.

Su última intervención en “Un tiempo nuevo”, de Tele 5, la noche del sábado 6 de diciembre, tuvo ese efecto. El de la gasolina sobre un incendio. 

Era de cajón.

Gómez Iglesias profundizó en la línea seguida en los dos programas anteriores.

Lo hizo muy bien, desde el punto de vista de la comunicación.

Bordeó los abismos legales –estaba bien entrenado- y lo hizo con desparpajo, simpatía y seguridad. Sonriendo mucho. La sonrisa, y su encanto personal, son sus principales armas.

En el último programa fue un poco más allá que otras veces.

Reconoció que era un comisionista, un intermediario entre empresarios y personas del Gobierno, como el secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, que en estos momentos debe estar pensando en hacer las maletas del Ministerio de Economía.

Un comisionista patriótico, eso sí. Que también se puede amar a la patria mientras se hace negocio.

Lo que no explicó “el pequeño Nicolás”, ni nadie se lo preguntó, es si las comisiones que cobraba de empresarios nacionales y extranjeros eran “en negro” o si las ha declarado a Hacienda, como buen español. 

Tampoco explicó qué ingresos tuvo durante 2013 y qué ingresos ha tenido en 2014, hasta que estalló el escándalo.

Un conector

Es evidente que Gómez Iglesias es lo que el escritor y sociólogo canadiense, Malcolm Gladwell, define en su libro “La Clave del éxito”, como un “conector”: Son aquellas personas que “tienen la facilidad de hacer nuevas amistades y disfrutan de crear nuevos lazos entre sus conocidos. Un conector es esencialmente el equivalente social de un concentrador de red informática. Es decir, por lo general conocen gente a través de una serie de círculos sociales, culturales, profesionales y económicas”.

Aunque también podría formar parte de “los vendedores”: “Son los ‘persuasores’, personas carismáticas con capacidad de negociación de alto alcance, ellos tienden a tener un carácter indefinible que va más allá de lo que dicen y quieren dar a entender, lo que hace que los demás quieran llegar a un acuerdo con ellos”.

O puede ser una mezcla de ambos, un conector y un vendedor.

Esta es mi hipótesis.

El chaval tiene madera para las relaciones sociales y, si no estuviera metido en lo que está, bien podría ser un ejemplo del “nuevo emprendedor” del que tanto publicita el Partido Popular.

A las pruebas me remito.

Lo cierto es que en la televisión ha encontrado su medio natural.

Y el programa “Un tiempo nuevo” ha encontrado en Gómez Iglesias a su estrella.

Es una relación de beneficio mutuo evidente. Están hechos el uno para el otro.

Es posible que a los analistas del CNI no les hayan explicado cómo funciona esto de la televisión y del “prime time”.  Porque es fundamental entenderlo a la hora de montar cualquier tipo de estrategia sobre este asunto.

El prime time

Voy a tratar de explicarlo con la claridad de muchos años de experiencia en la televisión.

Hace un mes Tele 5 echó a andar este nuevo programa, “Un tiempo nuevo”, que tenía como objetivo hacer frente a “La sexta noche”, un programa de debate de La Sexta –propiedad de Antena 3 Televisión, rival de Tele 5-.

“La sexta noche” le había comido a Tele 5 la franja de máxima audiencia de los sábados, que había sido tradicionalmente suya con “La noria” y “El gran debate”.

Tele 5 quería recuperarla por su importancia estratégica: 2015 es un año de elecciones municipales, autonómicas y generales.

El problema fue que en el primer programa “La sexta noche” les pasó por encima.

Sin embargo, desde la primera aparición de Gómez Iglesias Tele 5 le ha hecho morder el polvo a la Sexta y, por ende, a su casa madre, Antena 3 Televisión.

Han sido tres semanas de victorias consecutivas. 

Las audiencias del sábado 6 diciembre, las últimas, no pudieron ser mejores: 16,7 para “Un tiempo nuevo” frente a un 10,6 por ciento de “La sexta noche”. Gracias a “el pequeño Nicolás”.

¿Qué tiene todo esto que ver con la verdad? Nada.

Lo que se dirime en las televisiones son audiencias, número de espectadores, anunciantes y, finalmente, ingresos. “Cash”. Dinero efectivo.

De eso viven los medios de comunicación. De la publicidad.

No es la búsqueda de la verdad, aunque lo parezca y se diga.  

La verdad, se suele decir, es como una olla con dos o más asas. La puedes coger por un lado o la puedes coger por otro.

Eso lo sabe muy bien Gómez Iglesias. Y los directivos de televisión (por cierto, el consejero delegado de Tele 5 es Paolo Vasile, por si en el CNI no lo saben).

El joven afirmó en el  programa que lo que quería era que le dejaran en paz. Volver a ser una persona anónima. Vivir sin sentir el peligro.

Pero lo que de verdad expresó, con su lenguaje gestual y corporal, es que estaba encantado de haberse conocido. Que ha descubierto que nació para vivir en un plató de televisión y que la fama “mola mazo”.

¿Y lo que cuenta?

Lo que dice actúa de disolvente sobre la confianza ciudadana. De nada sirve que todas las instituciones y personalidades citadas afirmen que no tienen nada que ver con él.

Basta con que Gómez Iglesias muestre una media prueba que indique lo contrario para plantar la duda en las mentes de los espectadores.  

La próxima semana aventuro que en el plató estará “la pechotes”. Es lo que yo haría si dirigiera el programa.

Ya sé que es difícil, pero el CNI si está interesado en hacer frente a esta “crisis” de forma eficaz tiene que enfocarla de manera diferente.

Conociendo este terreno tan movedizo que se pisa, y sin tener que acudir a los tribunales.

En mi opinión, no es eso lo que se espera de nuestro servicio de inteligencia.

Lo han hecho muchas veces antes y pueden hacerlo ahora también.

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