Pedro Ramón y Cajal: “En nuestro despacho no defendemos ni a narcotraficantes, ni a mafiosos, ni a violadores, ni delitos de sangre”
Pedro Ramón y Cajal es el presidente del Comité Ejecutivo de la firma que lleva su apellido y de la que es socio director Francisco Palá. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Pedro Ramón y Cajal: “En nuestro despacho no defendemos ni a narcotraficantes, ni a mafiosos, ni a violadores, ni delitos de sangre”

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08/6/2015 00:00
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Actualizado: 03/12/2019 22:05
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Es una declaración de principios. Rotunda. “Todo el mundo tiene derecho a que le defiendan, pero nosotros no prestamos nuestros servicios a esos casos”, afirma Pedro Ramón y Cajal, presidente de uno de los grandes –y más influyentes- despachos españoles. No es médico, pero su ADN es el mismo que el de nuestro Premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal. Su tío bisabuelo.

La familia Ramón y Cajal ha dado 32 doctores y once catedráticos en Medicina, dos Premios Moscú y un Premio Nobel. Han sido protagonistas directos de los últimos 150 años de la historia de la Medicina española.

Son seis generaciones de médicos… y un jurista. Él, Pedro Ramón y Cajal. Abogado del Estado en excedencia y fundador de Ramón y Cajal Abogados.

“A los dieciséis o diecisiete años ‘vi’ mi futuro en la vida de mi padre, de mi abuelo, de mis tíos. Con nitidez absoluta. Mi vida no iba a ser distinta a la que llevaban ellos en sus diferentes edades. Y me dije, ‘yo quiero vivir una cosa distinta porque esta ya la conozco’”, explica Pedro Ramón y Cajal en una sala de reuniones de su cuartel general, en Madrid.

«La verdad es que me hubiera gustado dedicarme a la historia del arte, que es mi gran pasión, porque a mí nunca me gustaron las ciencias. Mis mayores me explicaron con toda claridad que de eso no se podía vivir fácilmente. Me dijeron que hiciese algo que tuviera salidas. Y opté por el Derecho. Fue una buena elección», añade.

Pedro Ramón y Cajal habla con lentitud. Mide muy bien lo que dice, y lo expresa de una forma que no deja lugar a los matices, como cuando habla de los principios que rigen el bufete que preside. Son su bandera de identidad. Lo más importante. En Ramón y Cajal Abogados no vale todo para captar clientes. Para ganar dinero.

“Nosotros, Ramón y Cajal Abogados, somos un despacho de principios. Y esto quiero dejarlo muy claro. Nosotros no llevamos causas que no tengan un suficientemente fundamento para ser defendidas. En el orden civil y mercantil nunca planteamos un litigio imposible. Y en el orden penal, en nuestro despacho no defendemos ni a narcotraficantes, ni a mafiosos, ni a violadores, ni delitos de sangre. Entendemos que tienen derecho a un abogado. Todo el mundo tiene derecho a una defensa, pero no vamos a ser nosotros”. El tono de su voz es firme. La mirada no deja lugar a dudas.

Hizo derecho y después la oposición a Abogado del Estado. ¿Por qué no la de juez? 

Nunca he servido para ser juez. La cumbre de mi profesión sin duda es la judicatura. Es poner la sentencia. Hacer el derecho en el caso concreto. Obviamente, la cumbre absoluta es llegar a ser magistrado del Tribunal Supremo, al modo tradicional. O del Tribunal Constitucional, si así se prefiere.

Tengo que reconocer que nunca me he sentido bien haciendo justicia. Incluso en los arbitrajes, de los que formo parte, releo el caso, lo pienso y lo vuelvo a releer. Busco el matiz. Bajo hasta el suelo y, a veces, hasta ‘rompo’ la baldosa que hay debajo. Juzgar es muy difícil. Extraordinariamente difícil. Defender o atacar es  fácil. Asesorar, es fácil.

«JUZGAR ES MUY DIFÍCIL. EXTRAORDINARIAMENTE DIFÍCIL. DEFENDER O ATACAR ES FÁCIL. ASESORAR, ES FÁCIL»

¿Por qué en un momento dado decide dejar de ser abogado del Estado y monta un bufete? Ese sí que es un salto importante. Fue en 1986.

Por varias razones. Primera, porque yo era subdirector General de Recursos de Economía, Hacienda y Comercio. En el  gran Ministerio de don Miguel Boyer, una persona a la que yo admiré, y que debería de tener calles en este país al igual que Enrique Fuentes Quintana o Fernando Abril Martorell. Por los Pactos de Toledo.

Mi sueldo por aquel trabajo era de 172.000 pesetas netas al mes. El metro cuadrado en la almendra de Madrid estaba entonces en 100.000 o 104.000 pesetas. 600 euros de los de ahora. Para tener una casa de 150 metros tenía que invertir veintitantos de mi vida.

Durante el tiempo que serví en el Ministerio –fueron cuatro años- tuve cuatro subsecretarios y dos ministros. A todos ellos, a excepción del primero, tenía que presentarme y explicarles quién era yo y qué hacía allí.

Terminé cansándome.

El Estado es un ente abstracto que ni siente, ni padece, ni agradece. Pero es el Estado. Soy, de un modo vocacional, abogado del Estado. Pero ocurre que, como abogado del Estado, no eres libre.

Los funcionarios no son libres. Dependen de personas que, además, cambian con demasiada frecuencia. Tienes que atemperarte a ellas, en lugar de ellos a ti. Y la retribución no compensa el esfuerzo.

Como digo, no podía comprarme un piso en la zona de Madrid donde me apetecía vivir, con lo cual di el salto al sector privado.

«EL ESTADO ES UN ENTE ABSTRACTO QUE NI SIENTE, NI PADECE, NI AGRADECE. PERO ES EL ESTADO»

Hace dos años Ramón y Cajal Abogados sufrió, si nos permite la expresión, ‘un revés’. Un gran despacho internacional fichó a un número de socios y de abogados de su bufete. ¿Cómo encajaron el golpe y cómo se rehicieron?

[Se ríe] Bueno. El revés del año 2013, por definirlo con sus propios términos, no fue tal. Se marcharon 17 abogados y 4 socios. Lo hicieron en bloque. Tomaron la decisión de ponerse bajo el paraguas de una multinacional muy importante de nuestro sector, entendiendo que los clientes tradicionales, con los que habían tratado, las cajas de ahorros, ya no existían.

Lo que pensaron fue, ‘me voy allí, estoy tres o cuatro años, que son los que me pueden quedar de vida útil profesional, y, luego, Dios proveerá’.

¿Qué nos ocurrió a nosotros? Que nos liberaron de un 30 por ciento del capital y de 1.200.000 euros anuales de gastos. Dicho con otras palabras: me hicieron un ERE maravilloso.

Veinte días después había sustituido un catedrático por otro catedrático de Mercantil y seguíamos haciendo el M&A que ahora mismo se hace en España. El revés no fue tal. La crisis se convirtió en una ventaja competitiva.

¿Se puede competir con los despachos internacionales?

En España hoy en día hay una clara distinción entre los despachos, digamos nacionales, encabezados, si quieren ustedes, por Garrigues, Cuatrecasas -nuestros vecinos de enfrente-, Uría Menéndez, Pérez-Llorca, CMS Albiñana y Suarez de Lezo, Gómez Acebo y Pombo, y nosotros. Este conjunto de despachos nacionales tienen unas cifras de crecimiento más bien suaves.

Nosotros el año pasado hemos crecido suavemente. ¿Por qué?, porque toda la inversión, todo el M&A, lo están haciendo inversores extranjeros.

Tienen que tener ustedes presente un dato muy importante: El 63 por ciento de las operaciones financieras en Europa se hace desde la City de Londres. El 63 por ciento. Ese dato también es aplicable a España.

Esos inversores extranjeros siempre van  de la mano de despachos internacionales. Siempre. Esta tendencia no es reversible.

Ahora bien, cuando surge el problema interno, el problema judicial que exige una reflexión más allá de los estándares anglosajones, entonces  es cuando empiezan  a acudir a los despachos nacionales.

Nosotros tenemos una  calidad igual y, en algunos casos, superior a los despachos internacionales. Y desde luego nuestras facturas suponen como la tercera parte de las de esos bufetes.

Nosotros no facturamos por horas ni por minutos. En este despacho se factura en función del asunto y siempre por resultados. Jamás por horas.

¿Cuántos abogados trabajan ahora mismo en Ramón y Cajal Abogados?

Estamos en unos ciento veintiséis. Veinticuatro en Barcelona y el resto estamos en Madrid.

Y también en Pamplona.

Y también en Pamplona, cierto.

«TENEMOS UNA CALIDAD IGUAL Y, EN ALGUNOS CASOS, SUPERIOR A LOS DESPACHOS INTERNACIONALES. Y NUESTRAS FACTURAS SUPONEN COMO LA TERCERA PARTE DE LA DE ESOS BUFETES»

¿Y por qué en Pamplona y no en Huesca o en Cádiz?

El socio director de Navarra se formó en el despacho. Es navarro. Quiso volver a su tierra porque teníamos clientes muy importantes allí. Así que dijimos, ‘muy bien, pues te vas a ir a fundar, como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, el despacho en Pamplona’ [esboza una amplia sonrisa].

Son 40 socios en total y están muy bien implantados en financiero y mercado de capitales, con doce socios. En mercantil tienen trece y en procesal, concursal y arbitraje, su especialidad, dieciocho. Recientemente han incluido tecnologías de información, ¿por qué? ¿Está esta campo es auge?

Absolutamente. El derecho que regule la seguridad, la transmisión de datos a través de las TICs, tiene que tener un desarrollo y una problemática que, aunque ahora es incipiente, en el futuro va a ser algo muy ordinario y muy común.

Por ejemplo, el derecho al olvido. Los antecedentes penales se borran. Pero en la nube permanece todo permanentemente. Una detención siempre estará en Internet, incluso con imágenes. El derecho al olvido, desde mi punto de vista, es un logro que nosotros tenemos que intentar regular en derecho, de alguna manera.

¿Cómo es la cultura de empresa que impera dentro de Ramón y Cajal Abogados? ¿Buscan algún tipo de perfil de profesional específico?

Nosotros tenemos 562 clientes. Seguimos pensando en la teoría del racimo de cerezas, que me parece que es como se consolida un despacho.

Este despacho tiene veintinueve años. Siempre lo hemos hecho, escalón por escalón, paso a paso.

Nuestro factor diferencial es un ratio de socios que sólo algunos despachos norteamericanos tienen. Prácticamente de dos coma algo de abogados por socio.

La preparación de los abogados, fundamentalmente socios, tiene su base en las oposiciones. De muy diversas oposiciones. Aquí contamos con cuatro magistrados y fiscales y diez abogados del Estado. Dieciocho personas más encararon las oposiciones de Abogacía del Estado. Un inspector de Hacienda en excedencia y un catedrático de Mercantil. Probablemente me dejo algo en el camino.

¿Por qué? Porque a mí me gusta la cultura del opositor. Esa cultura consiste en encarar un esfuerzo, que no es un esfuerzo usual. Donde existe una voluntad de sacrificarte, una autodisciplina, un autocontrol.

Es la cultura del esfuerzo.

Lo de menos es obtener al final oposición o no obtenerla, porque cuando uno ha afrontado en serio unas oposiciones ha demostrado la pasta de la que está hecho.

En segundo lugar, y es un factor importante, todos los que hemos hecho oposiciones hemos considerado el dinero como algo secundario. El dinero es esencial para poder vivir y tener algunas cosas, pero cuando uno decide hacer Abogacía del Estado o afrontar la Carrera Judicial, por ejemplo, el dinero tiene una importancia secundaria. Porque si no se habría dedicado a otra cosa que le hubiera dado ingresos más grandes y rápidos. Habría puesto una tienda de no se qué con lo más pujante del mercado.

Esa cultura del esfuerzo es la que yo siempre he querido para la gente de mi despacho. Ahora, es verdad, se oposita menos. Últimamente hemos incorporado a tres personas que hicieron la oposición a Abogados del Estado pero que no lo consiguieron.

En general lo que buscamos ahora, y ya incorporamos, son juniors, E3, masters. Siempre con un dominio absoluto del inglés. Aunque no seamos un despacho internacional aquí todo el mundo habla buen inglés [se sonríe].

El departamento de Procesal, Procesal  Penal y Procesal Civil, es,  yo creo que es el número dos en cifra de negocio de despacho en estos momentos y el número de miembros también es inferior al Mercantil, M&A y Financiero, pero altamente importante dentro de nuestro volumen general.

«LA CULTURA DEL ESFUERZO ES LO QUE YO SIEMPRE HE QUERIDO PARA LA GENTE DE MI DESPACHO»

Lo que más preocupa a los bufetes españoles hoy en día es la captación de clientes.  Lo estamos viendo en los más grandes, como Garrigues o Cuatrecasas, y en los más pequeños. Todos operan con el boca a boca pero están entrando en la Red. ¿Cuál es la estrategia de Ramón y Cajal Abogados para crecer? Porque ustedes quieren crecer, ¿verdad?

Claro que necesitamos crecer, pero yo no veo otra forma razonable de crecer que haciendo las cosas bien. En dar una calidad especial por nuestra parte. Una calidad especialmente significativa en comparación a otros muchos despachos, nacionales e internacionales.

Y nuestras facturas siempre son inferiores.

Tal vez en un gran despacho, con el número de abogados con los que cuenta Garrigues, o, en menor medida Cuatrecasas, tengan la capacidad de absorber la  clientela que les pueda llegar a través de la red.

Pero creo firmemente que a través de la red no les van a llegar los asuntos que aquí deseamos nosotros. Les llegaran otros. No sé cuales, pero serán otros.

Un asunto de compra o de venta, para una emisión significativa, eso no se capta por la red. Nadie que vaya hacer una inversión, o vaya a comprar algo, está tan desesperado como para no conocer un abogado y acudir a la red para contratar uno.

¿Qué más les puedo decir? Al final el cliente lo que quiere es confiar en su abogado. Nosotros tenemos todos los aprioris para generar esa confianza. Luego viene, además, la fuerza comercial y la fuerza personal.

La relación personal es la que determina la confianza. En igualdad de condiciones, es aquella persona a quien conoces en la que confías la que contratas. Yo, en esto, soy muy tradicional. No se me ha ocurrido hacerlo de una forma distinta.

¿En Ramón y Cajal Abogados importan los ‘rankings’, a los que son tan aficionados en el sector? Rankings de abogados por facturación, por número de clientes, por…

En absoluto. En este despacho tenemos la mentalidad del corredor de fondo. A mí ser el número uno en una carrera de 60 metros, de un minuto, no me interesa.

Esto lo comenzamos tres abogados del Estado hace 29 años. Ahora, como le he dicho, somos 126 personas. Me conformo con eso.

Los objetivos anules se cumplen, en ocasiones con un leve crecimiento. Con eso hemos cumplido el presupuesto y nuestros objetivos están logrados. Y si quedamos un poco por debajo de los objetivos, tampoco pasa nada. No nos morimos ninguno.

Pero yo conozco y aprecio, y tengo amigos en todos los despachos de abogados fundamentalmente nacionales, y me encanta que en el ‘ranking esté CMS Albiñana  & Suarez de Lezo o Cuatrecasas. También podríamos luchar por estar en esos ‘rankings’, pero para nosotros no tienen ninguna relevancia.

Esa no es nuestra carrera. Somos un despacho de calidad, solvente, serio en el que existe un profundo orgullo de pertenencia. Las personas que trabajan aquí sienten ese orgullo. Y también nuestros clientes, porque saben que han acertado con nosotros.

Estar en los rankings está bien pero no es fundamental para nosotros.

Cambiando de asunto, recientemente el fiscal ante el Tribunal Constitucional, y exfiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, avisaba, desde Confilegal, de que los programas de cumplimiento normativo no son un seguro para las empresas. ¿Qué opina usted?

No estoy de acuerdo con don Eduardo, al que admiro. Es una de las personas más cultas y agradables que he conocido nunca.

El esfuerzo interno de las compañías para llegar a un cumplimiento normativo y a una transparencia interna, al menos razonable, no ha hecho sino empezar. Todos estos acicates legales son muy convenientes.

Las unidades de cumplimiento normativo o de prevención de riesgos penales, exigen una reflexión interna. Exigen la formación de un comité autónomo. Nosotros, como despacho, lo que procuramos es que esté presidido por un externo de cierto nivel. Que tenga una “auctoritas” dentro de la compañía y un razonable conocimiento de la organización. Pero que sea externo.

En esos comités prácticamente toda la alta dirección está concernida: La vía jurídica, la vía financiera, recursos humanos, ciertas áreas de negocio…

El examen de los asuntos, el examen del cumplimiento de los modelos, me parece a mí un ejercicio muy sano, desde el punto de vista interno.

Y sí, no exonera de la responsabilidad al autor, pero sí a la empresa y a su Consejo de Administración. El Consejo de Administración no forma el negocio. Lo que forma es la supervisión y el control del negocio. Tal vez la estrategia, pero no el negocio.

El artículo 31 bis del Código Penal exonera de responsabilidad criminal a la compañía y, por ello, entiendo que mantiene la responsabilidad criminal de aquel que habiendo vulnerado los modelos de prevención ha realizado algún tipo de delito en beneficio del objeto social, en beneficio de la caja de la compañía y sin beneficio propio, por lo menos, directo.

A mí todo esto me parece un avance porque, como mínimo, te hace reflexionar. También propugnamos en este despacho, que haya dos canales distintos. Uno de consultas y otro de dudas.

Tampoco se trata de construir un sistema de delación, como el que existió en la Republica de Venecia en su día. Pero la duda de si algo es reprochable o está fuera de las normas, y la consulta sobre ello, a mí me parece mucho más operativa.

De manera que no comparto la opinión Don Eduardo Torres-Dulce en esto.

«EL ESFUERZO INTERNO DE LAS COMPAÑÍAS PARA LLEGAR A UN CUMPLIMIENTO NORMATIVO Y A UNA TRANSPARENCIA INTERNA, AL MENOS RAZONABLE, NO HA HECHO SINO EMPEZAR»

Los programas de cumplimiento normativo son aplicables a todo tipo de empresas. ¿También a los partidos y a los sindicatos? ¿Qué opina usted?

A mí, los modelos de prevención internos, me parecen que son aplicables a cualquier organización. A cualquier organización.

El primer ejercicio de transparencia que tienen que hacer, y de cumplimiento normativo, es atemperar sus gastos a los previsibles, incluso frenarlos.

Pienso que los modelos de partido político y/o de sindicatos que tenemos ahora deben de reformarse sustancialmente. Antes tenían un exceso de plantillas. Conservan un elevadísimo numero de militantes que están liberados, a sueldo del partido. Esto es muy caro. De ahí viene buena parte de la corrupción, que todos sin excepción, han practicado.

La Justicia ha estado en el radar de los últimos dos gobiernos, el de Zapatero y el de Rajoy, pero no se han abordado las reformas pendientes. ¿Cree que la próxima legislatura será la legislatura de la Justicia?

Los jueces no se forman de la noche a la mañana y no puedes incorporar en un año 400 de golpe. Probablemente 80 sí, pero 400 no. Pero tenemos que ir a la causa mediata, cómo decían los clásicos. Causa mediata, causa inmediata. Es muy importante recordar estos conceptos de lógica.

La causa mediata de la situación judicial en España, es decir, de los atascos, de las disfunciones, es un exceso de trabajo que tiene su causa en la litigiosidad. En nuestro país es un 30 por ciento superior a la de Francia y los franceses son veinte  millones más que los españoles.

Esto, en consecuencia, no es normal.

La aplicación de las tasas en la Justicia ha tenido el efecto de reducir sensiblemente la litigiosidad. Es verdad que no puedes privar de la justicia a personas que no pueden pagar 600 euros o 525 o 432 en ciertos temas, pero en otros sí.

Es verdad  que quizás no tenga que haber tasas para ciertos temas. Pero también es verdad que, para el conjunto de las situaciones litigiosas, mercantiles o contenciosas administrativas, nuestro índice de litigiosidad excede de todo lo razonable. Comparativamente, en relación al resto de los países del grupo al que pertenecemos.

El esfuerzo de los jueces, ante la avalancha de asuntos, es admirable. Porque la calidad media de las decisiones judiciales es muy suficiente y muy correcta. Si mi gente se agobia porque tiene un vencimiento, imagínense el juez que, además, tiene que poner la sentencia.

Dicen que un abogado solamente tiene dos estados de ánimo: estresado, cuando tiene trabajo, y deprimido, cuando no lo tiene.

Los jueces tienen que estar permanentemente estresados. Es evidente que habrá algunos que probablemente hayan desarrollado una piel del elefante y les resbale todo, incluso la propia justicia. Pero son la absoluta excepción.

El día a día del Poder Judicial es admirable y todo radica en el juez, mucho más que en el secretario. La experiencia de los abogados es que Su Señoría atiende más y mejor que el secretario del juzgado, que se refugia en la burocracia.

Yo no sé muy bien como corregir las disfunciones de la Administración de Justicia. Sí sé que hay que empezar por la causa mediata, y la causa media es que el español está litigando demasiado y, en ocasiones, con demasiado poco  fundamento.

Los abogados tienen que ver en esto. Viven de esto…

Los abogados tratamos de evitar la confrontación. Es indudable que el nivel de comportamiento general de la sociedad española, que es alto, se debe en buena medida a la capacidad de entendimiento, de asesoría y de dialogo que prestamos los 156.000 abogados ejercientes.

«DICEN QUE UN ABOGADO SOLAMENTE TIENE DOS ESTADOS DE ÁNIMO: ESTRESADO, CUANDO TIENE TRABAJO, Y DEPRIMIDO, CUANDO NO LO TIENE»

Su curriculum muestra una presencia constante en consejos de administración de empresas de comunicación, como Atresmedia, Radio Zaragoza, El Mundo, Telefónica Contenidos o Radio Sport. ¿Existe alguna razón para ello o es pura casualidad?

Francamente no. Nunca he sido un comunicador. Dicen que tengo una buena voz de locutor, pero nunca me he atrevido a ponerme delante de un micrófono, en plan profesional. Podría ser hasta divertido [se ríe].

En gran medida ha sido algo fortuito. Empecé en Radio Zaragoza, por la amistad con la familia propietaria por entones. Luego fue comprada y se integró en la Cadena Ser. De ahí pasé a Difusora de Información Periódica, empresa editora de la revista Época.

Después, el Grupo Telefónica me situó en Antena 3. Allí he permanecido después, como independiente. Fui consejero fundador de El Mundo muchos años, hasta que se alcanzaron los números negro y el capital que yo representaba se vendió, prácticamente hasta ese mismo momento.

Los consejos de administración de las empresas de medios de comunicación tienen como primera obligación proteger al periodista, al comunicador. Considerar, de entrada, que lo han hecho bien. Y comprobar, después, que lo han hecho bien, examinando, en cada caso, si su comportamiento se ha ajustado al libro de estilo y de normas de la empresa.

Volviendo al comienzo de esta entrevista. A la familia Ramón y Cajal. ¿Qué es lo que supone formar parte de ella?¿Mantienen ese gran valor que don Santiago daba al conocimiento? Solía decir que la verdadera revolución en España se produciría cuando los españoles apreciáramos el valor de la educación y del conocimiento. Hoy, suponemos, estaría contento.

Conservamos en casa una fotografía suya donde debajo escribió de su puño y letra en la que se puede leer: «España nunca será una gran nación mientras nuestros ríos se pierdan en el mar y nuestros talentos en la ignorancia».

Yo creo que hoy ambas cosas se han corregido, en buena medida. La Diputación General de Aragón hizo unos posters con ella.

Hoy don Santiago sería feliz, sí. Por suerte, él no vivió la Guerra Civil. Eso habría acabado con él del todo. A consecuencia de ella, su escuela fue destruida. La mayor parte de su escuela, sus colaboradores y discípulos, tuvieron que exiliarse. De no haber sucedido, España podría haber tenido, al menos, dos Premios Nobel más. Pero bueno, la guerra civil fue lo que fue.

Siempre hablamos de don Santiago, pero ¿hay alguna otra figura en su familia cuyo ejemplo haya tenido tanta influencia, o más, en todos ustedes?

Sí, mi tatarabuelo Justo. El padre de don Santiago. Era particularmente singular. Aprendió a leer y a escribir él solo, siendo adulto. Nació en Larrés, una aldea muy bonita, a 14 km de Jaca [Huesca]. No tenía ni una vaca. Con lo cual decidió hacer otras cosas e irse de allí.

Cuando quiso hacer estudios de cirugía, en la primera mitad del siglo XIX, Zaragoza todavía estaba destruida por los sitios, por los dos sitios, producto de la guerra de la independencia. Decidió irse a Barcelona, pero como no tenía dinero para la diligencia, se marchó andando desde Zaragoza. Allí consiguió hacerse médico.

Fue la fuerza de la voluntad, de la que hablaba antes. Y del esfuerzo personal.

A don Santiago, que era su hijo mayor, se encargó de enseñarle a leer y a escribir cuando tenía tres años. Trabajaba como médico en Ayerbe.

En las afueras había unas cuevas muy bonitas y, yo creo, que rememorando el mito de la caverna de Platón es donde quiso que su hijo aprendiese a leer y escribir.

No quería que nada de lo que le pasó a él se volviera a repetir. Le inculcó a don Santiago la pasión por el conocimiento. Esa es nuestra herencia.

Gracias al tatarabuelo somos ya seis generaciones de universitarios y, cómo siempre nos explicaron de niños, generación tras generación, las fincas hay que procurar llevarlas en la cabeza.

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