Emilio Calatayud, un juez de menores que produce sentencias ejemplares
El magistrado Emilio Calatayud en una imagen tomada en 2017, cuando recibió un premio de la Asociación de Comunicadores e Informadores Jurídicos. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Emilio Calatayud, un juez de menores que produce sentencias ejemplares

Desde hace años, el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, emite sentencias ejemplares. Son sentencias muy celebradas desde distintos sectores de la sociedad.

Y es que la figura de Calatayud se ha hecho popular en los ambientes judiciales y en la opinión pública gracias a sus sentencias, que han atraído la atención de muchos medios de comunicación.

Son medidas pensadas en el espíritu que inspira la Ley del Menor la cual incide, de un modo especial, en la reinserción y en la reeducación del menor encausado.

Así, por ejemplo es famosa su sentencia a una estudiante, pillada in fraganti llevándose artículos de varias tiendas de ropa femenina.

El juez Calatayud la condenó a pasar cuarenta horas empaquetando juguetes para niños necesitados.

O la condena a 100 horas de clases de informática a un joven que había «crackeado» varias empresas granadinas provocando daños por valor de 2000 euros.

También son llamativas las medidas impuestas, por el juez Calatayud, ante las infracciones de tráfico.

Por conducir un ciclomotor sin seguro o no llevar el casco, varios jóvenes han tenido que hacer un curso completo de seguridad vial.

De la misma manera, un chico que dio positivo en un control de alcoholemia tuvo que padecer en sus propias carnes las consecuencias de conducir bajo los efectos del alcohol al tener que pasarse 24 horas acompañando a un joven tetrapléjico, que había sufrido un accidente de tráfico. Además tuvo que asistir a la intervención quirúrgica de un accidentado.

Idéntico espíritu educativo tuvo la pena impuesta a un joven de diecisiete años detenido con unas treinta pastillas de éxtasis, que tuvo que cumplir un mes visitando un centro de drogodependientes para comprobar lo duro que era la reinserción de los chicos adictos a las drogas.

Y es que como dice el propio juez, si maltratas a un sin techo, repartirás comida entre indigentes; si pegas a otro chaval porque te miró mal, limpiarás cristaleras de edificios públicos para que sepas de verdad lo que es que te miren mal; si te gusta prender fuego, te irás de turno con los bomberos…

Quizás las pintorescas historias del juez Calatayud tengan su origen en el primer castigo que recibió él mismo cuando tenía sólo catorce años y no aprobó el curso. Su padre le castigó a trabajar todo el verano en un taller mecánico. “O estudias o trabajas”, le dijo el padre.

Emilio Calatayud aprendió la lección. Ese primer castigo le sirvió de inspiración para unas sentencias en las que lo importante es lograr la redención del menor, su reeducación y su reinserción. La fórmula es sencilla: justicia y sentido común. Por eso, los menores pagan sus infracciones sirviendo a la sociedad.

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