¿Sabías que los países escandinavos tienen un «dios», no una «diosa», de la Justicia?
Forsety, dios de la justicia, la paz y la verdad en la mitología nórdica.

¿Sabías que los países escandinavos tienen un «dios», no una «diosa», de la Justicia?

Cuando pensamos en Justicia siempre nos viene a la cabeza la imagen de la diosa romana Iustitia, con la venda en los ojos, la balanza en una mano y la espada en la otra. O su versión griega, llamada Themis. Pero la diosa Justicia no siempre se ha representado como mujer. También ha sido hombre: Forseti.

En la mitologías escandinava, la que regía la vida de los antiguos vikingos, antecesores de suecos, noruegos y daneses, la Justicia era representada por un dios llamado Forseti. De aspecto era como muchos escandinavos, es decir, alto, rubio, de ojos azules. Según las leyendas, era el más sabio y elocuente de Asgard, la capital de los dioses del norte.

Forseti residía en el palacio de justicia de Glitnir, cuyo techo era de plata, sostenido por columnas de oro. Resplandecía con tal fuerza que podía ser divisado a larga distancia.

Forseti, el dios de la justicia y la ley eterna, se sentaba sobre un elevado trono, desde el que resolvía las diferencias entre los dioses y los humanos. Su símbolo era una espada y sus sentencias eran tan equitativas que nadie podía encontrarles fallos.

De acuerdo con la mitología escandinava, Forseti poseía una elocuencia tal y un poder de persuasión tan poderoso que siempre llegaba a los corazones de los presentes y conseguía reconciliar a los más denodados enemigos. Era, por lo tanto, un gran juez y mediador.

PRESIDÍA TODOS LOS JUICIOS

Como dios de la Justicia y de la ley eterna, se suponía que Forseti presidía todos los juicios que se celebraban y los presentes juraban decir verdad poniéndole como testigo.

La presencia de Forseti se remonta al principio de la ley en el norte de Europa. Cuentan las leyendas que doce hombres sabios decidieron recopilar las normas que regían las diferentes tribus de su nación para hacer un código que fuera la base de las futuras leyes, las cuales debían ser iguales e uniformes para todos. Para ello, se echaron a la mar.

El barco, de pronto, se vio envuelto en una gran tempestad. Agotados invocaron a Forseti para que les ayudara. De pronto, un desconocido salido de no se sabe dónde, tomó el timón y les llevó a tierra, a lugar seguro, a una isla. Allí, tras realizar un par de maravillas, les reunió en un círculo y les dictó el código de leyes que debía regir sus vidas a partir de entonces. Luego se desvaneció.

Los doce sabios descubrieron entonces que habían sido salvados por el propio Forseti en persona. Y que su dios les había dado hecho el trabajo. Llenos de gozo, bautizaron la isla como Heligoland, o tierra sagrada. A partir de entonces, los pueblos del norte rigieron sus vidas bajo las leyes de Forseti. En esta mitología nórdica, precisamente, se basó Tolkien para escribir su obra más universal, “El señor de los anillos”.  

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