Adolfo Prego: «Se está perdiendo la conciencia de las garantías jurídicas»
Adolfo Prego, uno de los abogados penalistas españoles de referencia, en una imagen tomada en la sala de reuniones de su despacho. Carlos Berbell.

Adolfo Prego: «Se está perdiendo la conciencia de las garantías jurídicas»

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12/3/2017 05:59
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Actualizado: 28/5/2018 16:26
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De no haber abandonado la carrera judicial, Adolfo Prego podría haber sido un serio candidato a la Presidencia del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial en 2013. Pero un día de 2011, con 60 años, inesperadamente -y contra todo pronóstico-, como se suele decir, se lió la manta a la cabeza, pidió la excedencia de su puesto de magistrado del Alto Tribunal y se pasó al ejercicio libre de la Abogacía. Fue una sorpresa para todos.

Hoy es el socio director del bufete Adolfo Prego Abogados, un despacho con magníficas relaciones y gran proyección, desde el que mira con cierta preocupación lo que sucede en la España de hoy.

En especial la pérdida de las garantías jurídicas y constitucionales. Y, por lo tanto, de las libertades.

Los que fueron sus compañeros en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo lo recuerdan hoy como una de las mentes más agudas y preclaras del Palacio de las Salesas.

También un carácter fuerte y asertivo, la marca de fábrica de los mejores abogados litigantes en la historia.

Sin duda ha encontrado en la Abogacía su líquido elemento.

Durante 35 años Prego sirvió a la Administración de Justicia en los destinos más variados, incluyendo el propio órgano de gobierno de los jueces, donde estuvo siete años como vocal.

¿Por qué se marchó? Según él, había tocado techo en el Tribunal Supremo y no quería llegar un día en que le jubilaran.

Dice sufrir mucho en su nueva vida, pero disfruta cada minuto que pasa.

Posiblemente si volviera a nacer volvería a ser juez. O quizá, no. Tal vez abogado, una función de la que se siente muy orgulloso y en la que le acompaña su hijo, Adolfo Prego hijo.

¿Qué echa usted de menos en la España de hoy? 

Yo hecho de menos la recuperación de algo que se está perdiendo en España, que es la conciencia de las garantías jurídicas. Hubo un momento, con la Constitución de 1978, en que se puso de moda el garantismo. Con esa ilusión se fueron desarrollando doctrinas de las garantías constitucionales, tanto en el Tribunal Supremo como en el Tribunal Constitucional. Nos hemos empachado de garantías y yo noto que ahora hay una reacción en sentido contrario.

El derecho a la defensa, que no existía en la Ley de Enjuiciamiento Criminal hasta que se dictaba el auto de procesamiento. Se introdujo ya desde el minuto uno, en el artículo 118 de esta ley. Para que el imputado pudiese personarse en el procedimiento y actuar desde el primer momento con el fin de que fuera contradictorio, con las dos partes.

Eso, que fue un éxito, hoy a veces notas que se considera una especie de molestia. Y por eso se abusa del secreto sumarial. Se deja a las defensas apartadas durante meses o años, mediante prórrogas sucesivas de ese secreto.

Lo que fue una conquista hoy se ha convertido en una especie de molestia, que se elimina y que se suprime. Eso es una patología. Un descenso de las garantías. En 1978 se pasó al desarrollo de un proceso garantista. Se llegó a un cenit, a un máximo, y ahora estamos en un descenso vertiginoso y grave.

Habría que recuperar esas garantías otra vez porque de eso dependen las libertades.

Según Prego, «se abusa del secreto sumarial, se deja a las defensas apartadas durante meses o años, mediante prórrogas sucesivas de ese secreto». Confilegal.

¿Qué idea tenía de la Abogacía cuando estaba “al otro lado”?

Yo no la valoraba como lo que verdaderamente es. Es un trabajo ímprobo, hay que decirlo. Es una pelea continua por defender los derechos de las personas. Antes veía todo, desde mi posición de juez,  como un planteamiento interesado de las diversas personas. A veces tenían razón y a veces no. La visión que tengo ahora es de un sufrimiento atroz. Cuando ejerces la abogacía notas los rotos y los defectos del procedimiento.

Y cuando tiene que ponerse la toga y subir al estrado como abogado y vérselas con las nuevas generaciones de jueces, ¿qué piensa?

En las nuevas generaciones hay gente muy buena y gente que no es tan buena, como en todas partes. Pero sí ha cambiado la mentalidad. Quizá mi generación, la generación de jueces veteranos, mayores de 60 años, sea una generación de jueces muy idealistas, que sacrifican su vida a favor de la justicia. Como valor.

Ahora los jueces tienen una mentalidad más funcionarial, con más derechos, con más horario, con más exigencias, con más pretensiones. Están más integrados en un sistema funcionarial del Estado. Yo nunca me consideré un funcionario. Me consideré un servidor de la Justicia. Y nunca pretendí nada, salvo hacer las cosas bien. Ahora, desde el lado de la Abogacía, también. Digamos que los jueces de hoy son más materialistas.

Claro que defendería a Podemos, esa es la función de un abogado

Hasta ahora los magistrados del Tribunal Supremo se pasaban a la Abogacía cuando cumplían 70 años, como Enrique Bacigalupo. Cuando se jubilaban. Sin embargo, usted, que fue vocal del Consejo General del Poder Judicial y magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, un día decide marcharse, ¿por qué?

Porque no quería acabar mi carrera judicial con la edad de un jubilado. Marcharme a casa a no hacer nada. O a intentar hacer algo cuando ya no tuviera edad para hacerlo. Yo no he abandonado la carrera judicial. Me he jubilado cuando todavía tenía el motor suficientemente en forma como para hacer otras cosas y disfrutar con ellas. Formalmente, he pedí la excedencia. Internamente me he jubilado a los 60.

Y como me “he jubilado” me he dedicado a la abogacía porque todavía estoy en edad de hacer las cosas en condiciones.

Adolfo Prego en una de sus últimas instantáneas tomadas cuando era magistrado de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Carlos Berbell.

Sus compañeros del Tribunal Supremo lo ven un tanto incomprensible. ¡Dar el salto desde “el Olimpo” de la jurisdicción penal al ejercicio libre de la Abogacía! Desde la seguridad completa a la incertidumbre más absoluta. ¿Lo puede explicar?

Sí, por supuesto. A mí me parece que el ejercicio de la Abogacía es apasionante, y no es una frase hecha. Tiene muchas cosas satisfactorias. Porque vuelves a entrar en contacto con los problemas humanos reales que yo ya conocí cuando era juez de instrucción joven.

Cuando estás en los primeros niveles de la Judicatura ves los problemas de verdad. Ves a los detenidos. Ves a la gente. Ves los crímenes. Los delitos. Los pagos. Los impagos y la angustia. Lo vives con el calor humano que te da la proximidad con el problema real.

Conforme vas subiendo en la jerarquía ya no ves a nadie. Ya ni siquiera hablas de fulano o de mengano. Hablas del justiciable. Como si fuera el paciente número 483. Pierdes ese contacto humano tan fundamental. En la Abogacía tienes cosas mucho más duras y cosas mucho más satisfactorias. Es una profesión durísima.

Eso de que no se entiende…, sí se entiende. Yo he disfrutado con lo que he hecho y no me arrepiento. Volvería a hacer lo mismo. Pero no quiero hacerme viejecito para que el Estado me de las gracias y me mande para casa. Me he marchado antes de que el Estado me echara. Me he bajado del tren dos estaciones antes.

Me marché antes de que el Estado me echara; me bajé del tren dos estaciones antes

Usted es consciente de que si se hubiera quedado en el tren podría haber sido un firme candidato a la presidencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, ¿verdad?

Sí, es muy importante ser presidente. Lo entiendo. Yo le deseo al actual lo mejor, pero a mi esas cosas, con la edad que tengo, ya no me impresionan. Me impresionan otras cosas. Cuando tomé la decisión de dar el salto mi ambición profesional estaba colmada y satisfecha. A mi no me hacía falta nada más.

Lo que no quería era esperar el triste fin de que el Estado te de una bandejita con la firma de tus colegas, te mande a tu casa y al día siguiente no sepas que hacer. Y entonces trates de hacer cosas que quizas no puedas hacer.

Yo, además, tengo un hijo que es abogado. Un excelente abogado. He querido formar con él y con más gente un equipo, un despacho.

Por esas razones hice el cambio. Siempre me ha picado la curiosidad. Además, siempre he sido más bien peleón, discutidor y litigador. Y lo digo claro: No me arrepiento en absoluto haberme marchado del Tribunal Supremo. Guardo allí muy buenos amigos. Ni me arrepiento tampoco haber sido magistrado.

Siempre he sido más bien peleón, discutidor y litigador 

¿El hecho de ser magistrado del Tribunal Supremo, en excedencia es un reclamo para potenciales clientes?

Un magistrado del Tribunal Supremo que ejerce la Abogacía aporta, primero, un plus de experiencias jurídicas en litigación que no tiene ningún abogado de España. El abogado que más recursos de casación haya hecho ha hecho menos que los recursos de casación que ve un magistrado del Supremo de cualquier Sala en seis meses.

Yo veía diez recursos de casación a la semana cuando estaba en la Sala de lo Penal. Y cuarenta al mes. Muy pocos abogados penalistas han hecho cuarenta recursos de casación.

Y si estas muchos años, como yo, has visto miles. Eso es algo que sólo tiene alguien que ha estado en el Supremo. Sea de la Sala de lo Penal o de la Sala de lo Civil. Eso aporta muchísimo.

Y sobre los recursos de apelación…, cuando tú eres abogado planteas, litigas, recurres, y lo haces en unos términos muy condicionados por el interés del cliente. Pero cuando has sido magistrado también ves cómo va a percibir eso quien va a tener que decidir.

Entonces, sabiendo como se perciben esas alegaciones y cómo se delibera, cómo se discute y cómo se sentencia, conociendo cómo va a resolver el que está al otro lado, tú ya planteas las cosas con una cierta ventaja.

Prego cree que «sería una experiencia estupenda para un magistrado haber ejercido previamente como abogado». Confilegal.

Y el haber presidido innumerables tribunales penales, ¿es una ventaja a la hora de escenificar los casos que tiene que defender como abogado litigante?

Te da una experiencia añadida. Te da un conocimiento que otros no tienen porque no lo han experimentado. Pero al revés pasaría lo mismo. También sería una experiencia estupenda para un magistrado haber ejercido previamente como abogado.

El problema es que la vida no se puede mirar con un solo ojo porque pierdes perspectiva. Yo creo que la visión de la Justicia desde la Judicatura y sólo desde la Judicatura, o desde la Abogacía y sólo desde la Abogacía, te hace perder perspectiva porque te hace ver la Justicia con un solo ojo. Hay que verlo con los dos.

He tenido la suerte de haber sido juez durante 35 años. Ha sido una época felicísima de mi vida. Ahora tengo la suerte de verla con otro ojo: el de Abogacía. Y con los dos ojos la veo de diferente manera que antes, cuando la veía sólo con uno.

No soy abogado del Partido Popular. Y quiero dejarlo muy claro: Yo soy un abogado en ejercicio. Me es igual que sean del PP o de Izquierda Unida

¿Cómo fue el cambio de toga de magistrado del Tribunal Supremo a la de abogado de a pie? 

La toga de abogado la vi muy pobre. Muy triste. No tiene puñetas (se ríe), como la que tenía cuando era magistrado. Esta toga que tengo ahora es una toga nueva porque no quise tocar la del Supremo.

La dejé intacta, como una reliquia porque confío en que algún hijo mío, algún descendiente, sea magistrado. Y si es magistrado del Tribunal Supremo, mejor. Que utilice la de su ancestro. La de su abuelo, como hacen los jueces ingleses con las pelucas.

Por respeto a la toga judicial no la he querido convertirla en toga de abogado. No porque sea menos sino porque es distinto. Esa toga la colgué siendo magistrado y ahí se quedará para siempre. Nadie la usará.

Sin embargo, usted no se marchó en un principio a fundar Adolfo Prego Abogados…

No, yo me marché primero a un despacho estupendo, Ramón Hermosilla y Gutiérrez de la Roza, que ahora se llama Ontier. A dirigir el departamento procesal, y específicamente el penal. Luego ya me monté mi propio despacho, Adolfo Prego Abogados, con mi hijo y otra abogada. Con el tiempo, si todo va bien, creceremos. Pero tampoco tengo necesidad de que crezca demasiado. Estoy muy bien como estoy.

¿Es usted el abogado del Partido Popular?

No soy abogado del Partido Popular. Y quiero dejarlo muy claro: Yo soy un abogado en ejercicio, y defiendo a los clientes que me contratan. Me es igual que sean del Partido Popular o que sean de Izquierda Unida. No soy abogado de ninguna organización política.

¿También defendería a Podemos?

Sí, ¿por qué no? Claro que defendería a Podemos. Esa es la función de un abogado.

Prego en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, donde estuvo destinado los últimos años que fue magistrado. Carlos Berbell.

¿Se ven muy diferentes los medios de comunicación desde el lado de los abogados, en comparación con la visión que se tiene desde el lado de los jueces?

Lo que yo veo es que los medios de comunicación están ejerciendo una influencia excesiva en la conciencia de los que tienen que juzgar con mucha autonomía, y no con mala intención. Y para tener autonomía no hay que tener presiones. También es verdad que para eso te educas como juez. Te entrenas.

El juez que se deja afectar por lo que dicen los medios de comunicación tiene un problema, pero es un problema suyo. No de los medios de comunicación. Estos cumplen su misión informando, opinando y el juez tiene que tener suficiente músculo como para aguantar el temporal y hacer lo que hay que hacer.

¿Comparte la opinión de que hay dos tribunales, un tribunal de justicia y un tribunal de la opinión pública?

Sí, absolutamente. Lo dramático de la justicia es que tiene unos tiempos, unos desarrollos de análisis, de recursos, de impugnaciones… Exige muchas garantías. Al final la verdad aparece.

Pero es al final. Después de muchos años. La prensa es rápida. Una noticia que no se publica en el instante deja de ser una noticia. Pero claro, esa noticia que se publica como cierta no es cierta pasados unos años. Porque los procesos han demostrado que eso no es así, que es de otra manera.

El juez que se deja afectar por lo que dicen los medios de comunicación tiene un problema, pero es un problema suyo

¿Y qué ocurre? Que cuando ya se demuestra la verdad auténtica, la que es producto del proceso judicial y de las leyes, la opinión pública ha asumido como verdadera la noticia originaria y no se cree la verdad intrínseca de la sentencia final.

El problema es ese, que la prensa gana a la opinión pública porque ocupa en primer lugar el sitio de su mente.

Y expulsar una idea de la mente de la gente, derivada de la lectura de los periódicos, de lo que ve en televisión o escucha en la radio, y sustituirla por la verdad de una sentencia que sucede dos años después es muy difícil.

¿Esto obliga a los abogados a plantearse una estrategia mediática en cada caso?

Yo no tengo estrategias mediáticas. Si algún cliente la quiere tener, la tendrá él. Yo soy abogado. Me ocupo de las leyes, del planteamiento jurídico de las cosas con toda honradez y espero de los tribunales que respondan con la misma honradez.

Yo no creo que las cosas se puedan ganar y perder en la prensa.

Lo que se gane o se pierda en la prensa no significa que se gane o se pierda en justicia. Se gana o se pierde en la prensa.

En opinión de Prego, actualmente se está produciendo una cierta confusión de papeles: «Hay Hay jueces de instrucción que más que garantistas son investigadores, que están de fiscales. Hay fiscales que están haciendo de policías. Policías que hacen de jueces». Confilegal.

¿Los jueces se dejan influir por lo que se dice en los medios?

Yo no. No porque no tenga aprecio por ella. Mi padre era periodista. Mi hermana es periodista. Mi sobrino es periodista. Tengo un gran aprecio por el trabajo de la prensa, pero la prensa tiene que hacer lo que tiene que hacer y yo tengo que hacer lo que tengo que hacer.

Lo hice cuando era magistrado y lo sigo haciendo ahora, como abogado. Lo que no voy a hacer es plegarme a las exigencias de algo que no tiene nada que ver con la ley. Porque retrocederíamos cientos de años en la civilización. Al año cero.

¿Apuesta por la instrucción por los fiscales? 

Sí, yo apuesto por la instrucción por los fiscales con todas las garantías y que los jueces de instrucción pasen a la función de jueces de garantías, controlando la legalidad de la investigación de los fiscales.

Actualmente se está produciendo una cierta confusión de papeles. Hay jueces de instrucción que más que garantistas son investigadores, que están de fiscales. Hay fiscales que están haciendo de policías. Policías que hacen de jueces. Habría que poner a cada uno en su sitio para recuperar el orden jurídico y las garantías.

La justicia tiene un mecanismo muy delicado y si se interfieren unas piezas con otras el sistema sea cae.

Como ya se han producido mutaciones importantes en las funciones de cada una de estas piezas se está hablando de suprimir los jueces de instrucción y que instruyan los fiscales y que los jueces vuelvan a ser jueces cien por cien en estado puro, que son los garantes de las peticiones del Estado. Ya sea a través de la Policía o a través de la Fiscalía. Que los jueces sean los escudos del orden jurídico y los defensores de la sociedad y de los individuos, delincuentes y no delincuentes.

No perseguidores, ni buscadores de cabezas, ni directores de investigaciones criminales.

Los jueces tendrían que ser la prudencia, el sosiego, la objetividad, la imparcialidad y la garantía. Eso es lo que han sido siempre y lo que se quiere que vuelvan a ser. Que lo son, en su mayoría.

Apuesto por la instrucción por los fiscales con todas las garantías

De hecho ahora se producen dos instrucciones, la que se hacen, por ejemplo, en la Fiscalía de la Audiencia Nacional o de la Fiscalía Anticorrupción, y luego la que lleva a cabo el Juez Central de Instrucción cuando estos presentan la querella. Se repite todo. 

Las cosas son lo que son, pero si van a dejar lo que son para ser otra cosa, que sean otra cosa o que sean lo que fueron inicialmente. Lo que no se puede quedar todo es a medio camino.

Los fiscales no instruían. Se inventaron las diligencias preliminares de ahora de modo que ya han entrado en el campo de la instrucción. Los jueces instruían pero ahora han entrado en el campo de los fiscales imputando, dirigiendo operaciones policiales, haciendo cosas que realmente, yo, como juez de instrucción, no he hecho nunca.

Yo esperaba a que me trajeran las cosas, aplicaba la ley y tomaba las decisiones que tenía que tomar. Yo no he hecho operaciones policiales, y menos en la calle con las cámaras de televisión filmando.

Lo que hace falta es que los jueces de instrucción recuperen el perfil que han tenido siempre o si lo pierden, que se pasen a otra cosa. Se están solapando las funciones.

Prego en el Salón de Pasos Perdidos del Tribunal Supremo; la puerta que aparece a su espalda es la de acceso a la Sala de lo Penal del Alto Tribunal. Carlos Berbell.

La clave de la cuadratura de este círculo es armar una Fiscalía independiente.

A mí la independencia de la Fiscalía no me preocupa lo más mínimo. A mí no me parece que una Fiscalía que depende del Gobierno sea menos legal que una que no lo haga.

A mí lo que me preocupa es la profesionalidad. Que cada uno cumpla el papel que le corresponde y que las leyes no sean criterios más o menos orientadores, que se siguen o no, dependiendo del capricho de cada cual. Que los ciudadanos sepan que están amparados por la ley y para eso  tienen que tener la certeza que hay jueces que no tienen más preocupación que la ley se cumpla. Tal y como la ley es.

Y cuando hay que cambiar la ley eso tiene que hacerlo el Parlamento. Esa es su misión. Una vez que el Parlamento la haya  cambiado el juez tendrá que aplicarla. Tendrá que hacer su misión, y el fiscal la suya y el policía la suya.

Cuando cada uno hace lo suyo las cosas funcionan. Lo malo es que cada uno está dejando de hacer lo que le corresponde para hacer lo que hace el vecino y entonces se producen mezclas o comportamientos extraños, y al final la que no cumple su misión es la propia ley. Porque no da certeza, garantía ni permite hacer predicciones sobre las consecuencias de un comportamiento.

¿Qué opina usted de lo que dicen algunos fiscales, como Horrach, de que habría que limitar la acción popular? También se podría decir eso respecto de la acción popular. Se está diciendo que hay que limitarla. 

Aquí las cosas o no se hacen, o se hacen en exceso. Y cuando se hacen en exceso se arrancan. Con la acción popular pasa lo mismo. Tiene su misión. Lo que no se puede es abusar de ella. Y si se abusa, habrá que eliminar el abuso, no la acción popular.

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