La dimisión del presidente del Gobierno durante el recuento electoral facilitó el «pucherazo» de 1936
El entonces presidente del Consejo de Ministros -como se llamaba entonces al presidente del Gobierno- Manuel Portela Valladares dejó su puesto tres días de las elecciones facilitando así la manipulación de las actas electorales que dieron la victoria por mayoría absoluta al Frente Popular.

La dimisión del presidente del Gobierno durante el recuento electoral facilitó el «pucherazo» de 1936

La dimisión del entonces presidente del Gobierno, el liberal y centrista, Manuel Portela Valladares, en pleno recuento electoral, el 19 de febrero de 1936, facilitó la ocupación del poder del Frente Popular y la consiguiente manipulación de alrededor de 50 escaños vitales a favor de las izquierdas en un «pucherazo» que cambió la historia de España.

El abandono de Portela Valladares, deprimido por los malos resultados de su formación, el Partido de Centro Democrático, y por las movilizaciones callejeras promovidas por las fuerzas políticas que componían el Frente Popular -tres días después de la celebración de las elecciones generales, el domingo 16 de febrero-, que daban por hecho, sin serlo, una victoria aplastante, posibilitó que asumiera la Presidencia de Gobierno Manuel Azaña, líder de Izquierda Republicana, partido del mencionado Frente Popular.

De acuerdo con los autores del libro «1936, Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular», Manuel Álvarez Tardío, profesor titular de Historia del Pensamiento Político en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) de Madrid, y Roberto Villa García profesor titular de Historia Política, de la misma Universidad, si el recuento se hubiera hecho con limpieza, las izquierdas habrían conseguido entre 226 y 230 escaños y los partidos de centro-derecha, entre 223 y 227, según sus cálculos.

Lejos ambos de los 237 escaños que marcaba la mayoría absoluta; la mitad más uno de los 473 diputados en liza. El sistema político democrático de entonces era unicameral. España no tenía senado. Sólo la Cámara Baja.

La segunda vuelta habría sido decisiva.

Sin embargo, los resultados «cocinados» dieron la victoria al Frente Popular por 263 escaños, 27 por encima de la mayoría absoluta.

Los partidos de centro derecha (incluidos en esta clasificación a los nacionalistas de la Lliga, el PNV y el Partido del Centro Democrático de Portela Valladares) sumaron un total de 210 diputados.

El fraude, de acuerdo con los dos profesores, se produjo a dos niveles: desde las autoridades provinciales interinas  afines al Frente Popular -por acción u omision-, que actuaron con total impunidad modificando los resultados, y, por otra, desde la Comisión de Actas del Congreso de los Diputados, que presidía el socialista Indalecio Prieto -esta función en aquel tiempo era competencia del nuevo Parlamento no de los jueces, como ocurre actualmente-, donde también hicieron lo propio.

Según afirman en su libro los profesores de la URJC, de los 50 escaños objeto de «pucherazo», entre 29 y 33 fueron por las alteraciones realizadas en la primera vuelta electoral y 23 en la Comisión de Actas.

«Algo más del 10 por ciento del total de los escaños en las nuevas Cortes, mas de medio centenar, no fue fruto de una competencia electoral en libertad», afirman con rotundidad en su libro, para cuya elaboración, explican, han bebido de fuentes directas del Congreso de los Diputados, entre otras.

Si al Frente Popular se le hubiera restado esos escaños no habrían llegado al Gobierno y la guerra civil, posiblemente, no hubiera sucedido. Una opinión que no comparten del todo sus autores. Desde su punto de vista , el proceso electoral estuvo lejos de ser antecedente director en la guerra civil.

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