ICADE Comillas premia la trayectoria del abogado Gonzalo Jiménez-Blanco
El autor de esta columna, Gonzalo Jiménez-Blanco Zubiaga, es hijo de Gonzalo Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz, desaparecido recientemente tras una larga enfermedad; fue uno de los grandes abogados españoles de las últimas dos décadas. El funeral por su alma será en la Iglesia de ICADE COMILLAS el próximo jueves, 12 de septiembre, a las 20h. Entrada por Santa Cruz del Mercenado 23.

ICADE Comillas premia la trayectoria del abogado Gonzalo Jiménez-Blanco

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17/11/2017 06:02
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Actualizado: 05/4/2022 12:08
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En la noche de este miércoles, la Asociación de Antiguos Alumnos de ICADE entregó sus premios en su X Edición. En esta oportunidad, el Premio a la trayectoria profesional fue a recaer a manos de Gonzalo Jiménez-Blanco, abogado del Estado en Excedencia y Jurista todo terreno, en un acto emotivo que contó con la presencia mayoritaria de abogados de los principales despachos del país.

A lo largo de este año, este jurista, ha cosechado diferentes galardones que rubrican su excelencia como profesional. A primero de este 2017 recibía la Gran Cruz San Raimundo de Peñafort de mano del Ministro Rafael Catalá.  En mayo de este año se le otorgaba  el Premio Forbes  y un mes después el Colegio de Abogados de Madrid le distinguía con el Colegiado de Honor.

Desde Confilegal, nos sentimos muy honrados que un profesional de esta altura intelectual forme parte del elenco de colaboradores de la firma. Siempre acertado y directo en sus planteamientos que le han convertido  en una de las plumas más leídas del portal.

En esta ocasión, pensamos que la mejor manera de rendirle homenaje es el reproducir de forma íntegra el discurso de agradecimiento que, por el citado premio, leyo una de sus hijas leyó ante los asistentes a este evento celebrado en el Aula Magna de ICADE COMILLAS.

Señoras y señores, amigas y amigos:

El premio que más me puede alegrar es el de la trayectoria consolidada de ICADE. Yo he estado en muchos trabajos pero siempre he sido, antes que nada, un ICADE.

No es casual que recuerde mi entrevista para entrar en ICADE. Ya sabía que estudiar allí iba a condicionar toda mi trayectoria profesional. Y me acuerdo que el día antes, en Granada, me desperté agobiado pensando que no llegaba a las pruebas de ICADE. Y empecé a vestirme a toda prisa hasta que mi madre me advirtió de mi error: las pruebas eran al día siguiente.

Al decidir estudiar las oposiciones a abogado del Estado, sabía que la capacidad de estudiar y la disciplina de ICADE me iban a dar los instrumentos adecuados para sacar la oposición.

Al irme de la CNMV en 1996, el entonces presidente Fernández-Armesto, también E3, me dijo que lamentaba mi salida, porque pertenecía a la “casta E3”, que para él era una garantía.

Y cuando me ha tocado incorporar a candidatos al despacho, nunca me he equivocado al contratar a un ICADE.

En estos más de treinta años desde que acabé la carrera nada me ha divertido más que acudir a las comidas semestrales de mi clase de ICADE.

Luego he dado clases en el master internacional de ICADE.

Y, al celebrar ICADE su cincuentenario, me sentí muy honrado de que me llamaran para participar en el libro conmemorativo.

Por todo eso y mucho más no ha podido alegrarme más que dos de mis hijos hayan terminado aquí sus estudios de E3. Sé que tienen los instrumentos necesarios para desenvolverse en la vida. Se podrán encontrar mejores trayectorias pero quizás ninguna tan ligada a ICADE en toda su extensión.

No está de más recordar algunas palabras que escribí para el libro del cincuentenario  de ICADE:

Empecé E-3 en el año 1980 y, desde el primer momento, supe que había acertado en la elección. Enseguida hice buenos amigos, con los que, en los finales de Primero, nos pegamos unos importantes “atracones” nocturnos de estudiar para los exámenes finales. La dureza del primer año nos cogió “por sorpresa”, no nos organizamos adecuadamente y tuvimos que hacer un sobre-esfuerzo en los meses finales para superar la barrera (“Primero es selectivo” y “no se puede pasar de curso con suspensos” eran las consignas que oíamos a todas horas).

Pero el esfuerzo nos sirvió de mucho: aprendimos ya desde el primer año a trabajar con presión (salíamos a examen diario en los últimos 15 o 20 días), nos integramos bien con muchos compañeros (el sufrimiento compartido es menos sufrimiento) y lo que es más importante, la mayoría salimos adelante.

No puedo decir que los siguientes cursos fueran coser y cantar, pero después del susto de Primero, aprendimos a estudiar desde el principio de curso y aquello fue luego más llevadero. No recuerdo que tuviéramos que volver a estudiar por las noches y, sin embargo, las notas iban mejorando de año en año.

Una de las cosas que más hemos destacado siempre los distintos compañeros de nuestra experiencia en ICADE ha sido la disciplina y capacidad de trabajo que allí adquirimos y la extraordinaria calidad personal e intelectual del alumnado. La sensación que teníamos era que los compañeros de clase eran, en general, unos fenómenos y su sola cercanía producía un enorme estímulo para estudiar más y superarse.

No había –o al menos yo no la recuerdo- una competencia insana entre los compañeros; al contrario, la voluntad de ayudarse mutuamente era una constante, los apuntes se prestaban sin problemas, todos sabíamos que trabajando juntos aquello lo sacábamos adelante.

En los años siguientes, fuimos depurando nuestras técnicas de estudio y mejorando los resultados, casi siempre -en mi caso- estudiando con uno o varios compañeros, como Fernando Abril, Rafa Gonzalez Beteré o Pedro Fernández de Santaella, en nuestras respectivas casas o peregrinando por muchas bibliotecas de Madrid, desde la de la propia ICADE, hasta la Biblioteca de la Cámara de Comercio en la Plaza de la Independencia.

Un lujazo era la Biblioteca Nacional, donde tantos sábados, a día completo, pasé con algunos compañeros en la “sala universitaria” o en la espléndida “sala general” que a partir de un momento quedó reservada para aquellos que tenían el status superior de “investigadores”, que nosotros no teníamos ni por asomo.

He destacado a los alumnos, pero también tuvimos excelentes profesores, como el inolvidable Padre Just, el Padre Díaz Moreno en Canónico, Ferrándis, Pau Pedrón (le recordamos escribiendo parágrafos del BgB en alemán en la pizarra) y Castán en Civil, Juan Santamaría en Administrativo, el Padre Landecho y Bueno Arús en Penal y Juan F. Armesto y los entonces jovencísimos Luis de Carlos y Juan Miguel Goenechea en Mercantil, por citar algunos en Derecho.

O Malo de Molina, Bartolomé y López Franco en Empresariales. Juan F. Armesto era una auténtica novedad y rompía con una tradición “memorística” que había caracterizado la enseñanza de Mercantil en ICADE hasta la fecha.

Nos dijo –estábamos en cuarto y no dábamos crédito a sus palabras-: “Pueden venir ustedes a los exámenes con los libros y códigos que les parezcan. De lo que se trata es de que piensen y razonen. Yo trabajo en un despacho y a mi jamás me han dicho “Enciérrese en esa habitación una hora sin libro alguno y resuélvame esta cuestión jurídica”.

La vida profesional es con libros y lo que me importa no es lo que memoricen sino lo que razonen y sean capaces de defender con argumentos”. La vida universitaria era todavía otra cosa –ni estaba Bolonia ni se le esperaba- y los casos prácticos eran escasos, cuando no una extravagancia de algunos profesores.

ICADE me ha dado muchas cosas buenas (y creo que ninguna mala), que me han sido enormemente útiles en mi vida, personal y profesional (además, claro está, de los valores de humanismo cristiano que configuran el ideario de la Universidad):

  • Disciplina y capacidad de trabajo
  • Fortaleza para aguantar la presión
  • Amplitud de la formación y consiguiente abanico de oportunidades
  • Integración en un grupo humano de primera fila
  • Acceso privilegiado al mercado laboral
  • Networking profesional

Ahora la vida me ha puesto delante otra prueba difícil: la enfermedad. Me enfrento a ella con las armas que aprendí en ICADE: esfuerzo, dedicación y capacidad de aguantar la presión. Cuando ponían el calendario de exámenes, me parecía sencillamente imposible.

Pues no lo era. Sólo había que aplicarse con determinación. Pues esto, igual.

Gracias por el premio, y gracias a ICADE Asociación por acordarse de mi y por reconocer mi trayectoria,  a Volvo -representado por Germán López Madrid- por su patrocinio, a mi hermano José por todo lo que ha hecho, a Ashurst por lo mucho que  me ha dado y a todos los que habéis asistido a esta ceremonia en la que tanto me habría gustado poder estar.

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