«El arte del Derecho», biografía de Rodrigo Uría Meruéndano, un abogado innovador y rebelde
Rodrigo Uría Meruéndano revolucionó el ejercicio de la abogacía.

«El arte del Derecho», biografía de Rodrigo Uría Meruéndano, un abogado innovador y rebelde

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13/4/2019 06:15
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Actualizado: 13/4/2019 00:08
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«El Arte del Derecho, una biografía de Rodrigo Uría Meruéndano», no es un libro de Derecho habitual porque la biografía de su protagonista, hijo del gran mercantilista Rodrigo Uría González, es el relato de una revolución en el ejercicio de la abogacía a partir de la Transición española.

El joven Uría supo transformar el tradicional bufete ligado al nombre de un jurista de prestigio, en el moderno y competitivo despacho institucionalizado  con la vista puesta en los clientes internacionales y siguiendo de cerca el pulso de la calle.

La autora, Mercedes Cabrera, politóloga e historiadora, fue ministra de Educación y Ciencia entre 2006 y 2009 y diputada por el PSOE entre 2004 y 2011.

Entre sus libros cabe desta­carLa patronal ante la Segunda República. Organizaciones y estrategia (1931-1936), La industria, la prensa y la política. Nicolás María de Urgoiti (1869-1951), Juan March (1880-1962), Jesús de Polanco. Capitán de empresas, El poder de los empresarios. Po­lítica y economía en la España contemporá­nea (1875-2010), coescrito con Fernando del Rey y Con luz y taquígrafos. El Parlamento en la Restauración (1913-1923), coescrito con varios autores.

En este caso ha realizado un interesante trabajo en que se enlaza esta transformación con la historia reciente de España  y la vida de un abogado amante del arte que tuvo parte activa en la adquisición del museo Thyssen Bornemisza y se consideró rebelde hasta el final.

Mercedes Cabrera no llegó a conocer a Rodrigo Uría Meruéndano.

Le propusieron escribir su biografía cuando ya había fallecido.

Su trabajo fue difícil, complejo y basado en multitud de entrevistas personales y documentación sobre su personaje que le llevó tiempo y mucho esfuerzo.

Pero dice, fue gratificante sumergirse en esta biografía porque no solo Uría, sino su entorno, tenían la fuerza de los protagonistas de su tiempo. No hay más que ver, explica, el ambiente que vivió desde niño en la casa paterna.

Sobre estas líneas, Mercedes Cabrera, autora del libro. 

El pequeño Rodrigo se acostumbró pronto a las veladas a las que acudían entre otros Pedro Laín, Antonio Tovar, Gonzalo Torrente Ballester, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales o Dionisio Ridruejo.

Y muchos más nombres: intelectuales, novelistas, poetas, dramaturgos, pintores que se reunían en el domicilio de los Uría y que le dejaron huella.

Fue un viaje a Nueva York por encargo de su padre, Don Rodrigo Uría, lo que le hizo decidirse por el Derecho tras muchas vacilaciones. ¿Cree usted que al principio a Rodrigo Uría Meruéndano le gustaba el Derecho? ¿O tenía otra vocación? 

Pertenecía  a una generación que vivió muy intensamente el final de la dictadura franquista con mucha militancia en la universidad y muchas dudas hacia el futuro.

Pensó en hacer estudios de diplomacia, en presentarse a oposiciones y es verdad que tardó en decidir que quería dedicarse a lo que finalmente se dedicó.

Sobre todo, a causa de su fuerte personalidad, no quería ser solo el “hijo de don Rodrigo”, un catedrático consagrado como gran  mercantilista.

Él no se veía así.

Conocía ya el mundo de la abogacía en España y sabía que el despacho de Antonio Garrigues había iniciado un camino de modernización de la profesión.

Cuando en 1974 viajó a Nueva York, Rodrigo trabajó en un gran despacho con las connotaciones de estos bufetes norteamericanos. Fue entonces  cuando encaminó su vida en esa dirección.

Las personas que me hablaron de esa época dicen que tenía la idea de que dedicarse  al derecho pasaba por la  transformación del despacho.   Tenía  muy  claro que era aquello lo que había que hacer.

No deja de parecer  contradictorio que, dada su militancia universitaria  en la izquierda, Estados Unidos pudiera ser el referente.

La portada del libro de Mercedes Cabrera.

Su experiencia profesional en Nueva York es por tanto definitiva.

Escribió desde allí una larga carta a su padre en la que se mostraba deslumbrado por lo que veía, por cómo funcionaba la abogacía en EEUU y gratamente sorprendido por hacerse valer en un lugar en que no era “el hijo de don Rodrigo” sino que tenía presencia  por sí mismo.

Por lo que me contaba uno de sus socios, Coward, que conoció allí y al que luego incorporó a su propia empresa,  el proceso de ascenso de Rodrigo en aquel despacho norteamericano fue sorprendente, muy rápido  y en muy poco tiempo, algo  extraño en un bufete como aquel, tan competitivo.

Le ofrecieron quedarse, lo cual era una tentación, pero creo que decidió que no podía dejar de estar en España cuando muriera Franco.

Por lo que relata, tenía espíritu de estratega, de consultor, no era desde luego un abogado al uso.

Era muy contundente, no era un abogado de negro sobre blanco, no iba pegado al texto de la ley. Era un hombre muy preocupado de lo que estaba ocurriendo en todos los ámbitos de la vida social, económica y  política.

Consideraba la abogacía muy sujeta a la realidad del momento. Quería que el equipo de abogados del despacho estuviera a pie de calle,  no  encerrado en el despacho.

Era un negociador, en el mejor sentido del término: hábil, capaz de convencer, de mediar, y de formar equipos.

Una clave de su éxito, es que no tenía miedo de que le hicieran sombra.

Y que el éxito pasaba por rodearse de los mejores.

Era muy inteligente, muy rápido, pegado a la realidad. Y con una gran capacidad para conocer a la persona que tenía delante.

¿Se le puede definir como un innovador en el terreno de la abogacía?

Absolutamente. Cuando murió, se publicó un pequeño librito con artículos de gentes que le conocieron, y todos resaltaban su carácter innovador.

El reconoció siempre que Garrigues había empezado en esta línea, pero también es cierto que su despacho era diferente.

El propio Garrigues me habló de que  cabía hablar de culturas distintas y formas diferentes de entender el mundo de la abogacía  entre ambos despachos.

Quería que el equipo de abogados del despacho estuviera a pie de calle, no encerrado en el despacho. Era un negociador, en el mejor sentido del término: hábil, capaz de convencer, de mediar, y de formar equipos

Era un hombre singular por lo que se desprende de la lectura de su libro. Estricto e implacable, preocupado por la modernidad y el crecimiento personal de su equipo. No debía ser fácil trabajar con él.

Quienes trabajaron con él coinciden en esa doble faceta de ser exigente al máximo, implacable incluso, y al mismo tiempo generoso y siempre dispuesto a reconocer los méritos de otros.

Se jactaba en la época en que la abogacía entra en ebullición y los abogados cambiaban de despacho, de que quienes se fueron de Uría Menéndez no lo hicieron para ir a otro bufete, sino a puestos u ocupaciones que no pertenecían al sector de la abogacía,  a diferencia de otros despachos en los que sí se producían esos intercambios.

También debió ganarse muchos enemigos.

Tenía una personalidad tan fuerte que incluso los enemigos acababan rindiéndose a sus encantos. Pero sin duda tenía  críticos en ese mundo de los grandes despachos.

Y tuvo que llevar una cierta confrontación con su padre

Creo que no fue fácil para su padre la trayectoria vital de su hijo durante mucho tiempo, pero acabó admirando la capacidad para hacer lo que hizo.

Él y Aurelio Menéndez estaban algo asustados de la forma que tenía  de  imaginar el despacho,  frente a su  bufete tradicional que ambos habían fundado.  Pero pienso que acabaron reconociéndose los méritos mutuamente.

Rodrigo insistió mucho sobre el valor de su padre y la manera  que tenía de entender y ejercer el Derecho. De ahí le  vino, por ejemplo, la insistencia en mantener la relación con el mundo universitario, ese contacto con la universidad que se empeñó en no abandonar.

Hay muchos miembros del despacho de Uría que cultivan esa relación.

Don Rodrigo Uría y Aurelio Menéndez eran catedráticos. Existió finalmente  una profunda admiración, pero el padre tuvo que pasarlo mal.

¿El padre influyó mucho en el hijo?

El mundo del padre, su círculo de amigos, fue decisivo para Rodrigo. De ahí vino la relación y la admiración por Dionisio Ridruejo. E

l grupo del que Don Rodrigo se rodeó eran personas  de gran valor, no era solo mundo de los juristas o del derecho mercantil, sino de gente que habían tenido un protagonismo importante en la historia de España.

El padre tuvo participación activa en los grandes conflictos universitarios pero sus planteamientos tenían poco que ver con los de su hijo. Hubo muchas cosas que vencer pero finalmente se debieron encontrar. Los que conocieron a los dos dicen que eran caracteres opuestos.

El padre un hombre discreto, educado, que guardaba las formas… frente al hijo que era un terremoto.

¿Cómo definiría las innovaciones que realizó Rodrigo Uría en la forma de ejercer la abogacía?

Son diversas: Primero, la organización del despacho con un sistema de socios, el modelo anglosajón; en segundo lugar, el carácter meritocrático de una carrera dentro del despacho que estaba bien definida para que quienes entraban supieran cómo tenían que actuar para ir escalando posiciones, y por último todo lo que se desprendía de la importancia que daba a la formación de equipos.

Esto es lo fundamental.

Él ejercía un liderazgo incuestionable para muchos de ellos: era el eje del funcionamiento del despacho.

Todo dentro del desorden, porque en la innovación hay un elemento de desorden necesario.

Daba la imagen de una persona exigente, dura, con extrema generosidad y reconocimiento de los méritos.

¿De qué manera ayudó a afianzar esta nueva línea del bufete la modernización de la banca española?

La modernización de la banca y la entrada de la banca extranjera fueron fundamentales porque supo entender y aprovechar la situación.

Uría  es un personaje de la Transición y estaba imbuido de la convicción de que España tenía que cambiar, crecer, modernizarse. Su trayectoria personal le permitía adivinar y apropiarse de esos cambios.

Era un hombre extremadamente curioso y dispuesto a aprovechar todo lo que estaba ocurriendo, que suponía un cambio trascendental en nuestra historia. ¿Qué  habría pasado con su despacho si no hubiese cambiado España como cambió?

Sería una buena pregunta. Apostó por ello. Estaba convencido. Era un absoluto partidario y defensor de la Transición española.

¿Qué supuso la institucionalización del despacho?

Otra cuestión fundamental.  Hasta ese momento los despachos estaban muy ligados a las figuras carismáticas de los fundadores.

Él está convencido de que para que una institución  sobreviviera debía superar esa vinculación tan dependiente, y de ahí que el mismo organizase su propia sustitución.

Personajes como Rodrigo Uría son hoy poco conocidos y de alguna manera habría que rescatarlos porque son parte de la modernización del país. Lo hicieron desde su actividad profesional. Fue su decisión: dedicarse por entero a su actividad profesional.

«Comparándose con el despacho de Garrigues, decía que él quería crecer  controlando los tiempos. Su primera opción de expansión fue Barcelona. Pero una de las facetas más importantes  fue la expansión europea»

Escribe usted que ese había sido su objetivo desde el comienzo: un despacho más abierto a las empresas, adaptado a su evolución y a la previsión de sus problemas y los cambios. Su modelo era el de la imaginación y la novedad jurídica”  ¿Es la otra clave de su éxito?

Él afirmaba que en el despacho se “creaba Derecho”.

El objetivo de innovar está muy unido a  esa atención a la realidad de lo que ocurre, la pasión por introducir novedades y no quedarse anquilosado compone la baza fundamental.

Otro elemento diferenciador fue el objetivo de mantener una estrategia de diversificación geográfica y la apuesta por nuevas especialidades, que les había permitido en 2003 capear la crisis de comienzos del nuevo siglo.

Rodrigo asistió a la aparición de los grandes despachos y apostó por eso, pero también por un crecimiento controlado, es decir, por no crecer a costa de lo que fuera, sino de manera medida para que el perfil propio del despacho no desapareciera.

Comparándose con el despacho de Garrigues, decía que él quería crecer  controlando los tiempos. Su primera opción de expansión fue Barcelona. Pero una de las facetas más importantes  fue la expansión europea.

Uría fue un protagonista importante en la creación de la Alianza de abogados europeos porque sostenía que la abogacía europea era una abogacía de despachos pequeños y había que dar el salto de forma controlada a una asociación entre despachos de Europa.

Para hacer frente a los grandes despachos anglosajones, planteaba que  los europeos debían establecer sistemas de colaboración.

Era muy europeísta.

Fue  el primer bufete en instalarse en Pekin. Estableciendo acuerdos con la universidad china y con  asociaciones de abogados de ese país.

Uno de sus últimos viajes fue a China, estaba convencido de que China era una opción de futuro. Era visionario.

«La ética era importante para él y opinaba que la abogacía no era no solo aplicación de la ley, sino que debía responder a principios éticos, en lo que insistió permanentemente»

¿Cuáles eran sus valores para el despacho?

La ética era importante para él y opinaba que la abogacía no era no  solo aplicación de la ley, sino que debía responder a principios éticos, en lo que insistió permanentemente.

“Del derecho le gustaba la sensación de batalla que tiene la profesión pero necesitaba el arte también”, sin embargo no parece que se hubiera decantado en exclusiva por ninguno de los dos temas

Dijo  en algunas entrevistas que de su padre había heredado la pasión por el Derecho y de su madre por la pintura. Los amigos de su padre tenían mucha relación con artistas.

El padre tenía entre sus habituales a Juana Mordó y él la conoció en su casa. Don Rodrigo era un personaje de la época, muy sociable dentro de su timidez, y tenía un círculo de amigos que se veían con frecuencia, salían a cenar…, el mundo del arte era una parte importantísima para él.

Rodrigo asesoró en sus primeros casos a jóvenes pintores que hacían exposiciones fuera y necesitaban a alguien con idiomas para elaborar sus contratos.

Su colección de pinturas se inicia ahí, con los artistas sin dinero que le pagaban en cuadros.

Conoció al colectivo El Paso, vio crear el museo abstracto de Cuenca, incluso buscó allí una casa para estar cerca y esa afición marcó toda su vida y explica también  su faceta ligada al arte y a los muesos.

Decía que le gustaba leer sobre la vida de cualquier pintor antes que el código de comercio. Le gustaba la pintura de vanguardia, la contemporánea.

Su afición al arte también marcó su trayectoria. ¿Fue muy importante para él?

Hasta el punto de que si le preguntaban quién era su amigo, la respuesta era sin duda, Eduardo Úrculo.

La recuperación de un cuadro a petición de Javier Solana , el retrato de la marquesa de Santa Cruz (es una novela auténtica tal y como la narra) y la intervención para la adquisición de la colección Thyssen Bornemisza son dos hitos en esta dualidad de intereses del abogado –arte y derecho-  .

Sí, es verdad, la recuperación del cuadro de laMarquesa de Santa Cruz fue una historia contada por escrito después por el propio Rodrigo  y por Miguel Satrústegui, que fue quien le acompañó en aquella epopeya.

Siempre se refería al arte como su  gran pasión, no solo por su afición coleccionista, sino porque consideraba el arte una parte esencial de la cultura de un país. De ahí también su dedicación a los museos, su implicación personal en la traída de la colección Thyssen Bornemisza.

Su máxima aspiración era ser presidente del patronato del museo del Prado.

Recordaba visitas con sus padres de niño a ver el museo y eso le marcó profundamente. Siguió yendo al Prado toda su vida, para él  era el buque insignia de la cultura española.

Cuando le preguntó Javier Solana qué quería por su colaboración desinteresada en la recuperación de la marquesa de Santa Cruz, pidió entrar en el Patronato.

Su máximo deseo era ser presidente de ese Patronato. Y lo consiguió. Vivió la historia de la ampliación del Prado con sus conflictos… Esa era su pasión, su mayor aspiración.

Tiene también una innegable faceta política. ¿Cuáles fueron en su opinión las principales aportaciones de Rodrigo Uría en el proceso histórico de la Transición?

Cuando tomó la   decisión de dedicarse al Derecho, también decidió que era incompatible con la actividad política directa. No tuvo por tanto un protagonismo  político  personal, pero conoció a todos los que hicieron la Transición, los trató de cerca, y vivió  los grandes cambios.

Aunque siempre dejó claro que  la actividad política era incompatible con su profesión, nunca abandonó su manera de pensar: decía que era de izquierdas, pero ya no de la izquierda revolucionaria de sus tiempos universitarios.

Había sido socialista en la universidad, lo que no era habitual en la época.

Y fue después un  decidido defensor de la Constitución. Su apuesta política fue una apuesta por la  modernización del país en la parte que le tocaba, la abogacía.

En  Nueva York se dio cuenta de que para conseguir la libertad no era imprescindible hacer la revolución. Fue el punto de inflexión en una trayectoria hasta entonces rebelde? ¿Quedó algo de esa rebeldía?

El diría que se consideró rebelde hasta el final

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