Los cinco grandes jurisconsultos de la Ley de citas en derecho romano
En la famosa Ley de Citas de 426, promulgada durante el reinado de Teodosio II y de Valentiniano III, regulaba que los juristas ante los tribunales, podían citar las obras de estos de cinco maestros como referencia de autoridad (Papiniano, Gayo, Ulpiano, Paulo y Modestino).
Ellos eran el “jurado de difuntos”, y su opinión era irrefutable.
Es más, si las opiniones de estos juristas fueran coincidentes, éstas obligaban al juez, quien debía decidir la cuestión conforme a ellas.
Si las opiniones no coincidían, debía adoptar las de la mayoría, y en caso de empate, debía inclinarse por la opinión de Papiniano.
Eso sí, si el gran Papiniano no hubiera emitido opinión sobre la cuestión controvertida, el Juez decidía según su criterio.
La Ley de Citas de Teodosio II (426 d.C.)
La importancia de los jurisconsultos residió en la influencia que sus opiniones, dictámenes o sentencias tuvieron la construcción del llamado derecho romano.
Por eso fueron recogidas, primero, por el emperador Justiniano, en su Corpus Iuris Civilis, y, posteriormente, por los grandes juristas del Medievo. Gracias a estos últimos, sus ideas se difundieron en la cultura general y llegaron a ser patrimonio general de la sociedad.
1. Papiniano
Si alguna vez pasan por la Plaza de la Villa de París, que es donde tiene su sede el Tribunal Supremo de España, fíjense en las estatuas que flanquean la entrada a una altura de unos cinco metros.
Y más concretamente en la de la izquierda. Es la estatua de Papiniano. Posiblemente su nombre completo –Emilio Papiniano– no les diga nada, pero está ahí por varias razones, todas de peso y, la principal, como reconocimiento público.
Papiniano, que vivió entre el siglo II y III de nuestra era, fue el número uno de los grandes juristas de la antigua Roma.
Los datos biográficos que tenemos sobre el origen del jurisconsulto son escasos. Los historiadores suponen que nació en Siria, provincia romana, en el año 150.
Sus obras más importantes fueron los Quaestiones, formadas por 37 libros, que fueron escritas antes de 198, y las Responsa, elaboradas entre 204 y la fecha de su muerte.
Además redactó dos obras, de adulteriis, dos libros de Definiciones y un texto en griego en el que expuso las obligaciones de los magistrados y de los funcionarios de la policía urbana de aquellos tiempos.
Independencia de opinión
Entre sus cualidades como jurista siempre se destacan su independencia de opinión y el afán por la búsqueda de soluciones equitativas. Pero fue precisamente esa independencia de opinión lo que le llevó a la muerte.
Papiniano era amigo de un general romano, Septimio Severo, que se proclamó emperador tras un cruento golpe de Estado. Severo apreciaba y confiaba tanto en este reconocido jurista que le nombró prefecto pretoriano, lo que equivalía a viceemperador.
Severo tenía dos hijos, Caracalla y Geta, que no se llevaban nada bien. Temiéndose lo peor, Severo arrancó a Papiniano la promesa de que mediaría entre los dos, una vez que él hubiera muerto, para evitar una guerra fratricida.
Pero Papiniano no pudo cumplir la palabra que le había dado a Severo. Caracalla acabó antes con la vida de su hermano y se proclamó nuevo emperador.
Su ejecución a manos del Emperador Caracalla
Caracalla pasaría a la historia por dos cosas: la primera, por el Edicto o Constitutio Antoniniana, del año 212, por el cual extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres de las provincias. Dicha medida, aconsejada por el deseo de acrecentar la unidad política del Imperio y de elevar los ingresos fiscales, dio un gran impulso a la romanización.
La segunda, por ordenar la ejecución de Papiniano.
Al emperador se le antojó copiar a Nerón, que también había matado a su hermanastro Británico. Para justificar el crimen, Nerón le pidió a su principal asesor, Lucio Anneo Séneca, famoso filósofo de origen cordobés, que redactara una defensa del asesinato para defenderlo ante el Senado, orden que Séneca cumplió.
Sin embargo, en este caso, la respuesta que Papiniano dio al emperador Caracalla fue diametralmente opuesta.
En la propia cara del nuevo emperador, Papiniano espetó una frase que pasó luego a la historia: “Es más fácil cometer parricidio que justificarlo”.
Sabía que, pronunciándola, dictaba su pena de muerte. Pero lo hizo.
El emperador, tras escucharlo, lo miró fríamente a los ojos y ordenó su ejecución inmediata. Papiniano era, como les dijimos, un hombre de principios hasta las últimas consecuencias.
2. Gayo
Gayo es uno de los juristas más enigmáticos. Ni siquiera se conoce su nombre completo. Eso sí, se sabe que dedicó gran parte de su vida a la docencia del derecho y que casi toda su obra tenía una finalidad docente.
La mayoría de ellas fueron escritas durante el gobierno del emperador Antonio Pío y, a principios, del emperador Marco Aurelio.
La importancia del palimpsesto para conocer la obra del jurisconsulto Gayo
Para el mundo del Derecho, el más célebre de los palimpsestos es el que descubrió el historiador alemán Berthold Niebhur en la Catedral de Verona en 1816. En él se encontraron las Institutas del célebre jurisconsulto romano Gayo. Estas estaban imperfectamente raspadas y sobre ellas se habían escrito en el siglo IX las epístolas de san Jerónimo.
«Palimpsesto: Manuscrito, generalmente en pergamino, que conservan rastros de una escritura anterior que ha sido borrada o raspada expresamente para dar lugar a una nueva»
A través de las Institutas descubrimos de manera precisa y directa el derecho clásico romano. Se trata de un manual de derecho dedicado a la enseñanza.
Las Institutiones recogidas en el Corpus Iuris Civilis
Hasta ese descubrimiento, apenas conocíamos otra cosa de la Instituta de Gayo, que lo contenido en el Digesto, las Instituciones de Justiniano, y alguna que otra cita, pero gracias a Niebhur, la obra de Gayo vio la luz después de más de quince siglos, convirtiéndose en una fuente documental de primera mano para el conocimiento del derecho romano clásico.
Del análisis de los textos de Gayo, algunos juristas sostienen que no estaba muy al tanto de la evolución doctrinal de la época y que no era más que un simple autor de manuales de derecho. Los más, en cambio, afirman que fue un gran profesor de Derecho, ya que todas las obras que redactó tenían una clara finalidad docente.
Lo cierto es que Gayo, a diferencia de los jurisconsultos de su época, no desempeñó cargos públicos, y tampoco gozó del ius publice respondendi, que era la autorización que se otorgaba a los juristas para dar opiniones en nombre del emperador. Pese a ello, sus Intitutas alcanzaron gran difusión durante el Imperio romano, siendo utilizada hasta la época de Justiniano.
3. Ulpiano
De todas las definiciones que se han dado de Justicia, quizá, la más conocida es aquella expresada en el siglo III de nuestra era por el jurista Ulpiano, quien decía que “la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su propio derecho”. Una máxima que también fue defendida por Tomás de Aquino y sus seguidores.
Domicio Ulpiano, está considerado, todavía hoy, como uno de los más grandes jurisconsultos de la historia del Derecho romano.
Pese a ser uno de los juristas más prolijos de su época, su mayor logro fue la recopilación y el ordenamiento del derecho clásico, destacando sus comentarios «Ad Edictum» y «Ad Sabinum».
“La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su propio derecho”
Asimismo escribió diversos textos sobre las atribuciones de magistrados y funcionarios imperiales. También se dice que un tercio del Digesto de Justiniano se basa en fragmentos suyos.
Frases tan célebres como «Durum est, sed ita lex scripta set» (es dura, pero así fue redactada la ley. No confundir con la expresión «Dura lex, sed lex», que no tiene autor atribuido), principio que defendió personalmente cuando fue expulsado de Roma, en el año 200, por el emperador Heliogábalo. O «Res iudicata pro veritate accipitur» (La cosa juzgada se tiene por cierta), entre muchas.
Ulpiano fue, junto con su mentor, Emilio Papiniano, y otros juristas como Julio Paulo, Gayo (del que se desconoce su nombre completo) y Herenio Modestino, uno de los referentes de la famosa Ley de Citas del año 426.
Las reglas de Ulpiano
Para Ulpiano, el derecho consistía en tres reglas o principios básicos: vivir honestamente, no dañar a los demás, y dar a cada uno lo suyo. Algo que compartimos prácticamente todas las personas que vivimos en sociedad y que, sin embargo a él le sirvieron de muy poco.
Ulpiano, al igual que otros juristas de la época, formó parte de la burocracia imperial convirtiéndose en asesor del emperador Alejandro Severo.
Llegó a ser prefecto del pretorio, algo similar a un ministro de justicia del Imperio romano. Pero los soldados pretorianos no vieron con buenos ojos que un jurista les liderara y limitara sus beneficios económicos, por lo que se rebelaron contra él. Fue degollado ante el propio emperador.
La definición de Justicia y los preceptos jurídicos de Ulpiano siguen hoy en día vigentes en todos los ámbitos del derecho.
«Para Ulpiano, el derecho consistía en tres reglas o principios básicos: Vivir honestamente, no dañar a los demás, y dar a cada uno lo suyo»
Sin embargo, pese a la sencillez de su planteamiento, “dar a cada uno lo suyo” no es tan fácil. El gran problema estriba, como es obvio, en averiguar qué es lo que corresponde a cada uno, cuestión sobre la que ha existido una gran discrepancia a lo largo de la historia.
Aún así, todos los jueces españoles se empeñan cada día en intentar hacer posible esta máxima del derecho.
4. Paulo
Julius Paulus Prudentissimus fue uno de los más influyentes y distinguidos juristas romanos. Conocido como Paulo, fue el escritor jurídico más fecundo de la Antigua Roma. Se cree que escribió 319 publicaciones jurisprudenciales.
Asesoró jurídicamente a los pretorianos en un primer momento para, más tarde, participar en el consejo imperial durante los reinados de Septimio Severo y Caracalla. Paulo fue desterrado por Heliogábalo pero regresó a Roma cuando Alejandro Severo le nombró prefecto del pretorio.
Entre todos sus escritos destacaban los 78 libros «ad Edictum», en lo que trataba de seguir con fidelidad la legislación edictal. También escribió dos libros en los que analizaba los edictos edilicios.
Redactó varias notae a obras de juristas anteriores, entre las que se encontraban los «digesta» de Juliano y los «responsa y quaestiones» de Papiano.
Paulo es el segundo jurista más citado en el Digesto, después de Ulpiano
Fue autor de dos libros de «institutiones» y los seis de «regulae», comentarios a varias leyes y senadoconsultos, sobre los «officia» de los funcionarios imperiales y sobre temas de derecho fiscal y penal. Comentó las leges de Augusto: Iulia et Papia Poppea y Iulia de «adulteriis».
También escribió varios libri responsorum en los que daba respuestas a casos prácticos concretos, que se ordenaban generalmente conforme al sistema edictal. A todo ello hay que añadir 25 libros de quaestiones y los 23 de responsa que eran de naturaleza causística.
«Una sexta parte del Digesto está basada en el trabajo de Paulo, que es el segundo jurista más citado en esa obra, después de Ulpiano»
A excepción de las obras «Sententiarum, Regularum e Institutionum», que han llegado hasta nosotros en su integridad, las demás nos han llegado en fragmentos que fueron recopilados en el Digesto, obra en el que los compiladores incluyeron dos mil fragmentos a él atribuidos.
Además, en la Biblioteca Vaticana se ha conservado un escrito que contiene fragmentos de comentarios a la legislación imperial atribuida a Paulo.
5. Herenio Modestino
Fue el último de los juristas clásicos que merece citarse como tal, escribió en griego y en latín en la forma simple y clara que querían los maestros postclásicos. Fue además discípulo de Ulpiano. Escribió obras elementales destinadas a la enseñanza, unas Instituciones de diez libros.
Escribió muchas obras; las principales de ellas fueron las Pandectas en 12 libros y las respuestas en 19, y de las que tuvieron acogida en las «Pandectas justinianeas» 344 fragmentos. En sus obras se ve ya manifiesta la decadencia.
La monografía sobre «Las excusas», de Modestino, es la única monografía clásica escrita en lengua griega; por otra parte, en toda su obra recurre a casos prácticos expuestos en esta lengua, ligados, naturalmente, a los intereses de los griegos en las provincias orientales.
El contacto con el ambiente provincial proporcionó al jurista nuevas perspectivas y le permitió recopilar las transformaciones en aquellos años, entre ellas, la derivada de la constitutio Antoniniana que hacía necesaria, entre otras cosas, la existencia de tratados de Derecho romano en lengua griega.
De especial interés es la obra «De excusationibus», escrita en griego, de la cual se conserva una parte importante de fragmentos en el Digesto.
Noticias Relacionadas: