George Stinney Jr, de 14 años, fue electrocutado en 1944 por asesinar a dos niñas blancas y exonerado 70 años después
George Stinney fue ejecutado con 14 años, mediante la silla eléctrica, por el asesinato de dos niñas blancas; 70 años después fue exonerado de toda culpa. Fue un juicio sin ninguna garantía en un estado del profundo sur de Estado Unidos.

George Stinney Jr, de 14 años, fue electrocutado en 1944 por asesinar a dos niñas blancas y exonerado 70 años después

George Stinney Jr., de 14 años, fue detenido por la policía en su casa de Alcolu, un pueblo de Carolina del Sur, cuando no estaban sus padres. Su hermana pequeña se escondió en el gallinero de la familia y vio como esposaban a George y a su hermano mayor Johnny, y se los llevaron.

Todos ellos eran negros.

Previamente habían encontrado los cadáveres de dos niñas blancas. Habían sido brutalmente asesinas. Fueron golpeadas en la cabeza con una púa de ferrocarril y arrojadas en una zanja llena de agua.

«La policía buscaba a alguien a quien culpar, así que usaron a mi hermano como chivo expiatorio», declaró su hermana Amie Ruffner a WLTX-TV en 2014.

Era marzo de 1944. El «Aparheid» estadounidense, el sistema político y social basado en la segregación de la población por motivos raciales y el trato discriminatorio hacia la población negra, estaba plenamente vigente en ese estado del sur. 

Tres meses más tarde, el 16 de junio de 1944, George Stinney fue ejecutado. Se convirtió en la persona más joven, en ese tiempo, en ser ejecutiva.

70 años después, en 2014, George Stinney fue exonerado de toda culpa.

Este caso fue durante muchos años una de las banderas de los defensores de los derechos civiles.

FUE UN CASO SIN GARANTÍAS

George Stinney, una vez en la comisaría de policía, fue interrogado solo, sin sus padres, sin un abogado. Todavía quedaban 19 años hasta que sucediera el histórico caso de Gideon versus Wainwright, por la que la Corte Suprema estadounidense estableció que toda persona detenida tenía derecho a un abogado.

La Policía del sur profundo afirmó que el chaval confesó haber matado a Betty June Binnicker, de 11 años, y a Mary Emma Thames, de 8, y que le había movido su intención de mantener relaciones sexuales con Betty.

Con esa confesión, el juicio sucedió de forma muy rápida. Apenas un mes más tarde, el 24 de abril. 

Duró apenas dos horas. La deliberación del jurado tardó 10 minutos.

Fue condenado a morir electrocutado. 

En aquel tiempo, bastaba tener 14 años para ser responsable penalmente. Su abogado decidió no apelar.

Fue un juicio sin evidencias de ningún tipo que bien podría haber tenido lugar en los peores tiempos del «Apartheid» sudafricano, a miles de kilómetros de distancia de allí.

El abogado defensor no llamó a ningún testigo. Tampoco hubo registro alguno de la confesión.

El caso ha perseguido a esa ciudad desde entonces.

REVISIÓN DEL CASO EN 2014

Hasta 2014. A principios de ese año, la familia del pequeño recurrió, solicitando un nuevo juicio. Pero no para no para que se perdonara al niño ejecutado.

«Hay una diferencia: Un perdón es perdonar a alguien por algo que hizo», dijo Norma Robinson, la sobrina de George Stinney, al Manning Times. «Esa no era una opción para mi madre, mi tía o mi tío. No estábamos pidiendo perdón».

La familia Stinney buscó que la juez de Circuito Carmen Mullen se pronunciara sobre lo que en el derecho estadounidense se denomina un escrito de «coram nobis».

El término latino «coram nobis» significa «ante nosotros». La fórmula completa es «quae coram nobis residente», que traducido significa «que [las cosas] permanecen en nuestra presencia.

Permite al tribunal corregir su sentencia original tras apreciar un error fundamental que no figuraba ni en el sumario ni en la sentencia original. Un error que había impedido que se pronunciara la sentencia correcta.

El escrito –auto en nuestra versión española– de «coram nobis» se originó en el «common law» de Inglaterra en el siglo XVI.

La juez de Circuito Mullen escuchó los testimonios de los hermanos del niño ejecutado, que argumentaron que su confesión fue extraída con coerción y que tenía una coartada que nunca fue escuchada.

«Es mi opinión profesional, con un grado razonable de certeza médica, que la confesión dada por George Stinney Jr. en, o alrededor, del 24 de marzo de 1944, se caracteriza mejor como una confesión obtenida bajo coerción, complaciente y falsa», declaró Amanda Sales, psiquiatra forense a la juez, según NBC News.
«No es fiable».

EL NIÑO EJECUTADO TENÍA UNA COARTADA

George tenía, además, una coartada: su hermana pequeña, Amie Ruffner, que en 2014 tenia 77 años.

Amie declaró ante la juez que George que cuando sucedió el crimen su hermano estaba con ella, viendo a la vaca de su familia pastando junto a las vías del tren.

En ese momento, las dos niñas se acercaron a ellos montadas en sus bicicletas y les preguntaron dónde podrían encontrar flores silvestres.

Les contestaron que no sabían y siguieron con sus asuntos.

Stinney fue acusado de asesinar a las dos niñas precisamente cuando recogían flores silvestres.

La familia del niño, después de la ejecución, huyó del pueblo. Su hermano, Charles, de 80 años ahora, dijo que nunca fueron a la Policía porque estaban aterrorizados.

«La condena y ejecución de George fue algo que mi familia creyó que podía pasarle a cualquiera de nosotros en la familia. Por lo tanto, tomamos la decisión por la seguridad de la familia de dejarlo estar», escribió Charles Stinney en su declaración jurada.

La juez de Circuito Mullen finalmente anuló la condena con su sentencia, en respuesta al escrito de «coram nobis».

70 años después.

«No puedo pensar en una injusticia mayor que la violación de los derechos constitucionales que me han sido probados en este caso», escribió en su sentencia.

George Stinney fue electrocutado 84 días después del asesinato de las dos niñas.

Medía apenas 1,52 metros de altura y pesaba apenas 45 kilos. Las correas de la silla eléctrica eran demasiado grades para su pequeño cuerpo. Los periódicos de la época contaron que tuvieron que ponerle varios libros en la silla para que pudiera llegar al electrodo de la cabeza.

Con su sentencia la juez Mullen restituyó el honor del niño ejecutado y de la familia, corrigiendo la sentencia de 1944. No les pudo devolver la vida de su hermano ni quitarles el sufrimiento padecido a lo largo de décadas.

Pero se hizo justicia.

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