¿Y qué pasaría si una persona decide convertirse, voluntariamente, en esclava en nuestros días?
"Stico", el esclavo catedrático de derecho romano, con Bárcena, su "amo", y la esposa de éste, interpretados por Fernando Fernán Gómez, Agustín González y Carme Elías.

¿Y qué pasaría si una persona decide convertirse, voluntariamente, en esclava en nuestros días?

Esclava de forma voluntaria. Esa es la premisa que se explora en la película “Stico”. ¿Es posible tener un esclavo en nuestros días si la persona lo decide voluntariamente, aún sabiendo que la esclavitud no sólo ha sido abolida sino que, además, está prohibida?

Por eso “Stico» es una película insólita y muy original. Porque plantea una hipótesis improbable como es la aplicación del derecho en nuestros días. Al margen del ordenamiento jurídico actual. Porque recorre el camino del “qué pasaría sí…”, que tanto utilizan los cineastas estadounidenses en sus producciones cinematográficas.

Sus guionistas fueron dos de los grandes talentos de nuestro cine: Fernando Fernán Gómez, actor principal de “Stico” y Jaime de Armiñán, director de la película.

Su principal protagonista es el profesor jubilado de derecho romano, don Leopoldo Contreras, quien se encuentra en una situación económica límite. No puede sobrevivir con dignidad con lo que le ha quedado de pensión después de tantos años trabajando.

El profesor Contreras, interpretado por Fernando Fernán Gómez, le propone a uno de sus alumnos, Gonzalo Bárcena, al que da vida Agustín González, convertirse en su esclavo a cambio de vestido, comida y techo.

A cambio, le ofrece todo su conocimiento acumulado, del que podrá hacer uso como si fuera suyo porque al ser su esclavo todo sería de su propiedad.

Bárcena (con una sola ese; nada que ver con el Bárcenas de ahora) jurista de rutilante futuro, rechaza falsamente escandalizado la oferta de su antiguo profesor, uno de los cerebros mejor amueblados en Derecho Romano.

Pero pronto cambia de opinión. Las ventajas de disponer del conocimiento del profesor Contreras para medrar en su carrera le llevan, finalmente, a aceptar su propuesta.

Una propuesta que se ve obligado a materializar pronunciando la vieja fórmula legal romana, como mandaban los cánones:

– ¿Renuncias a tu libertad, a tus derechos de ciudadano libre, a la Constitución y a la jurisdicción de los Tribunales?”, le pregunta Bárcena al profesor Contreras.

– Renuncio, le contesta Contreras, que, de esa forma, se convierte en el esclavo “Stico”, nombre que elige el viejo profesor.

Con lo que no contaba Bárcena, el alumno convertido en amo, era con que su nuevo esclavo sería tan coherente en verse regido por el derecho romano que no solo no trata de ocultar su condición de esclavo sino que no tiene el menor reparo en difundirla “urbi et orbi”.

Algo que contraría a su amo y a la mujer de este, que hubieran deseado que mantuviera en secreto la naturaleza de su relación.

La película es una crítica contra las miserias de la naturaleza humana y la doble moral, pero que también tiene sus momentos jocosos con frases tan conocidas como “¡Viva el derecho romano, que a los esclavos manumite (libera) y a las esclavas mete mano!”, que solían -y suelen- pronunciar los estudiantes de derecho como broma.

La noticia de la existencia de un esclavo finalmente emerge en los medios de comunicación, con el consiguiente escándalo general.

En consecuencia, el “amo” Bárcena, Agustín González, se ve obligado a manumitirlo, a liberarlo, en una ceremonia pública, ante la comunidad, para salvar su buen nombre y su carrera.

La película presenta un profundo conflicto existente en torno a la autonomía de la voluntad, la renuncia a los derechos fundamentales y el deber del Estado de garantizarlos incluso contra la voluntad de su titular.

“Stico” es, en suma, una gran clase de Derecho Romano sin poseer la conciencia de que se está recibiendo.

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