El derecho al beso, el recurso que tenían los hombres romanos para descubrir si sus mujeres eran “decentes”
El beso de esta imagen corresponde a la celebérrima escultura de Rodin, creada a finales del siglo XIX. El derecho al beso decayó al principio de nuestra era por una cuestión de salud pública.

El derecho al beso, el recurso que tenían los hombres romanos para descubrir si sus mujeres eran “decentes”

Los esposos, padres, hermanos y primos gozaban, en la antigua Roma del llamado derecho de beso o “Ius osculi”, es decir, podían besar en los labios a la mujer, ya fuera esposa, hija, hermana o prima.

Pero no era por placer o por costumbre sino por una cosa muy concreta: para descubrir si había bebido vino.

Cuestión ésta muy importante porque el consumo llamado néctar del dios Baco les estaba prohibido a las mujeres.

Era pensamiento extendido que el vino promovía el adulterio y que poseía, incluso, propiedades abortivas.

El castigo que podían recibir si el esposo, padre, hermano o primo descubría que a la mujer le olía el aliento a vino a la mujer era grave, sobre el papel.

Porque podía ser repudiada o asesinada con la sola admisión de haber cedido a la tentación de tomarse  un mero vaso de tinto, normalmente “peleón”, que los cheverny sauvignon, los Rioja o los chiantís todavía no habían nacido.

Si bien es cierto, que pocas veces se llegaba a dichos extremos.

Lo normal es que, como castigo, la mujer fuera confinada en el hogar, sin poder salir, durante un tiempo.

La ley decía que el derecho a beso debía ejercerse a diario, pero no todos los maridos lo hacían con esa regularidad.

Los esposos más conservadores eran los más dados a ejercer el derecho al regresar a casa de su trabajo.

La sola posesión de las llaves de la bodega o la ausencia de un miembro masculino de la familia podía despertar «serias sospechas».

¿Cómo nació esta costumbre? Se cree que fue establecido por el fundador de Roma, Rómulo.

El derecho de beso estuvo vigente hasta el reinado del emperador Tiberio, es decir, hasta los años 14-37 después de Cristo, o de nuestra era, como se suele decir ahora.

Tiberio trató de suprimirlo o limitarlo a los casos en los que, de verdad, hubiera indicios con base de que la mujer se había dado al vino.

Al fin y al cabo, solía poseer las llaves de la bodega.  

La costumbre terminó decayendo, pero por una razón práctica: el beso con los diferentes parientes facilitaba la transmisión de enfermedades como el herpes, que se convirtió en epidemia.

Una cuestión de salud propició su desaparición.  

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