La Constitución contó con un corrector de estilo y gramatical de lujo: el premio Nobel de Literatura Camilo José Cela
Sobre estas líneas, Camilo José Cela, quien jugó un importante papel en que la Constitución estuviera perfectamente redactada.

La Constitución contó con un corrector de estilo y gramatical de lujo: el premio Nobel de Literatura Camilo José Cela

La Constitución cumple hoy 45 años

Camilo José Cela Trulock (1916-2002) había sido designado como senador por el Rey Juan Carlos en las primeras Cortes Generales de la Transición, entre el 15 de junio de 1977 y el 2 de enero de 1979, después de aprobada la Constitución, un texto que hoy cumple 45 años.

Su función, como se suele decir, era la de fijar, limpiar y dar esplendor a la primera Carta Magna que iba a ver la luz tras 36 años de dictadura (40 si incluimos los cuatro años de guerra civil).

Es cierto que entonces Cela era solo un reputado escritor y que todavía no había recibido los Premios Príncipe de Asturias de Las Letras (1987), el Premio Nobel de Literatura (1989) y el Premio Cervantes (1995), pero su pluma era ya mundialmente reconocida merced a novelas universales como «La colmena», «La familia de Pascual Duarte», «Viaje a la Alcarria» o «Pabellón de reposo», por citar algunas.

Cela se empleó a fondo en su labor de participante en la elaboración y revisión estilística del texto constitucional que el Congreso de los Diputados dio a la luz.

Poseedor de un carácter fuerte y directo, no se cortó al calificar la Carta Magna, el 3 octubre de 1978 –dos meses y tres días antes de su aprobación en un referéndum en un día como hoy– de «muy hortera en general, en su manera de decir», desde un punto de vista lingüístico, escribió en El País.

No obstante, fue positivo en su valoración y disculpó a sus autores con la afirmación de «Les salió así. Pero lo importante es que tengamos Constitución; parece que estará pronto y confío en que sea útil».

El escritor presentó un total de 40 enmiendas por motivos gramaticales al proyecto de Constitución, que fueron respaldadas por figuras conocidas, como el historiador Ricardo de la Cierva, también senador, y otras personalidades.

Una de las más conocidas fue el término «rojigualda», del artículo 4, referido a la bandera.

El texto original decía: «la bandera de España es de tres franjas horizontales. Roja, gualda y roja, siendo la gualda de doble anchura que las rojas».

Cela propuso cambiar el adjetivo «gualda», que tenía un «origen bárbaro», por «amarilla» e introducir un «cada una de» delante de «las rojas». Y cambiar el verbo «es» por «consta».

También fue el impulsor del cambio del artículo 57, sobre la sucesión en el trono, que decía: «siendo preferido el varón a la hembra». Acabó diciendo diciendo: «el varón a la mujer», más lógico y actual.

El Premio Nobel, hay que reconocerlo, no ganó todas las batallas. Fracasó en su intento de cambiar la denominación «castellano», que figura en el artículo 3, por el de «español».

Tampoco tuvo éxito en su sugerencia de eliminar el título de «villa» para referirse a Madrid como la capital de España en el artículo 5 ni en utilizar España en vez de «Estado español», un término que comenzó a utilizarse en el lado rebelde, en 1938, durante la guerra civil.

Aunque sus contribuciones se centraron en aspectos gramaticales, Cela hizo una observación políticamente profética en su enmienda al artículo 2: «No hay que hacer trágalas ni tempestades en vasos de agua con las nociones ‘nacionalidades’ y ‘regiones’, que son polémicas, no bien definidas y, por ende, confusas –apuntó el escritor gallego–. Hablar de unas y otras supone, además, un juicio de valor de alcances innecesariamente peligrosos. La nación española es España».

Su sugerencia fue desestimada.

De aquellos polvos estos lodos que estamos viviendo hoy y que están dividiendo a la nación española a cuenta de el proyecto de ley de amnistía para los separatistas que en 2017 trataron de romper España y hacer de Cataluña una república independiente.

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