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Opinión | CDL: La desconocida ‘Security for Costs’ en el derecho de Inglaterra y Gales, un abismo para los incautos (II)

Opinión | CDL: La desconocida ‘Security for Costs’ en el derecho de Inglaterra y Gales, un abismo para los incautos (II)
Josep Gálvez, abogado español y "barrister" en Londres, relata, en este segundo capítulo el caso que involucró a Iam Fleming, el creador del agente secreto británico James Bond. Foto: JG.
02/7/2024 06:34
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Actualizado: 01/7/2024 23:12
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Cuenta la anécdota que durante una interminable audiencia ante la ‘House of Lords’, antigua sede del Tribunal Supremo del Reino Unido, cuando tocó resolver sobre las costas, uno de los jueces se inclinó solemnemente hacia adelante y preguntó al ‘barrister’ del demandante:

– Y díganos, por favor, según su parecer, ¿cuál sería el coste estimado de este litigio?

    El entonces QC, que era gato viejo y bien conocido por sus señorías, sin perder la compostura se levantó y reclinándose sobre el atril, respondió con cierta ironía:

    Su Señoría, pues eso dependerá de si ganamos o perdemos.

      El juez, con media sonrisa y divertido por la respuesta del ‘barrister’ replicó a su vez:

      – Sin duda, esto parece ser la constante en nuestro viejo sistema, ¿no es así?

        Pues efectivamente, la condena en costas en el derecho inglés es una de las verdades más universales y temidas, ya que representan una auténtica espada de Damocles y quién deberá asumirlas es una cuestión tanto de fondo como de estrategia procesal.

        Y es que a diferencia de España, donde la amenaza de las costas no asusta ni al tato, y ahí están los juzgados abarrotados de expedientes para probarlo, en Inglaterra y Gales esto es otro cantar y juegan un papel tan importante o incluso más que el fondo del asunto.

        EL GRAN CALIBRE DE LAS COSTAS EN INGLATERRA Y GALES

        Un buen ejemplo lo tenemos en el caso de difamación que contábamos hace ya un tiempo donde Rebekah Vardy, la esposa del famoso futbolista inglés Jamie Vardy, tras perder la demanda fue condenada a pagar la friolera de 1,5 millones de libras (1.766.475 euros) en costas a su otrora amiga de petarderías, Coleen Rooney.

        Recordemos además que las costas y su cálculo bajo el derecho inglés es un arte esotérico, donde unos elegidos se dedican exclusivamente a esta tarea. Auténticos escribas jurídicos con un conocimiento enciclopédico sobre la práctica forense en esta materia.

        Y como libro de cabecera pues está el famosísimo ‘Friston on Costs’, un tocho monumental escrito por el ‘barrister’ Mark Friston, que ya debe andar por su quinta edición y en cuyas más de 2.000 páginas desgrana con todo detalle los arcanos de este particular tarot de los complejos criterios vertidos en innumerables decisiones judiciales.

        Tanto es así que incluso contamos con jueces especializados en la materia, los ‘Costs Judges’, jueces de costas con sede en la ‘Senior Courts Costs Office’, y que únicamente resuelven sobre la dolorosa que una parte debe abonar a otra en los procesos ante la ‘High Court’ y la ‘Court of Appeal’.

        De ahí que en Inglaterra y Gales haya unos criterios que, aunque sean bastante complejos, están establecidos y aplicados por jueces que, cabe recordar, antes de ser frailes fueron cocineros y por tanto conocen muy bien lo que vale un peine.

        Y para que nos hagamos una idea del calibre, según las directrices de los tribunales de Su Graciosa Majestad, los honorarios que pueden cobrar los ‘solicitors’ en Londres son de hasta 546 libras (643 euros) por hora más IVA, y de hasta 278 libras (327 euros) por hora más IVA si el profesional es de fuera de Londres.

        Pero ojo, porque estamos hablando únicamente de los ‘solicitors’, porque si usted quiere llevar el caso hasta el juicio tendrá contratar entonces a un ‘barrister’ para que le defienda ante los tribunales.

        Así que, con en este particular paisaje es donde toman su razón de ser medidas tan importantes como la ‘security for costs’.

        LA ‘SECURITY FOR COSTS’ Y SU FINALIDAD EN EL PROCESO CIVIL INGLÉS

        Como vimos la semana pasada, este simpático mecanismo judicial permite a un tribunal inglés ordenar a una de las partes que deposite una determinada cantidad, para garantizar que podrá cubrir una posible condena en costas si el caso es finalmente desestimado.

        Con esta sencilla medida se evitan las tentaciones que se observan en España y en otros lugares, consistentes en permitir al personal insolvente ir demandado alegremente por ahí, a sabiendas de que luego si pierden,  si te he visto no me acuerdo.

        En otras palabras, la ‘security for costs’ asegura que quien pleitear puede permitírselo.

        Y es que desde la Edad Media se advirtió mediante la ‘equity’ que era bueno evitar que los demandados quedaran como unos auténticos pagafantas, llevando a su formalización mediante las reglas de proceso civil inglés, como sucede actualmente.

        Porque una cosa es demandar y otra muy distinta es jugar a la ruleta con la pasta del prójimo.

        Es más, como los clásicos del lugar ya han advertido, el propio sistema español decimonónico establecía este mismo sistema mediante la “caución de arraigo en juicio”, una auténtica ‘security for costs’ prevista para el demandante guiri que después se las piraba sin pagar.

        Para ello le hacían ingresar la posible cantidad de condena en costas.

        En fin, volvamos para ver que a diferencia de España, este sistema se ha convertido en un elemento esencial del sistema de justicia inglés, reflejando un equilibrio entre el acceso a la justicia y la protección contra demandantes insolventes que no tienen nada que perder.

        ¿Pero qué criterios tienen los jueces ingleses para acordar una ‘security for costs?

        LOS CRITERIOS DE LOS TRIBUNALES INGLESES PARA LA ‘SECURITY FOR COSTS’

        Pues muy fácil. En primer lugar y obviamente, lo más importante es la situación del demandante de tal manera que este será el factor más importante: si puede pagarse la fiesta o no.

        Por eso, si el demandante no tiene para cubrir las costas, el juez se inclinará a acordar la ‘security for costs’ ya que mediante esta medida podrá evitar que se materialice el riesgo, es decir, que el demandado se marque un simpa y hasta otro ratito.

        A ello pueden unir otras cuestiones relevantes, como por ejemplo si el demandante se encuentra dentro de la jurisdicción o no; si se trata de una sociedad de responsabilidad limitada o si el demandante ha presentado una reclamación que huele a cuerno quemado desde lejos.

        En fin, acabamos esta semana con un curioso caso que afectó al padre de James Bond, al celebrado Ian Fleming y a uno de sus más importantes follones ante los juzgados.

        Según cuentan, el escritor ya había publicado algunos títulos con enorme éxito y estaba tratando de escribir un guión que estuviera a altura para llevar al famoso agente secreto a la gran pantalla.

        Como estaba ya cansado de darle a la tecla, finalmente Fleming otorgó los derechos del más famoso doble cero a una empresa de un tipo irlandés llamado Kevin McClory, quien a su vez contrató a un guionista llamado Jack Whittingham.

        Curiosamente este Whittingham contaba con bastante inventiva y escribió un guión fantástico en el que Bond luchaba contra una organización criminal llamada SPECTRE y bajo la amenaza nuclear de fondo, vencía finalmente tras una serie de exóticas aventuras submarinas.

        Y como cereza de este pastel, Whittingham tituló a este guión “Thunderball”.

        Pero como el proyecto no tiraba hacia adelante, pues el proyecto se quedó en un cajón.

        Bueno, pues pasó el tiempo, McClory y Whittingham se enteraron de que Fleming estaba a punto de publicar su nueva novela y se iba a titular, sorpresa sorpresa: “Thunderball”, reproduciendo exactamente la trama del guión, personajes incluidos.

        Así que McClory demandó a Fleming y contrató a un joven ‘solicitor’ llamado Peter Carter-Ruck para este pleitazo que se prolongó durante más de veinte años.

        La cuestión es que en un intento de finiquitar el caso, los abogados de Fleming interpusieron una solicitud de ‘security for costs’ contra McClory que era irlandés, lo que supondría un criterio para la adopción de la medida.

        ¿Qué hizo entonces el joven abogado?

        Pues Carter-Ruck convenció a McClory para que comprara un piso en Londres y con eso pudo evitar la ‘security for costs’ de Fleming, ya que estaba domiciliado en la jurisdicción.

        En fin, volvemos la semana que viene, pero antes díganme:

        ¿Ustedes cómo prefieren su Dry Martini, mezclado o agitado?

        Hasta entonces mis queridos anglófilos.

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