Historia de una apuesta infame en la antigua Roma: Mesalina, la emperatriz, contra Escila, la prostituta más bella
Mesalina, esposa del emperador Claudio, le propuso a la prostituta Escila, una de las mujeres más bellas del momento en Roma, una apuesta sobre quién podía tener relaciones sexuales con más hombres en una sola noche. Ilustración: Confilegal.

Historia de una apuesta infame en la antigua Roma: Mesalina, la emperatriz, contra Escila, la prostituta más bella

En las calles de la antigua Roma, donde la decadencia y el lujo convivían con las sombras de la traición, dos mujeres distintas por su origen, pero unidas por la fama, protagonizaron uno de los episodios más escandalosos de la historia imperial.

La bella Escila, una de las prostitutas más codiciadas de la ciudad, y la emperatriz Mesalina, esposa del emperador Claudio, protagonizaron una legendaria apuesta que aún resuena en las crónicas de la Roma más oscura.

Escila, joya de los bajos fondos

Escila era conocida por ser mucho más que una prostituta; era una auténtica celebridad entre los hombres más poderosos de Roma.

Descrita como una mujer de extraordinaria belleza, con un ingenio afilado y una presencia magnética, Escila había conquistado no solo a patricios y senadores, sino también a artistas y poetas que, cautivados por sus encantos, la inmortalizaron en versos.

Sus ojos, decían, eran como dos esmeraldas brillando en la penumbra, y su sonrisa, una promesa de placeres tan dulces como fugaces.

Sin embargo, lo que hacía que Escila fuera tan deseada no era solo su belleza física, sino su reputación como una maestra en el arte de la seducción. En una ciudad donde el poder y el placer se entrelazaban de forma intrincada, Escila reinaba en su dominio, aunque desde las sombras.

Mesalina: La emperatriz voraz

Al otro lado del espectro social se encontraba Mesalina, la emperatriz de Roma, esposa de Claudio. A pesar de su posición como la mujer más poderosa del imperio, su reputación estaba envuelta en un manto de escándalo.

Se hablaba en los pasillos del palacio y en las tabernas de la ciudad de su insaciable deseo, de sus encuentros secretos y de su vida doble, donde bajo el disfraz de una mujer corriente, se sumergía en los placeres más prohibidos.

Roma se debatía entre el respeto que inspiraba su posición y el morbo que provocaban los rumores. Mesalina no era solo la emperatriz; era también la «Licisca», un nombre que utilizaba cuando visitaba los burdeles más bajos de la ciudad.

Bajo este seudónimo, competía con las prostitutas más experimentadas, alimentando una leyenda que cada vez se hacía más difícil de ocultar.

El encuentro inevitable

En una noche en la que Roma parecía vibrar con las tensiones del poder y los rumores de la calle, ocurrió lo inevitable: Mesalina y Escila se encontraron. La noticia llegó a la emperatriz de que una prostituta, famosa por su belleza y habilidad, había eclipsado a todas las demás mujeres de Roma.

Para una mujer tan competitiva como Mesalina, esto era un reto que no podía ignorar.

Según el historiador romano Suetonio, y especialmente Tácito, en sus obras «Anales», Mesalina, decidida a mantener su reputación secreta como la mujer más deseada de Roma, propuso una apuesta con Escila sobre quién podía tener relaciones sexuales con más hombres en una sola noche.

La recompensa era más que el orgullo; era la victoria sobre el deseo y la fama.

La noche de la competición

En el interior de uno de los burdeles más sórdidos de Roma, ambas mujeres tomaron sus posiciones. Escila, con su belleza etérea y su elegancia natural, se preparó con la calma de una veterana.

Sabía que, aunque era la mejor, esa noche sería una prueba más dura que cualquier otra que hubiera enfrentado. Al otro lado, Mesalina, oculta bajo su identidad falsa de Licisca, mostraba una sonrisa fría y calculadora. Estaba decidida a superar a la famosa cortesana.

Conforme la noche avanzaba, los hombres llegaban en oleadas. Senadores, comerciantes y soldados, todos querían participar en el evento clandestino que se extendía por los rumores de la ciudad.

Las lámparas de aceite iluminaban la escena mientras ambas mujeres recibían a los clientes, una tras otra, sin mostrar señales de agotamiento.

A medida que la noche avanzaba, la tensión crecía. Escila, aunque experimentada, empezaba a sentir el peso de la competencia.

Por otro lado, Mesalina, impulsada por un hambre insaciable por el poder y el deseo, parecía no mostrar signos de debilidad.

El amanecer de la infamia

Cuando las primeras luces del amanecer comenzaron a iluminar las calles de Roma, la competencia llegó a su fin.

Escila, agotada y asombrada, admitió su derrota. Mesalina, aún fresca a pesar de las horas, se alzó victoriosa.

Según el relato, Mesalina recibió a más de 25 hombres en una sola noche, dejando a Escila, la legendaria prostituta, completamente asombrada por la resistencia y ferocidad de la emperatriz.

El legado de una leyenda

Aunque la historia de esta infame apuesta ha sido transmitida de generación en generación, es importante recordar que muchos de los relatos sobre Mesalina fueron creados por sus enemigos políticos, que buscaban destruir su reputación.

La competencia con Escila, aunque probablemente exagerada o incluso inventada, representa un retrato de la Roma más decadente, donde el poder, el deseo y la traición se entrelazaban en una danza macabra.

Mesalina, a pesar de sus escándalos, pagó el precio de su ambición.

Fue ejecutada en el año 48 d.C. tras ser acusada de conspirar contra su esposo Claudio. Sin embargo, su leyenda, alimentada por historias como la de su apuesta con Escila, sobrevivió a su muerte, convirtiéndola en uno de los personajes más fascinantes y controvertidos de la historia romana.

Por otro lado, Escila, aunque derrotada en esta particular competición, siguió siendo un símbolo de belleza y seducción en las calles de Roma, su nombre vinculado para siempre con el de la emperatriz en una historia donde el poder y el placer se enfrentaron en una batalla nocturna inolvidable.

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