Plácido Molina, ISDE: «Hemos creado un programa de mentorización en el grado de derecho con el espíritu de un Obi-Wan Kenobi”
Placido Molina, director académico del Máster en Abogacía Internacional, explica en qué consiste el programa de mentorización de ISDE cuyo objetivo es orientar al alumno hacia aquello en lo que puede despuntar mejor.

Plácido Molina, ISDE: «Hemos creado un programa de mentorización en el grado de derecho con el espíritu de un Obi-Wan Kenobi”

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07/7/2025 05:37
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Actualizado: 07/7/2025 09:06
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Plácido Molina es una de esas figuras que combina con naturalidad el mundo académico y el jurídico, y que se mueve con soltura entre el aula, el despacho y la gestión estratégica. Es director académico del Máster en Abogacía Internacional —que se cursa de forma simultánea con el Grado en Derecho— de ISDE, donde además participa activamente en el diseño de programas formativos y en el acompañamiento personalizado de los alumnos a través de proyectos de mentorización.

Su perfil es poliédrico: docente, mentor, gestor de talento y abogado procesalista. Es director de Rauda ALSP, proveedor de servicios legales alternativos vinculado a Cuatrecasas, donde lidera equipos en varias jurisdicciones y desempeñado funciones similares a las de un CEO, combinando derecho, recursos humanos y estrategia de negocio.

Desde su experiencia como formador y directivo, Molina defiende una enseñanza del Derecho centrada en el alumno, en su vocación real y en su proyección profesional.

En esta entrevista, conversamos con él sobre cómo se forjan los futuros abogados en ISDE, el papel de la inteligencia artificial en la formación jurídica, la influencia de las series de televisión en las vocaciones legales y la importancia de formar cantera para los grandes despachos… y para muchos otros caminos menos evidentes, pero igual de valiosos.

¿Qué es lo que le atrae de la docencia?

El contacto humano. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de compartir ideas y experiencias. Enseñar implica, en última instancia, poner sobre la mesa no solo lo que uno sabe, sino también cómo resuelve problemas.

Me estimulan especialmente aquellos alumnos que cuestionan, que no aceptan sin más lo que se les dice, que ofrecen alternativas. Discutir con ellos —cuando lo hacen con argumentos y criterio— enriquece. Incluso cuando me llevan la contraria con razón, el proceso es valioso. Esa capacidad de ponerme en duda, de empujarme a revisar mis propias certezas, es lo que convierte la enseñanza en un verdadero intercambio, no en una simple transferencia de datos.

En el aula, como en el foro, el diálogo riguroso siempre mejora el resultado.

¿Cómo enfoca su relación con los alumnos?

Me gusta conocer a los estudiantes, observar cómo piensan y contarles cómo trabajamos en el día a día. Prefiero hacerlo de forma cercana, no con una charla unidireccional sobre qué es la abogacía o cómo funciona mi despacho. Prefiero enseñar mientras interactuamos, porque así ambos —ellos y yo— podemos ver si encajamos y decidir, con base real, si queremos trabajar juntos en el futuro.

¿Qué busca en ellos?

Lo primero que busco en un alumno es que tenga ganas de trabajar. La motivación, las ganas de aprender y esforzarse, son más de la mitad del camino recorrido.

A partir de ahí, me adapto a lo que cada uno puede ofrecer. Hay quienes son más tímidos, otros más comunicativos; algunos destacan en ciertas ramas del Derecho, otros son más analíticos o más prácticos. Cada perfil es distinto.

Por eso, intento observarlos bien para entender qué les gusta y en qué pueden destacar. Según eso, les propongo caminos que encajen con su forma de ser: alguien más reflexivo puede encajar mejor en Derecho Administrativo; quien es ágil y resolutivo, en Procesal; y quien tiene visión analítica, en Inmobiliario.

Analizar estas diferencias es clave, y por eso valoro tanto el contacto directo en clase. Ahí es donde realmente puedes conocer a cada estudiante.

¿Es decir, que después de varias clases y de observarlos, ya tiene una idea bastante clara de en qué área del Derecho podría encajar mejor cada alumno según su perfil?

Exacto. Lo que hago es un análisis personal de cada alumno: cómo es, qué le interesa, qué capacidades tiene. Les hago preguntas, los entrevisto, y también observo su forma de participar en clase y en los ejercicios. Esa información me sirve para orientarlos mejor.

Pero no solo me ayuda a mí a elegir a los alumnos adecuados. También compartimos ese análisis con la Oficina de Prácticas y con los despachos colaboradores —como Cuatrecasas, Pérez-Llorca, KPMG, entre otros— que nos piden perfiles concretos. Así, podemos recomendar con más precisión qué estudiantes encajan mejor en qué tipo de firma o área del Derecho: algunos son perfectos para grandes despachos, otros encajan mejor en firmas más pequeñas o especializadas.

Este análisis también les sirve a ellos. Les ayuda a descubrir hacia dónde podrían enfocar su carrera, qué áreas les pueden gustar más o dónde podrían tener más salida profesional. Es una guía realista y personalizada.

«Este máster está diseñado para orientar al alumno desde el inicio hacia su futuro profesional, ya sea en una firma internacional, un gran despacho español o una boutique legal especializada. La idea es que, gracias al acompañamiento del programa de mentorización y a la formación práctica del máster, cada estudiante encuentre su camino de forma natural», explica Placido Molina. Foto: PM.

¿No se siente como una especie de Obi Wan Kenobi, un mentor? Porque esa es la función de un mentor: abrir los ojos del «padawan» al mundo.

Sin duda. Pero no es solo que a veces me sienta como un mentor al estilo Obi-Wan Kenobi. Es que hemos creado un programa de mentorización en el grado de derecho con el espíritu de un Obi-Wan Kenobi

Muchos alumnos llegan a Derecho por caminos muy distintos. Algunos tienen claro que quieren estudiar esta carrera, pero muchos otros no. A diferencia de asignaturas como matemáticas o ciencias, que se conocen desde el colegio, el Derecho es una gran desconocida para la mayoría. No saben bien en qué consiste.

Por eso, muchos estudiantes terminan en Derecho porque no tenían una preferencia clara, o porque sus padres los orientaron en esa dirección. Algunos incluso llegan por azar, al no entrar en otras opciones.

Esto ocurre en todas las universidades. Por eso, nuestro programa de mentorización busca precisamente acompañarlos en ese proceso de descubrimiento, para que a lo largo de la carrera puedan encontrar su vocación real.

Tenemos la idea errónea de que la vocación viene de fábrica cuando la realidad es que nos la encontramos en el camino. ¿Comparte esta idea?

Así es. Algunos alumnos —una minoría— llegan con las ideas claras sobre lo que quieren hacer. Pero la mayoría no, y eso es completamente normal. Por eso en ISDE apostamos por la mentorización: nuestro objetivo es ayudarles a descubrir su vocación.

Y no tiene por qué ser la abogacía. El Derecho ofrece muchas salidas profesionales. He visto alumnos que, gracias a su dominio de idiomas, han terminado trabajando en comercio exterior.

Otros, con perfil más analítico y constante, han optado por preparar oposiciones. También hay quienes encuentran su sitio en áreas como el Derecho Laboral o los Recursos Humanos, porque tienen habilidades personales —como la empatía o la capacidad de leer a los demás— que les hacen destacar en esos entornos.

En todos los casos, lo importante es acompañarlos en ese proceso y ayudarles a identificar en qué pueden destacar. El Derecho no es un único camino, es una puerta abierta a muchos. Lo esencial es que cada uno encuentre el suyo.

«En una clase de 20 o 25 estudiantes, suele haber uno o dos con ese perfil tan llamativo de rainmaker. Pero eso no significa que los demás no tengan un gran potencial. A veces el talento no es tan evidente al principio, o está más escondido. Hay alumnos que no brillan de forma inmediata, pero con el tiempo desarrollan cualidades igual de valiosas».

¿Se ha encontrado alguna vez con un auténtico rainmaker? Me refiero a alguien con un talento natural, casi innato, para generar negocio, captar clientes y moverse con soltura en el mundo profesional.

Sí, de vez en cuando encontramos perfiles así. No son mayoría, pero existen. Hemos tenido alumnos que, desde el primer día, destacan tanto que incluso los profesores comentan: “Este chico va a llegar muy lejos”. Son los que brillan de forma natural, por su actitud, su inteligencia o su capacidad de liderazgo.

En una clase de 20 o 25 estudiantes, suele haber uno o dos con ese perfil tan llamativo de rainmaker. Pero eso no significa que los demás no tengan un gran potencial. A veces el talento no es tan evidente al principio, o está más escondido. Hay alumnos que no brillan de forma inmediata, pero con el tiempo desarrollan cualidades igual de valiosas.

Por eso lo importante no es solo detectar a quienes destacan desde el primer momento, sino descubrir qué tiene de especial cada uno. Todos pueden brillar, aunque no todos lo hagan de la misma manera ni al mismo ritmo.

Usted es el director del Máster en Abogacía Internacional de ISDE que es un programa de alto nivel simultáneo con el grado de derecho, ¿En qué consiste?

Exacto. En ISDE, el alumno que cursa el grado en Derecho estudia, por supuesto, los contenidos fundamentales para formarse como jurista. Saber Derecho es la base imprescindible para ejercer como abogado o trabajar en el ámbito jurídico.

Pero, además, ofrecemos la posibilidad de cursar de forma simultánea un máster, como el de Abogacía Internacional. En lugar de hacer una segunda carrera con asignaturas menos enfocadas a tu futuro profesional, apostamos por una formación complementaria más práctica y especializada, alineada desde el principio con tu objetivo: prepararte para el mundo real del Derecho.

¿Cuál es el objetivo de este máster?

Este máster está diseñado para orientar al alumno desde el inicio hacia su futuro profesional, ya sea en una firma internacional, un gran despacho español o una boutique legal especializada. La idea es que, gracias al acompañamiento del programa de mentorización y a la formación práctica del máster, cada estudiante encuentre su camino de forma natural.

El programa comienza con una base generalista y, a medida que el alumno avanza en el grado y adquiere más conocimientos jurídicos, el máster se vuelve más técnico y especializado. Los profesores que imparten clase provienen precisamente de los entornos a los que aspiramos que nuestros alumnos accedan: grandes despachos nacionales e internacionales, firmas anglosajonas, Big Four y departamentos jurídicos de empresas.

De este modo, los estudiantes no solo aprenden Derecho, sino que también conocen de primera mano cómo se ejerce en distintos ámbitos. Ven diferentes modelos de abogado y pueden identificarse con ellos, lo que les ayuda a visualizar mejor su futuro profesional.

Una de las claves del programa es que incluye prácticas desde el primer curso. Cada año, los alumnos tienen la oportunidad de trabajar durante un mes en las firmas donde enseñan sus propios profesores. Así, complementan la teoría con experiencia real y descubren cómo se aplica el Derecho en el entorno laboral desde el primer día.

«En ISDE preparamos a nuestros alumnos como si fueran una cantera de talento jurídico. Vienen profesionales de grandes firmas —como ocurre en el deporte con equipos de primera como el Real Madrid, el Barça o el Atlético— a entrenarlos, a ver cómo trabajan, cómo piensan. Nuestro objetivo es que los estudiantes aprendan directamente de quienes ya están en el mundo profesional, y que esas firmas, tanto grandes como boutiques, puedan descubrir en ellos a sus futuros abogados», relata Molina. Foto: PM.

¿Cree que las series de televisión influyen en los jóvenes a la hora de decidir estudiar Derecho? Me refiero a títulos como Suits, The Good Wife o The Good Fight, que muestran el mundo legal de forma muy atractiva. ¿Nota que ese tipo de ficciones generan vocaciones o expectativas entre los estudiantes?

Sí, sin duda las series de televisión influyen. Muchos estudiantes llegan motivados por lo que ven en la pantalla, especialmente en series de abogados o de tipo policial. Les atrae ese estilo de vida sofisticado, con despachos elegantes, tramas intensas y clientes de alto perfil. Eso les genera una imagen muy atractiva del Derecho.

De hecho, está muy de moda combinar Derecho con Criminología por la influencia de este tipo de ficciones. También es común que mencionen desde el primer día su interés por trabajar en grandes firmas como Cuatrecasas, Uría o las Big Four, porque es lo que han visto representado en esas series.

Recuerdo una alumna que me dijo que quería ser CEO. Cuando le pregunté de qué, me respondió: «Me da igual, quiero ser CEO porque lo he visto en las películas». Ese tipo de ideas son frecuentes.

Nuestro papel como docentes es, precisamente, ayudarles a distinguir entre la parte idealizada de esas historias y la realidad del ejercicio profesional. Mostrarles que para llegar a esos puestos hay que trabajar duro, tener una buena base jurídica y planificar bien su formación. Porque sí, es posible llegar lejos, pero no ocurre como en la televisión: requiere esfuerzo, constancia y estrategia.

¿Abordan también el tema de la inteligencia artificial en vuestra formación? Se lo pregunto porque, aunque es una herramienta útil y cada vez más presente, puede convertirse en un atajo que permite a los alumnos superar exámenes sin haber asimilado realmente los conocimientos. ¿Cómo gestionan ese equilibrio entre aprovechar la tecnología y asegurarse de que los estudiantes adquieren la base sólida que necesitan para su futuro profesional?

Este es un tema que genera bastante debate, y lo vivo de cerca tanto como director de una ALSP (proveedor alternativo de servicios legales) como en mi faceta académica en ISDE.

Por supuesto, reconozco el valor de la inteligencia artificial: puede ahorrar tiempo, mejorar la calidad de ciertos procesos y tiene un gran potencial en el ámbito laboral. Pero también creo que debemos usarla con responsabilidad, especialmente en el contexto educativo.

En clase, insisto en una idea clave: para poder trabajar con una copia —lo que sería el resultado de una IA— primero hay que saber crear el original. Si un estudiante no es capaz de razonar y construir por sí mismo, acabará siendo simplemente un operador de herramientas, no un profesional del Derecho.

Por eso, más que prohibir la IA, creo que debemos enseñar a utilizarla bien. Que sirva para enriquecer el pensamiento, para contrastar ideas, incluso para afinar una solución… pero no para sustituir el razonamiento. Como en ajedrez: la máquina puede ayudarte a pensar mejor, pero no a pensar por ti.

No podemos formar abogados que, ante un problema, digan: “espera, que lo consulta ChatGPT”. Un buen jurista, como un buen médico, debe tener capacidad de análisis rápido, criterio y conocimiento. La tecnología puede complementar eso, no reemplazarlo.

Y hay un ejemplo que me gusta usar: en los colegios se sigue enseñando caligrafía, aunque existan programas de dictado. Porque escribir bien no es solo una técnica, es una forma de ordenar el pensamiento. Lo mismo ocurre con el Derecho: no basta con tener herramientas. Hay que saber Derecho, entenderlo y memorizarlo. Porque el día que falle la tecnología, el criterio profesional debe seguir ahí.

«Sin duda las series de televisión influyen. Muchos estudiantes llegan motivados por lo que ven en la pantalla, especialmente en series de abogados o de tipo policial. Les atrae ese estilo de vida sofisticado, con despachos elegantes, tramas intensas y clientes de alto perfil. Eso les genera una imagen muy atractiva del Derecho».

De sus palabras se deduce que ISDE es una cantera para las grandes firmas, y no tan grandes. ¿Es así?

Exactamente. En ISDE preparamos a nuestros alumnos como si fueran una cantera de talento jurídico. Vienen profesionales de grandes firmas —como ocurre en el deporte con equipos de primera como el Real Madrid, el Barça o el Atlético— a entrenarlos, a ver cómo trabajan, cómo piensan.

Nuestro objetivo es que los estudiantes aprendan directamente de quienes ya están en el mundo profesional, y que esas firmas, tanto grandes como boutiques, puedan descubrir en ellos a sus futuros abogados.

¿Cuál es su función en la ASLP Rauda?

Yo empecé —y sigo siendo en esencia— abogado procesalista, especializado en Derecho civil y mercantil. Aunque ahora mi papel ha evolucionado, no renuncio a esa identidad porque forma parte de mi vocación y me gusta mantenerla viva.

Actualmente dirijo una ALSP (proveedor alternativo de servicios legales) llamada Rauda, con cinco oficinas en cuatro países: dos en España, una en Lisboa, otra en Bogotá y otra en Santiago de Chile. Mi trabajo se centra en la gestión de equipos y talento. Me encargo de contratar profesionales para distintas áreas y, gracias a mi experiencia docente, puedo identificar bien los perfiles que mejor encajan.

También estudio la legislación de cada país en el que operamos y organizo los equipos según las necesidades concretas de Cuatrecasas, ya que somos una ALSP cautiva de esa firma. Esto implica entender qué tipo de soluciones humanas y jurídicas necesitan y adaptar nuestros recursos a esas demandas.

En resumen, combino funciones de gestión de personas, organización de equipos, análisis jurídico y planificación económica. Es un trabajo que se parece mucho al de un CEO, justo como me decía una alumna hace tiempo. Y tenía razón: se puede llegar ahí, incluso partiendo del mundo del litigio.

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