«El síndrome de Medea», motor del asesinato de los dos niños del barrio barcelonés del Carmel
Rina Martínez Siles, la boliviana acusada de matar a sus dos hijos de 11 y 9 años, Alyson y Andrés, ahogándolos en la bañera de su casa del barrio barcelonés del Carmel, ha sido condenada a 20 años de prisión por el tribunal del jurado que la ha enjuiciado. Rina reconoció ante el tribunal popular su autoría en lo que parece ser un «síndrome de Medea» de libro.
El mencionado síndrome -estudiado en criminología- alude a un caso de la mitología griega, el de Medea. Esta mujer estaba casada con Jasón y tenía dos hijos con él. Cuando supo que su marido la iba a abandonar por otra, Medea se vengó de él matando a los dos niños. Los pequeños eran lo que Jasón más quería.
Así lo castigó Medea, de la forma más dolorosa y rotunda que pudo encontrar.
El de Rina, igual que el caso de José Bretón, es una repetición de aquello. Rina, de 37 años, asesinó a sus dos hijos, despechada por el abandono de Jasón.
En la sentencia, el tribunal del jurado, presidido por el magistrado José María Torras, consideró probado que, después de las 12 horas del 7 de abril de 2013, hizo tomar a sus dos hijos un fármaco -benzodiazepina- para dormirlos y luego «los sumergió, uno tras otro, en medio líquido, en la bañera, hasta provocar su insuficiencia respiratoria».
Los datos que trascendieron en el juicio son sobrecogedores: La acusada telefoneó a su marido, Luis Flores, para avisarle de lo que iba a hacer.
La Fiscalía, la acusación particular y la defensa de la acusada habían alcanzado un acuerdo para pedir una pena de 10 años de prisión por cada delito de asesinato con alevosía, y para que se consideran eximentes la confesión tardía de los hechos y la alteración psíquica.
Rina sufría maltrato «cuando menos» psicológico por parte de su marido, del que tenía una fuerte dependencia emocional y quien la había abandonado entre septiembre y octubre de 2012 por otra mujer, según el relato de conformidad de la sentencia.
En este contexto, la acusada sufrió «una descompensación de los rasgos dependientes de la personalidad» -antes de que matara a sus hijos y tras abandonarla su marido- con alteraciones que culminaron con la agresión mortal a los niños bajo una afectación moderada de su capacidad volitiva y cognitiva.
Hasta ese momento, Rina mantuvo siempre una buena relación maternal con sus hijos, «procurando en todo momento cubrir todas sus necesidades», viviendo en la plaza Pastrana del barrio del Carmel.
La parricida trató de suicidarse consumiendo una cantidad indeterminada de benzodiazepinas, por lo que fue ingresada en el Hospital Vall d’Hebrón tras su arresto ese mismo día. CONFILEGAL/EP.