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La violencia sexual contra las mujeres tiene muchas caras diferentes y oscuras

La violencia sexual contra las mujeres tiene muchas caras diferentes y oscuras
Yolanda Díez Herrero es experta en ciberdelincuencia y violencia de género
03/1/2016 14:19
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Actualizado: 03/1/2016 14:19
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La violencia sexual es cambiante según la perspectiva desde la que se analice: jurídica, psicológica, tipo de sociedad, creencias culturales.

Hace unos años, el estudio de las agresiones sexuales se centraba en el delito y en los autores de tales hechos, pero en la actualidad se centra en las víctimas y en los efectos globales que produce en la mujer.

La conceptualización más común considerada la violencia sexual hacia las mujeres como un acto de poder, agresión y degradación, además del componente sexual por parte del hombre hacia la mujer.

Todos los estudios concluyen que entre todos los tipos de malos tratos sufridos por parte de las mujeres, las agresiones sexuales producen el mayor impacto psicológico en la vida de las mujeres y las repercusiones más negativas en su salud mental.

La violencia sexual de género adopta múltiples expresiones que transgreden los derechos humanos de las mujeres, aunque muchas formas de esta violencia son aún difíciles de identificar en nuestra vida cotidiana.

Hay diferentes definiciones sobre la violencia sexual que nos aportan diferentes organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos, para el Centro Para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU definen la violencia sexual como un acto sexual completado o intentado en contra de la voluntad de una víctima o cuando una víctima es incapaz de consentir debido a su edad, enfermedad, incapacidad o la influencia de alcohol o drogas.

Puede envolver fuerza física o amenaza de la misma, uso de armas, coacción, intimidación o presión.

La violencia sexual se compone de actos que pretenden dominar, poseer y doblegar a la persona a través de la sexualidad

La “violencia sexual basada en el género” encierra una amplia variedad de abusos que incluyen: amenazas sexuales, explotación, humillación, asaltos, violencia de género y doméstica, incesto, prostitución involuntaria, tortura, inserción de objetos en orificios genitales, la mutilación femenina y otras prácticas dañinas incluyendo el matrimonio a edades tempranas, que aumenta sustancialmente la morbilidad materna, y son formas de violencia sexual basadas en el género contra las mujeres que no se pueden pasar por alto ni justificar sobre la base de la tradición, la cultura o el conformismo social.

La violencia sexual son actos que pretenden dominar, poseer y doblegar a la persona a través de la sexualidad.

A veces el autor actúa desde la violencia explícita hacia la victima, que se siente impotente, desprotegida, humillada, otras veces, se vale de la confianza en él depositados para desde la cercanía de una relación afectiva, romper los limites de la intimidad.

Se establece una relación confusa, irrumpiendo no sólo en su sexualidad, sino en el conjunto de su mundo afectivo y vivencial.

En este tipo de situaciones el abuso no es sólo sexual sino que también se da un abuso de confianza.

No existe un ámbito especifico para el abuso sexual, sino que puede suceder en el seno de una familia, en la relaciones laborales, con un vecino-profesor-médico…, y sus consecuencias serán más graves cuanto mayor sea la implicación afectiva o la autoridad simbólica y moral, en interrelación con la duración temporal de dichos abusos.

El abusador sabe muy bien elegir a su víctima valiéndose de la confianza previa en él depositada, de su indefensión, o de ambos. En este contexto cabe señalar el autor de abusos a menores, el cual puede provenir de hogares desintegrados y violentos, que comienzan con maltratos físicos y terminan abusando sexualmente.

Pero también el agresor puede ser una persona aparentemente normal que con frecuencia asume el rol de figura protectora, cariñosa, muy valorada y rodeada de niños. Pueden tener profundos desajustes emocionales, problemas de drogadicción, o haber sufrido, a su vez, abusos en su infancia.

Hay algo perverso en ello que les lleva a buscar el sexo en menores y no en su grupo de iguales.

La Organización Mundial de la Salud, ha determinado que las estimaciones más precisas de la prevalencia de la violencia de pareja y la violencia sexual en entornos sin conflictos son aquellas proporcionadas por encuestas poblacionales basadas en el testimonio de las víctimas.

En un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la salud de la mujer y la violencia doméstica contra la mujer (WHO «multi-country study on women’s health and domestic violence against women») realizado en 10 países, en su mayoría de renta media y baja, se observó que en las mujeres de 15 a 49 años.

a). Entre el 15 por ciento de ellas en el Japón y el 71 por ciento en Etiopía referían haber sufrido a lo largo de su vida violencia física o sexual perpetrada por su pareja;

b). Entre un 0,3 por ciento y un 11,5 por ciento referían haber sufrido violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja después de cumplidos 15 años;

c). La primera experiencia sexual había sido forzada en muchos casos (17 por ciento de las mujeres en la Tanzania rural, 24 por ciento en el Perú rural y 30 por ciento en zonas rurales de Bangladesh indicaron que su primera experiencia sexual había sido forzada).

El 30 por ciento de las mujeres, en el mundo, que han tenido una relación de pareja han sufrido violencia físico y/o sexual por parte de su pareja. 

Del mismo modo, en un análisis reciente hecho por la OMS por medio de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigaciones Médicas, basado en los datos de más de 80 países, se indicaba que el 35 por ciento de las mujeres han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por terceros.

La mayor parte de esta violencia corresponde a la ejercida por la pareja. A nivel mundial, cerca de un tercio (30 por ciento) de las mujeres que han tenido una relación de pareja han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja.

En algunas regiones la cifra es mucho mayor. Un 38 por ciento de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja. La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres contra mujeres y niñas. El abuso sexual infantil afecta a niños y niñas.

En los estudios internacionales realizados, aproximadamente el 20 por ciento de las mujeres y el 5-10 por ciento de los hombres refieren haber sido víctimas de violencia sexual en la infancia. La violencia entre los jóvenes, que incluye también la violencia de pareja, es otro gran problema.

Por todo ello, la Organización Mundial de la salud, ha establecido una serie de pautas o premisas básicas en la violencia de pareja y la violencia sexual contra la mujer. Estos criterios se apoyan en los siguientes datos y cifras:

a). La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.

b). Las cifras recientes de la prevalencia mundial indican que el 35 por ciento de las mujeres del mundo han sufrido violencia de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.

c). Por término medio, el 30 por ciento de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física o sexual por parte de su pareja.

d). Un 38 por ciento de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja.

e). Estas formas de violencia pueden dar lugar a problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva y otros problemas de salud, y aumentar la vulnerabilidad al VIH.

f). Entre los factores de riesgo de comisión de actos violentos cabe citar un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber sufrido maltrato infantil o haber presenciado escenas de violencia en la familia, el uso nocivo del alcohol, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

g). Entre los factores de riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figuran un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber presenciado escenas de violencia entre los progenitores, la exposición a maltrato durante la infancia, y actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

h). En entornos de ingresos altos, hay ciertos indicios de la eficacia de los programas escolares de prevención de la violencia de pareja (o violencia en el noviazgo) entre los jóvenes.

i). En los entornos de ingresos bajos, aparecen como prometedoras otras estrategias de prevención primaria, como la micro financiación unida a la formación en igualdad de género y las iniciativas comunitarias dirigidas contra la desigualdad de género o tendentes a mejorar la comunicación y las aptitudes para las relaciones interpersonales.

j). Las situaciones de conflicto, posconflicto y desplazamiento pueden agravar la violencia y dar lugar a formas adicionales de violencia contra las mujeres.

A la vista de estos datos y criterios extraídos de aquellas, y según estudios recientes está comprobado que dos de cada tres mujeres en el mundo han sufrido alguno de estos tipos de violencia sexual y dos de cada tres de las víctimas sufren un Trastorno de Estrés Postraumático (T.E.P).

Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Algunos se asocian a la comisión de actos de violencia, otros a su padecimiento, y otros a ambos.

Entre los factores de riesgo de ambas, violencia de pareja y violencia sexual, se encuentran los siguientes:

a). Un bajo nivel de instrucción (autores de violencia sexual y víctimas de violencia sexual);

b). La exposición al maltrato infantil (autores y víctimas);

c). La experiencia de violencia familiar (autores y víctimas);

d). El trastorno de personalidad antisocial (autores);

e). El uso nocivo del alcohol (autores y víctimas);

f). El hecho de tener muchas parejas o de inspirar sospechas de infidelidad en la pareja (autores);

g). Las actitudes de aceptación de la violencia (autores y víctimas).

Entre los factores asociados específicamente a la violencia de pareja cabe citar:

a). Los antecedentes de violencia (autores y víctimas);

b). La discordia e insatisfacción marital (autores y víctimas).

c). Las dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja.

Y entre los factores asociados específicamente a la violencia sexual destacan:

a). La creencia en el honor de la familia y la pureza sexual;

b). Las ideologías que consagran los privilegios sexuales del hombre, y

c). La levedad de las sanciones legales contra los actos de violencia sexual.

La desigualdad de la mujer con respecto al hombre y el uso normativo de la violencia para resolver los conflictos están estrechamente asociados tanto a la violencia de pareja como a la violencia sexual ejercida por cualquier persona.

Todas estas circunstancias tienen unas consecuencias graves y directas para la salud de la mujer.

La violencia de pareja y la violencia sexual producen a las víctimas supervivientes y a sus hijos graves problemas físicos, psicológicos, sexuales y reproductivos a corto y a largo plazo, y tienen un elevado costo económico y social.

La violencia contra la mujer puede tener consecuencias mortales, como el homicidio o el suicidio.

Asimismo, puede producir lesiones, y el 42 por ciento de las mujeres víctimas de violencia de pareja refieren alguna lesión a consecuencia de dicha violencia. La violencia de pareja y la violencia sexual pueden ocasionar embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por VIH.

El análisis de 2013 reveló que las mujeres que han sufrido maltratos físicos o abusos sexuales tienen una probabilidad 1,5 veces mayor de padecer infecciones de transmisión sexual, incluida la infección por VIH en algunas regiones, en comparación con las mujeres que no habían sufrido violencia de pareja. Por otra parte, también tienen el doble de probabilidades de sufrir abortos.

Estas formas de violencia pueden ser causa de depresión, trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios, sufrimiento emocional e intento de suicidio

La violencia en la pareja durante el embarazo también aumenta la probabilidad de aborto involuntario, muerte fetal, parto prematuro y bebés con bajo peso al nacer.

Estas formas de violencia pueden ser causa de depresión, trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios, sufrimiento emocional e intento de suicidio.

En el mencionado estudio se observó que las mujeres que han sufrido violencia de pareja tenían casi el doble de probabilidades de padecer depresión y problemas con la bebida. La tasa fue aún mayor en las que habían sufrido violencia sexual por terceros.

Entre los efectos en la salud física se encuentran las cefaleas, lumbalgias, dolores abdominales, fibromialgia, trastornos gastrointestinales, limitaciones de la movilidad y mala salud general.

La violencia sexual, sobre todo en la infancia, también puede incrementar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, así como las prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de la vida.

Asimismo se asocia a la comisión (en el hombre) y el padecimiento (en la mujer) de actos de violencia. La violencia sexual se percibe en la mayoría de las mujeres, como un suceso que amenaza seriamente su vida.

Tienen síntomas psicofisiológicos como: temblores, taquicardias, dolor, tensión muscular, respiración jadeante y paralización

Las víctimas tienen una sensación de horror y de indefensión, temen morir o sufrir heridas graves y, experimentan niveles muy altos de miedo y ansiedad, niegan la realidad o le restan importancia para mantenerse vivas.

Lo que ocurre es que el cuerpo grita lo que ellas callan, y enferman física y psicológicamente. Los síntomas más frecuentes son: susto, preocupación, terror, confusión, indefensión, rabia, vergüenza y humillación.

Además tienen síntomas psicofisiológicos como: temblores, taquicardias, dolor, tensión muscular, respiración jadeante y paralización. El acontecimiento traumático de la agresión sexual se re experimenta persistentemente por lo menos en una de las formas siguientes:

a). Recuerdos desagradables, recurrentes e invasores de la agresión sexual, que incluyen imágenes, pensamientos o percepciones.

b). Sueños desagradables y recurrentes sobre la experiencia.

c). Conductas o sentimientos que aparecen como si el suceso estuviera ocurriendo de nuevo.

d). Malestar psicológico intenso cuando la víctima se expone a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto de la agresión sexual.

e). Reactividad fisiológica cuando la víctima se expone a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan algún aspecto de la agresión sexual.

f). Se produce una evitación persistente de los estímulos asociados con el trauma y una falta de capacidad general de respuesta (no existentes antes del trauma), que se pone de manifiesto en, al menos tres de los siguientes fenómenos:

– Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones asociados con la agresión sexual.

– Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que provocan el recuerdo de la agresión.

– Incapacidad para recordar alguno de los aspectos importantes del trauma (Amnesia psicógena).

– Disminución del interés o de la participación en actividades cotidianas.

– Sensación de distanciamiento o extrañeza respecto a los demás.

– Limitación dela capacidad afectiva (por ejemplo, incapacidad para enamorarse)

– Sensación de falta de futuro

Con independencia de ello, hay que tener en consideración, que la violencia sexual contra las mujeres produce una restricción de su vida social, sentimientos de extrañeza y aislamiento de los demás, disminución de la satisfacción sexual y menor participación en la actividad sexual.

Y además, ello determina la existencia de síntomas persistentes de híper activación (no existentes antes del trauma), que se pone de manifiesto en, al menos, dos de los fenómenos:

a). En la dificultad para conciliar o mantener el sueño.

b). En la irritabilidad o explosión de ira

c). En la dificultad de concentración

d). En la existencia de una hipervigilancia

e). En la respuesta de alarma exagerada.

Lo fundamental es romper ese silencio que ahoga, y gritarlo: desenterrar y gritar los sentimientos, emociones y vivencias silenciados durante tanto tiempo

Del mismo modo, es importante que las víctimas comiencen una terapia con un psicoterapeuta especializado en abusos sexuales, para que pueda detectar el significado de lo vivido y ayudarle a superarlo.

Lo fundamental es romper ese silencio que ahoga, y gritarlo: desenterrar y gritar los sentimientos, emociones y vivencias silenciados durante tanto tiempo. Cuando está disociado o negado, poder conectarse y comprender el impacto que ello causó. A partir de ahí, aprender a distinguir lo que es la víctima o lo que es el agresor, por mucho sentimiento de culpabilidad que se tenga, la víctima siempre es víctima.

Se trata de entender desde lo profundo la relación que existe entre sus problemas actuales y lo sucedido, y poder comprender tanto la realidad exterior como su propia realidad, ambas distorsionadas.

Se trata de conectar y conocer su auténtico yo, y reconstruir su imagen, sintiéndose acorde consigo misma, con su cuerpo y su sexualidad. Saber que algo nuevo comienza y que merece la pena ser vivido, y aunque el abuso sexual no se puede olvidar, las heridas llegan a cicatrizar. El silencio se transforma en palabras que curan.

Finalmente, tal como concluye la Organización Mundial de la Salud, para propiciar cambios que erradiquen dicha violencia contra la mujer, y que tenga un efecto duradero en el tiempo, es importante que se promulguen leyes y se formulen políticas:

a). Que tengan como finalidad la protección a ultranza de la mujer;

b). Que combatan la discriminación de la mujer;

c). Que fomenten la igualdad de género; y

d). Que ayuden a adoptar normas culturales más pacíficas.

Una respuesta adecuada del sector de la salud puede ser de gran ayuda para la prevención de la violencia contra la mujer y la respuesta consiguiente. La sensibilización y la formación de los prestadores de servicios de salud y de otro tipo constituyen por tanto otra estrategia importante. Para abordar de forma integral las consecuencias de la violencia y las necesidades de las víctimas y supervivientes se requiere una respuesta multisectorial.

 

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