En recuerdo de José María Castán Vázquez
José María Castán Vázquez era el último de los grandes civilistas de los últimos 50 años.

En recuerdo de José María Castán Vázquez

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30/8/2017 04:55
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Actualizado: 30/8/2017 00:26
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Este mes de agosto nos ha abandonado José María Castán Vázquez en Madrid. Tenía 94 años. Con él desaparece el último de los grandes civilistas de nuestra historia reciente.

No en vano fue hijo del gran jurista aragonés José Castán Tobeñas, presidente del Tribunal Supremo entre 1945 y 1968 y autor de un manual imprescindible para los estudiantes de derecho civil durante más de 50 años conocido como “el Castán”.

Para José María Castán Vázquez la sombra de su padre no supuso ningún problema. Humilde a la par que brillante, poseía una mente aguda y precisa, de lo que quedó testimonio en sus múltiples publicaciones.

El desaparecido jurista era también tío del actual presidente de la Sala de lo Civil del Supremo, Francisco Marín Castán.

José María Castán Vázquez fue número uno de la carrera fiscal, letrado mayor del Ministerio de Justicia y profesor de derecho civil, primero en la Universidad Pontificia Comillas-ICADE y después en la de San Pablo-CEU.

Fue además secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, en la que ingresó en 1984 con un discurso titulado “La influencia de la literatura jurídica española en las codificaciones americanas”, que fue contestado por el entonces presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Antonio Hernández Gil, con quien había servido como letrado en la cartera de Justicia.

José María Castán Vázquez era una personal humilde, discreta y muy bondadosa. Y un hombre de familia.

Casado con Purificación Péréz-Gómez, era padre de cinco hijos: José, notario destinado en Madrid, Pura, filóloga, Antonio, abogado especializado en derechos de autor y marcas y patentes, Lola, secretaria municipal en Cantabria y Santiago, profesor de derecho procesal en la Universidad Juan Carlos I.

Jose María Castán ha sido sin lugar a dudas un gran jurista, sus miles de alumnos y discípulos, y el mundo jurídico en general así se lo ha reconocido siempre, pero sobre todo ha sido una gran persona, un gran hombre de bien, del que muchas generaciones de juristas y profesionales han aprendido la importancia que tiene la humildad como una categoría superior del saber. Su desaparición es una pérdida irreparable para el mundo del derecho.

Descanse en paz.

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