Algunos hombres buenos
Fernando Pinto es magistrado, doctor en Derecho y académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Algunos hombres buenos

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27/12/2017 06:10
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Actualizado: 26/12/2017 23:43
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Hace veinte años Omar Islam Ali salió de la isla de Lamu (Kenia) para ir a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Dejaba atrás a sus padres, trece hermanos, la filosofía del “Hakuna Matata” (“vive y sé feliz”), una libertad sin fronteras y pocas necesidades para adentrarse en el salvaje y competitivo mundo del capitalismo americano.

El contraste entre ambos países fue tan doloroso que durante varios días no pudo salir a la calle. En 2008 decidió volver a su isla natal con el claro propósito de ayudar a su pueblo. Omar se quedó sorprendido de la suciedad que había en las playas.

¿Qué había pasado durante estos años?

La llegada de los plásticos a partir de los años noventa había provocado una grave degradación medioambiental. Los habitantes de la isla no sabían cómo gestionar los nuevos residuos y acababan tirados por todas partes.

Omar reclutó a un grupo de jóvenes para que le ayudaran a recoger los plásticos y los llevaran a un terreno que tenía a las afueras del poblado.

El joven había aprendido durante su estancia en Estados Unidos que el plástico podía reutilizarse. Omar enseñó a las mujeres a convertir el plástico en productos reciclados de artesanía que podían vender y así obtener algunos ingresos para mejorar su calidad de vida.

Como el pueblo no tenía colegio, estas mujeres acudían al trabajo acompañadas de sus hijos.

Ése fue el inicio de la escuela Twashukuru Nursery School (que en suajili significa “agradecido”) que, construida con materiales reciclados de plástico, pretendía dar apoyo a esos niños que solo habían conocido la miseria.

A lo largo de ocho años, la escuela ha beneficiado a más de cien niños. No solo se les da comida, sino que se les brinda una educación para tener una oportunidad en la vida. La escuela, además, ofrece trabajo a los padres de los alumnos lo que ha revitalizado la economía local.

Premio de la Fundación por la Justicia-Fundación Bancaja

Para poder mantener la escuela, Omar viaja de vez en cuando a Estados Unidos para trabajar y poder seguir ofreciendo a los jóvenes la ilusión de aprender. Recientemente, Omar ha recibido el XIV Premio de la Fundación por la Justicia-Fundación Bancaja por su intensa labor en defensa de los derechos de los más desfavorecidos.

Gracias a este premio, dotado con ocho mil euros, Omar terminará de construir un aulario en la escuela y podrá mejorar los distintos niveles educativos de los alumnos.

“La pregunta más urgente y persistente en la vida es: ¿qué estás haciendo por los demás?”, dijo hace muchos años Martin Luther King.

La historia de Omar Islam Ali refleja el ímpetu de esas personas desconocidas que, superando la corriente de individualismo que nos arrastra, han decidido ofrecer a la sociedad algo más que su tarjeta de crédito.

Cuando el joven keniata regresó a su tierra natal, podría haberse conformado con lo que veía: miseria, suciedad, hambre, desilusión. Al igual que otras muchas personas, Omar podría haber asumido que, en definitiva, nada se podía cambiar.

En cambio, el joven entendió que debía ofrecer a aquellos niños las herramientas necesarias para romper el ciclo que había perpetuado la pobreza durante décadas. Aunque no estuviera recogido en ninguna declaración internacional de derechos, aquellos jóvenes africanos tenían derecho a llenar su mente de esperanza, ilusión y futuro.

Gracias a una idea tan sencilla como recoger los plásticos y reciclarlos, el mundo cambió definitivamente para aquellos habitantes de la isla de Lamu.

La voluntad de un joven –unida a esa fuerza invisible que a todos nos empuja para construir un mundo mejor- sentó las bases de un proyecto destinado a dar oportunidades a quien nunca las había tenido. No hizo falta un proyecto de financiación.

No se requirió la ayuda de las instituciones locales.

Solo fue necesario que alguien –si se permite, un “héroe moderno”- tuviera una idea brillante en un lugar necesitado de esperanza. Aunque Omar no lo reconozca, posiblemente quiso llevar a la práctica aquellas bellas palabras de Alejandro Jodorowsky: “No podemos cambiar el mundo. Pero sí podemos comenzar a cambiarlo”.

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