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Caso Gaztelueta: Cuando la verdad no importa

Caso Gaztelueta: Cuando la verdad no importa
Juan Cuatrecasas, progenitor del niño supuestamente abusado, optó por ir a los medios a explicar su caso. Harodigital.
03/12/2018 06:15
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Actualizado: 03/12/2018 01:28
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Reconozco que cuando tuve conocimiento del caso Gaztelueta tuve dudas sobre la inocencia o la culpabilidad del profesor. Las mismas dudas que tuve cuando un día, en un centro penitenciario, un joven marroquí me dijo “necesito un abogado, me piden 9 años por un abuso sexual”.

Le escuché, porque es conveniente escuchar a una de las pocas personas que saben la verdad de una historia, y decidí llevar su caso. Por suerte y por justicia, la Audiencia Provincial de Madrid le absolvió.

Gaztelueta era distinto. Todo lo que leía en los medios de comunicación inculpaban al profesor. El juicio estaba hecho.

Quizá ha tenido que ver la decisión de Juan Cuatrecasas, padre del querellante, de acudir a los medios de comunicación y contar su historia y que el profesor haya mantenido silencio.

Tampoco ayuda el sentimiento de repulsa que genera este tipo de delitos.

Pero como abogada no me resulta suficiente ninguno de esos motivos para juzgar la culpabilidad de nadie.

Por eso decidí leer la sentencia y fue en ese momento en el que se despejaron mis dudas.

Esperaba encontrar una sentencia contundente y contundente ha sido en la forma de menospreciar cualquier versión contraria a la del querellante. Aquí incluimos a la defensa, por supuesto, pero también a médicos, profesores, alumnos e incluso a un amigo del chico.

Hay muchos aspectos en la sentencia muy sorprendentes, pero lo que más me llama la atención es precisamente esto, la sensación de que dijera lo que dijera la defensa o cualquier otra persona, si se salía de la única hipótesis que se ha valorado en el juicio, iba a ser excluido.

Desde mi punto de vista no se han valorado otras hipótesis.

Y podrían ser igual de verosímiles y posibles.

DUDAS

Hay peritos que reconocen engrosamiento del relato e imprecisiones y fisuras; médicos forenses que concluyen que estamos ante un relato falso (elaborado de manera inconsciente); un Tribunal que ve normal que a un niño de 10 años se le recete Orfidal; un Colegio al que se le reprocha no haber sido consciente del acoso escolar sufrido por el alumno, cuando tampoco los padres lo supieron; un Fiscal que muestra reticencias cuando se pregunta por qué se ha tardado tanto en completar el relato; un médico amigo de la familia que declara que el niño le contó que sufría acoso y abusos y que no dijo nada para no traicionar la confianza del niño.

Genera dudas que un médico tenga conocimiento de algo así y, sabiendo que está obligado a comunicarlo, no lo haga, por no pensar en la reacción de cualquier padre al que su amigo no le cuenta que su hijo está siendo abusado. Podríamos seguir.

Además de leer la sentencia, he visto entrevistas de Juan Cuatrecasas en distintos medios de comunicación.

En una de ellas manifiesta que “no se considera profundamente religioso. La gente que se considera profundamente religiosa tiene un problema porque esa expresión indica una ideología radical, extrema, ultra ortodoxa y en este país hemos tenido y tenemos alguna referencia tipo Opus Dei, Legionarios de Cristo..”.

Resulta extraño que una persona que piensa eso lleve a su hijo a un colegio como Gaztelueta durante siete años.

Pero esto no sorprende porque no interesa. Y lo que no interesa se ignora… o se bloquea si el escenario es Twitter.

Lo que interesa es erigirse en abanderados de la lucha contra algo.

Y atacar a todo aquel que no crea firmemente lo que un menor cuenta, aunque eso signifique destruir la presunción de inocencia de una persona. O sentirse atacado por quien simplemente tiene una opinión distinta o alberga dudas, acusándole nada más y nada menos que de sembrar el odio.

¿Alguien ha pensado que el profesor pueda ser inocente? ¿Alguien ha pensado el sufrimiento de esa persona y su familia durante estos años?

Hay una sentencia condenatoria, pero también posibilidad de recurso y seis investigaciones previas de diferentes instancias que apoyan otra versión.

Llevo días leyendo en medios de comunicación que ha sido una sentencia ejemplarizante.

En el ámbito jurídico no se debería hablar de sentencia ejemplarizante porque las sentencias no deben ser ejemplares, deben ser justas.

Pero eso solo pasa cuando el interés es descubrir la verdad.

Y muchas veces, la verdad no importa.

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