Los  precedentes de los abogados en la historia de Occidente

Los precedentes de los abogados en la historia de Occidente

Si alguna vez tienen interés en saber cómo se administraba justicia en el antiguo Egipto les recomendamos la lectura de los libros del francés Christian Jacq.

Son muy precisos y la reconstrucción es bastante aproximada. Encontrarán un dato muy curioso: no había abogados en Egipto.

En los primeros tiempos en la civilización de las pirámides incluso se prohibían los informes orales ante los tribunales por el temor de que la persona más hábil en el arte de la oratoria pudiera seducir a los jueces.

Ese mismo temor imperaba en la antigua Grecia, donde regía una justicia popular.

El tribunal estaba compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo y las partes debían defenderse a sí mismas, de acuerdo con la ley de Solón.

Para los griegos, el mejor sistema de descubrir la verdad entre dos personas era poniendo a una frente a la otra, dejando que cada una contara el asunto a su manera, aportando las pruebas que considerasen relevantes, sin permitir que un tercero interviniese.

A esta metodología la denominamos hoy careo. 

Al jurado al que nos hemos referido lo denominaban Heliea y estaba compuesto por 6.000 ciudadanos, aunque normalmente sus miembros variaban según los temas a tratar. Para un proceso privado solían ser 201, pero cuando era público su número variaba de 501 a 1501. 1501 jurados. Todos eran elegidos por sorteo. Aquello debía ser inmanejable, se dirán ustedes. Debía de serlo, pero era la consecuencia del ejercicio de una democracia libre y directa.

En detrimento del sistema hay que aclarar que la actividad de defensa era un puro ejercicio de elocuencia por el que se trataba más de conmover que de convencer. Y como no todos los que tenían problemas legales habían nacido con el don de la oratoria, solían contratar los servicios de los “logógrafos”, antecedentes directos de los actuales abogados, quienes, tras estudiar los casos, les daban forma y redactaban un discurso que luego, sus clientes, memorizaban para exponerlo ante el jurado popular.

El lugar en el que los griegos administraban justicia era el Aerópago, que era considerado un lugar sagrado.

Por ello, antes de cada audiencia, era regado con agua limpia con el fin de recordar a los jurados y a los litigantes que en él sólo debía entrar lo que era puro y nada más.

En Roma hacían lo mismo que en Grecia.

En esto también los copiaron.

Vertían agua sagrada en el foro donde se celebraba el juicio y se invocaba a las divinidades porque los juicios estaban fuertemente enraizados en la religión y, eran, por lo tanto una prolongación de ella.

Fue en Roma, de la que España fue provincia, donde nació el oficio de abogado. A los patricios romanos les correspondía la obligación de defender a los suyos ante los tribunales, pero el desarrollo de la ciencia jurídica llevó a encomendar a personas expertas en Derecho tal cometido.

Entonces aparecieron los jurisconsultos, que eran los que evacuaban las consultas que se les hacían sobre cuestiones jurídicas, y los oratores, que eran los que informaban ante los tribunales.

De esa manera apareció en Roma, antecedente y fuente de la civilización occidental, un oficio vital hoy en día para beneficio de todos los ciudadanos.  

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