Firmas
La Jefatura del Estado y el 40 aniversario de la Constitución
Luis Murillo, jurista, con base en Zaragoza.
03/1/2019 06:15
|
Actualizado: 03/1/2019 00:37
|
Lo cierto es que este es un tema crucial del que hay muy poca doctrina. Aprovechando el 40 aniversario de nuestra Constitución, creo que hay que hablar de él. Excepto gente de talla, como Oscar Alzaga y Jorge de Esteban, pocos han tratado el tema.
Consecuencia de ello, la Corona, que encarna la Jefatura del Estado, ha quedado reducida a tema de las revistas del corazón, donde el experto en el asunto es Jaime Peñafiel.
Las normas de la Jefatura del Estado son de nivel reglamentario.
Y Pablo Iglesias y sus diputados atacan a la institución monárquica en base a argumentos de otros siglos.
Todo esto se fundamenta en una falta de desarrollo normal, de los estudios doctrinales y normativos, de la Corona y de la Jefatura del Estado, y esto se debe al miedo. Miedo infundado a que el pueblo español, mínimamente, criticase la institución monárquica. Y la crítica ha llegado igual, pero sin desarrollo de ningún tipo.
Lo primero que hay que decir es que no es lo mismo la Corona que la Jefatura del Estado, el artículo 56 de la Constitución del 78 dice que el Rey es el Jefe del Estado y, al ser una Constitución monárquica, regula la Corona dado que le corresponde ostentar la Jefatura del Estado.
Otro caso sería si habláramos de una República, la Jefatura del Estado la ostentaría el Presidente.
En todo caso vemos que la Jefatura del Estado es algo distinto a quien la ostenta.
En el caso de la Corona, el ostentar la Jefatura del Estado le da una “vis pública” importante.
Dado que la monarquía se basa en una sucesión genética y familiar, y dado que el aspecto personal es importante, surge una regulación, en la Constitución de temas puramente privados.
La cuestión es que quedan temas importantes, la suerte es que la Casa Real se adelanta.
De hecho con el tema de si hay Biblia y Crucifijo cuando prometen o juran los ministros, la Casa Real se adelantó, como se adelantó con la no celebración de acto religioso alguno en la proclamación del Rey.
Derivados de la Religión quedan temas como las bodas y funerales de Estado, ya veremos, pero mejor no confiar en el Gobierno de turno.
El caso de D. Juan de Borbón está un poco desaprovechado.
Hijo de Rey-Jefe de Estado, padre de Rey-Jefe de Estado pero nunca, y eso está claro, Jefe de Estado.
¿Rey?
Fuera de sus partidarios, nunca se le llamó así.
Está claro que era el Jefe de la Casa Real española, y era el que tenía los derechos sucesorios de Alfonso XIII, por tanto, yo entiendo que era Rey, otra cosa es que no fuera nunca Jefe de Estado.
Para el debate queda el uso del ordinal, tercero, que yo creo que sólo corresponde a los Reyes-Jefes de Estado.
Y ello pese a los precedentes franceses de Luis XVII y Napoleón II.
Es un caso a debatir y repensar.
Como hemos sido los únicos capaces de restaurar una monarquía nos correspondería estudiarla y seguir adaptando la institución al tiempo en que vivimos.
Po otra parte la figura de los ex-reyes, que no está regulada en sitio alguno, ¿qué es un ex -Rey?
Yo entiendo que alguien pueda ser ex-Jefe de Estado pero ser ex-rey es como ser ex-conde o ex-duque.
Uno es Rey siempre, es decir, desde que sucede.
Un ejemplo claro ha sido Miguel I de Rumanía.
Está más que claro que el Estado rumano es una república pero Miguel I era su Rey y fue jefe de Estado antes del comunismo.
Yo creo que el tema se solventaría al igual que pasa con los títulos nobiliarios.
El nudo gordiano está en saber distinguir entre funciones públicas y privadas, y los Reyes actuales lo saben hacer.
Otras Columnas por Luis Murillo:
