José María Garzón: «El caso Alcàsser cambió la forma de investigar de los cuerpos policiales»
El abogado, José María Garzón, en una foto tomada en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

José María Garzón: «El caso Alcàsser cambió la forma de investigar de los cuerpos policiales»

Ejerció la acusación particular en dicho caso, representando a Fernando García, padre de Miriam, una de las tres niñas asesinadas
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09/7/2019 06:15
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Actualizado: 09/7/2019 07:51
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Fue el abogado de Fernando García, padre de Miriam, una de las tres niñas asesinadas en el caso Alcàsser. José María Garzón Flores ejerció, en su nombre, la acusación particular contra Miguel Ricart Tárrega, el único condenado por el triple asesinato, en el juicio que se celebró ante el tribunal de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia entre 12 de mayo y el 30 de julio de 1997, a lo largo de 49 sesiones; 3 menos que el juicio sobre el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 en el Tribunal Supremo.

El otro acusado, Antonio Anglés, huyó en un barco y se esfumó para siempre.

El triple crimen, que hoy ha vuelto a cobrar plena actualidad con la serie “El caso Alcàsser”, de Netflix –en la que ha participado el abogado–, ha permitido a nuevas generaciones conocer unos hechos que impactaron a los españoles como muy pocos antes hasta ese momento y a los que ya los conocían, recordarlo con todo lujo de detalles. 

Rosa María Mateo dando la noticia de su desaparición en los informativos de TVE.

Sucedió el 13 de noviembre de 1992. Miriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández, de 14 y 15 años, desaparecieron la noche ese día cuando hacían autostop para ir desde su pueblo, Alcàsser –localidad a 14 kilómetros al suroeste de Valencia– a Picassent, población colindante con la anterior, donde se celebraba la fiesta de su instituto.

Sus cadáveres fueron encontrados por un apicultor y su consuegro tres meses después, el 27 de enero de 1993.

Estaban enterrados en el paraje de La Romana, a 50 kilómetros al suroeste de Valencia capital.

«El caso Alcàsser cambió la forma de investigar de los cuerpos policiales, principalmente de los servicios de criminalística y de policía científica de Guardia Civil y Policía Nacional. Y de rebote, influyó a las nuevas policías autonómicas«, explica Garzón, socio director del despacho Garzón Abogados, uno de los grandes especialistas en penal de nuestro país.

Hasta ese momento las inspecciones oculares se hacían «de esa manera», sin cuidado. Las escenas del crimen se contaminaban con extrema facilidad.

«Hizo reflexionar a los mandos de Guardia Civil, fuerza responsable de la investigación, y de la Policía Nacional. A partir de entonces comenzaron a protegerse las escenas del crimen. En las inspecciones oculares se emplearon las metodología que ya aplicaban otras policías del mundo, para analizar el lugar de los hechos, ya fuera mediante la espiral o la cuadrícula», relata Garzón, quien además de abogado, es criminólogo.

Antonio Anglés, quien huyó y del que jamás se supo, y Miguel Ricart, el único condenado, al que se le impusieron 170 años de cárcel, de los que cumplió 20, gracias a la aplicación de la doctrina Parot.

ENIGMAS EN EL CASO ALCÀSSER  

«Aquel juicio fue, además, el primero en el que se consiguió una convicción, la de Ricart, gracias a una prueba de ADN. Fue la primera vez que se hizo y la principal prueba de cargo contra él«, cuenta el abogado.

De eso hace 22 años.

En aquel momento no existía una Ley del ADN ni nada por el estilo. «Estábamos en los albores de tres factores que han transformado la investigación criminal hoy en día: El ADN, los teléfonos móviles, con la capacidad de triangular posiciones a través de la geolocalización, y las videograbaciones. Este triple asesinato contribuyó a abrir el camino hacia la gestación de la Ley hoy vigente«.

Pero aquel caso dejó abiertos muchos enigmas.

«Uno de esos enigmas son los ocho pelos hallados en el cinturón de Miriam. Siete pelos de hombres diferentes. Jamás se investigó a quienes pertenecían. ¿Por qué? Porque cuando yo me hice cargo del caso me fue denegada la prueba. Por extemporánea, según el tribunal. Y podía haberlo hecho como diligencias para mejor proveer», señala el abogado.

Otra cosa que jamás encajó fue el hecho de que en el lugar donde sucedieron los hechos, «el lugar del crimen», la caseta de La Romana –según los investigadores– no se encontraron ni restos de sangre ni de semen en el colchón que supuestamente se utilizó ni en el suelo ni en ningún otro sitio.

«Es totalmente imposible esa ausencia de restos biológicos. Algunas de las niñas eran vírgenes. Las autopsias dicen que fueron violadas. De haber sido así, tenía que haber habido sangre –mucha sangre– como mínimo», indica el abogado.

«La escena del crimen verdadera, desde mi punto de vista, no fue la caseta de La Romana. Fue en otro sitio. Así lo indica el barro de los zapatos  las niñas, que pertenece a otro lugar diferente a aquel. Hubo un doble enterramiento, sin duda alguna«, agrega.

El colchón de la caseta de La Romana, donde no se encontró ni una gota de sangre de las asesinadas.

SU RUPTURA CON FERNANDO GARCÍA Y JUAN IGNACIO BLANCO 

Garzón tuvo que lidiar, en aquel caso, con el tribunal repetidas veces por las apariciones de Fernando García, el padre de Miriam, y del criminólogo y periodista, Juan Ignacio Blanco, recientemente fallecido, que abrazaron la teoría de que Ricart y Anglés eran unos delincuentes menores al servicio de una banda organizada de asesinos adinerados, compuesta por políticos y empresarios. 

«Yo jamás les seguí en ese camino sin retorno. Como abogado, no podía secundar unas manifestaciones que no estaban sustentadas con pruebas. Varias veces me las tuve que ver con el presidente del tribunal, que me recriminó. ‘Usted defiende cosas diferentes a las que su cliente dice fuera’, me decía, en referencia a las apariciones de García y de Blanco en el programa ‘Esta noche cruzamos el Mississipi’, de Tele 5», relata.

«Esa fue la razón principal por la que yo dejé el caso antes de conocer la sentencia [170 años de prisión por rapto, violación y asesinato con la agravante de ensañamiento; de los que ha cumplido 20 años por aplicación de la doctrina Parot]», dice.

Este caso puso a Garzón en el mapa de los mejores abogados penalistas de España. Porque a este le siguieron otros de igual o mayor relevancia, el caso Waninkhov, el caso Carabantes, el caso del asesino de la baraja, y muchos otros. 

«Pero esos enigmas y muchos otros, permanecen a día de hoy. Llegué a contar, junto a Juan Ignacio Blanco, casi 100. Que jamás han sido resueltos», concluye.

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