Todo lo que se busca, escribe, pincha, comparte, lee, borra o se adjunta queda en la Red para su explotación eterna
Marta Peirano es la autora del libro "El enemigo conoce el sistema", que muestra cómo se manipula desde la Red.

Todo lo que se busca, escribe, pincha, comparte, lee, borra o se adjunta queda en la Red para su explotación eterna

De acuerdo con Marta Peirano, autora de "El enemigo conoce el sistema"
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14/9/2019 12:05
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Actualizado: 14/9/2019 12:09
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Cuánto más digieres contenido irrelevante, tal y como masticas comida prefabricada, más información proporcionas, más metadatos se acumulan para que oscuros algoritmos que nadie sabe cómo funcionan proporcionen los instrumentos para manipular a placer grandes masas de ciudadanos.

Como su propio nombre indica, “El enemigo conoce el sistema”, el libro de la periodista Marta Peirano, editado por Debate, expone como el ciudadano de a pie desconoce lo que ocurre, con gran riesgo,  y cree pasar desapercibido en un mundo hiperconectado e hipervigilado.

En suma, el enemigo conoce el sistema, pero nosotros no.

“El enemigo conoce el sistema” comienza con una interesante analogía entre la capacidad de los saborizantes más populares del mercado -¿patatas fritas con sabor a huevos fritos?- y su capacidad de enganchar el paladar de manera.

Como dice muy gráficamente, que “cuando haces pop ya no hay stop” con una sociedad enganchada permanentemente a sus teléfonos móviles, tablets, ordenadores, relojes inteligentes y asistentes domésticos virtuales con nombre propio.

En la nueva era digital el poder se ha vuelto invisible, subterráneo, y mientras antes la vigilancia de los ciudadanos era un privilegio del Estado, la nueva industria tecnológica, basada en la explotación del usuario, ha cambiado los parámetros en una lucha feroz por el recurso más limitado de nuestro tiempo:

La atención de la persona que está al otro lado de la pantalla.

No hay más que mirar a nuestro alrededor, en la calle, en los transportes públicos, en los coches, en los bares, todo el mundo a nuestro alrededor está prendado de las pantallas de los móviles, las tabletas o los portátiles.

ENGANCHADOS A LA IRRELEVANCIA

«Porque aunque creamos lo contrario, el objetivo no es tenernos actualizados, ni conectados con nuestros seres queridos, ni gestionar el equipo de trabajo, ni descubrir a tu alma gemela, ni enseñarte a hacer yoga… Lo que persigue es el ‘engagement‘ el compromiso”, dice Marta Peirano en su libro.

Esa casilla por la que se aceptan los términos de usuario, que nadie se molesta en leer, “un contrato legal vinculante en el que el usuario suele renunciar a derechos para que la compañía que recopila sus datos se cure en salud”.

Y también, por supuesto, la participación, el hábito que se convierte en adicción, el estar permanentemente pendiente del aparato correspondiente.

No hay más que mirar a nuestro alrededor, en la calle, en los transportes públicos, en los coches, en los bares, todo el mundo a nuestro alrededor está prendado de la pantalla del móvil: Unos juegan, otros chatean, miran vídeos irrelevantes, fotos de lugares a los que nunca irán, recetas que nunca cocinarán y ropa que jamás podrán comprar.

“En el mundo de las plataformas digitales nada muere ni desaparece, todo es material”, según Marta Peirano.

UN POCO DE HISTORIA

Marta Peirano recorre la historia reciente de las telecomunicaciones, desde los orígenes de la red, su llegada a centros de trabajo y hogares, la liberación del mercado para hacer la red más libre todavía, los genios bienintencionados de Silicon Valley, el advenimiento de Google y la actual era de los metadatos.

Estos últimos son los que conforman todo el tráfico que circula por la nube y están compuestos por las cabeceras de los paquetes y su itinerario, con un enorme valor para el enemigo.

“En el mundo de las plataformas digitales –dice el libro– nada muere ni desaparece, todo es material” y añade: “todo lo que busca, escribe, pincha, comparte, lee, borra o adjunta el usuario es digerido por los algoritmos de Google y almacenado en sus servidores para la explotación eterna”.

El más importante de todos estos datos sobre una persona es dónde está en cada momento de su vida.

“Dónde vive, dónde trabaja, cuántas horas duerme, cuándo sale a correr, con quién se relaciona, a dónde viaja, cómo se transporta de un sitio a otro, cuál es su terraza favorita”.

Y es el «smartphone» y sus aplicaciones el que le cuenta todo eso a la industria de la atención.

SIN SENTIR EL PELIGRO

De manera que, sin darnos cuenta, y sin sentirnos en peligro, cedemos nuestros datos y nos dejamos llevar por un sistema que lo controla todo.

La red que nació con vocación de ser libre, abierta y democrática es ahora un conjunto de servidores, conmutadores, satélites, antenas, «routers» y cables de fibra óptica controlados por un número cada vez más pequeño de empresas, informa Peirano.

Es la infraestructura más grande jamás construida y el sistema que define todos los aspectos de nuestra sociedad y sin embargo es secreta.

Tiene una tecnología oculta de algoritmos opacos y decisiones ignotas, porque los centros de datos que almacenan y procesan la información “están ocultos y protegidos por armas, criptografía, propiedad intelectual y alambre de espino”.

El enemigo conoce el sistema pero nosotros no.

En su trabajo de investigación, la periodista Marta Peirano trata temas como el control y destrucción de los procesos democráticos, la nueva estructura social, el poder de los algoritmos o la militarización del espacio público.

«Cada época tiene su propio fascismo, y el nuestro difiere en muchos aspectos del que describe Orwell en los cuarenta (…). A nosotros nadie nos obliga a tener la telepantalla encendida«, dice.

«Nosotros mismos nos esmeramos en llevarla a todas partes, cargarla a todas horas, renovarla cada dos años y tenerla encendida todo el tiempo y programada para no perdernos un segundo de propaganda».

CIUDADANOS ESPIADOS

Cuando los papeles de Edward Snowden demostraron que los ciudadanos estadounidenses eran espiados por su propio Gobierno resultó que el resto de los ciudadanos del mundo también eran también parte del buffet libre para EE.UU. y en este caso sin posibilidad de reclamación alguna, por vivir fuera de sus fronteras.

Y dentro de la escala de importancia de datos en la red, los algoritmos de reconocimiento facial son los más valiosos y los más peligrosos, según Peirano, porque ofrecen un sistema involuntario e invisible y su regulación varía mucho entre los diversos países.

A pesar del amplio margen de error actual, la tecnología de reconocimiento facial avanza rápidamente:

Por ejemplo en China es la base del sistema de crédito social, que puntúa y multa a los ciudadanos según su comportamiento y que entrará en vigor de forma completa el año 2020, amenazando con una pesadilla de 400 millones de cámaras para vigilar constantemente a la población.

Edward Snowden, agente de la NSA estadounidense, denunció precisamente esto: que desde la red se espía a todo el mundo.

ALGORITMOS JUDICIALES

Los algoritmos son opacos e invisibles, alerta el libro y recogen patrones invisibles para nosotros.

Un ejemplo paradigmático es el que relata la autora procedente del libro “Algoritmos de destrucción matemática”, en el que Cathy O’ Neil “explora los algoritmos de valoración de reincidencia que ayudan a los jueces a decidir multas, fianzas, condenas y la posibilidad de reducción de penas o libertad condicional.

Estudiando los resultados, la Unión Americana de Libertades Civiles descubrió que las condenas impuestas sobre personas de color en Estados Unidos era un 20 por ciento más largas que las que recibían personas blancas por el mismo crimen”.

“El algoritmo imita el sesgo implícito del sistema al que sirve porque ha sido entrenado en sus valores morales y reproduce los errores del pasado” explica Peirano en su libro.

Y todo ello es un magnífico caldo de cultivo para la desinformación, el florecimiento de las noticias falsas, la manipulación en las redes sociales, la propaganda sin control de los gobiernos y el fomento del enfrentamiento no sólo entre países, sino también entre los propios ciudadanos dirigidos sin piedad a creer lo que quieren creer.

De acuerdo con la autora, Facebook trabaja para unir WhatsApp, Instagram y Messenger, formando un ecosistema definitivo “para la vigilancia y manipulación de miles de millones de personas”.

UN FUTURO MUY NEGRO

Tras la investigación sobre la campaña de influencia rusa en 2016 y los brotes de violencia en Myanmar, Mark Zuckerberg, muy a su pesar, terminó disculpándose por el papel jugado por Facebook en la dispersión de noticias falsas, “alegando inocencia y falta de visión periférica”, y adoptando tímidas medidas mientras por otro lado planea la expansión de los grupos privados de Twitter e Instagram, “que permiten una viralidad extrema combinada con el secretismo”.

“En el momento de cerrar este libro -concluye la autora- la empresa de Mark Zuckerberg trabaja para unir WhatsApp, Instagram y Messenger en una infraestructura común por medio de la cual los usuarios de todas las plataformas podrán conectarse entre ellos a través de canales cifrados”.

Un ecosistema definitivo, añade, “para la vigilancia y manipulación de miles de millones de personas”. Es bueno saberlo.

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