Javier Gomá, filósofo: “La Justicia tiene medios para evitar que la política la instrumentalice”
Javier Gomá es filósofo y director de la Fundación Juan March. Acaba de publicar su último libro, "Dignidad". Foto: Carlos Berbell/Confilegal.

Javier Gomá, filósofo: “La Justicia tiene medios para evitar que la política la instrumentalice”

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29/12/2019 00:00
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Actualizado: 29/12/2019 00:00
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Filósofo y licenciado en Filología clásica y en Derecho, director de la Fundación Juan March, Premio Nacional de Literatura y autor de varias obras, Javier Gomá acaba de publicar «Dignidad» (Galaxia Gutenberg). un ensayo que desarrolla un concepto vacante en el pensamiento, según expone.

En esta entrevista con Confilegal, Javier Gomá habla de la ética, de la economía, de la mentira y expresa su confianza en que la Justicia tiene los medios precisos para evitar que la política la instrumentalice.

Define usted la dignidad como “aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, incluso al interés general y al bien común…”. Ha escrito un libro sobre la dignidad destacando que es un  concepto vacante para el pensamiento. ¿Confía en que la dignidad sea el instrumento que permita que la sociedad reaccione y avance?

Es un concepto vacante para la filosofía, sí. Por diferentes razones: el pensamiento hegemónico desde la Ilustración en Europa ha sido individualista, libertario y recelosos de cualquier límite a la libertad.

La dignidad, en cambio, subraya lo que nos es común, no lo diferente; impone límites a la libertad, pues exige respeto; y no es recelosa, sino constructiva y transformadora.

Además, la mercantilización en alza trata de arrinconar a lo que tiene dignidad, no precio. Lo intenta, pero no lo consigue.

Porque en el libro argumento que, en ausencia de filósofos y pensadores, ha sido la sociedad misma la que, en nombre de la dignidad, ha obrado una revolución moral en casi todos los ámbitos.

No hay razones para pensar que esa revolución vaya a detenerse justamente ahora.

Lo más probables es que continúe en el futuro.

¿Recuperar la ética debería  ser uno de los objetivos prioritarios para regenerar la política y la economía? ¿De qué manera considera se debe actuar para restaurar valores éticos en la sociedad?

Verbos como “recuperar” o “restaurar” sugieren que hubo una época en que la moralidad estaba bien establecida en la sociedad y que después ese estado idílico se malogró por alguna causa y ahora habría que recuperarlo.

Yo no lo veo así. Más bien al contrario, sostengo que se ha producido un progreso no sólo material sino también moral.

El nivel de exigencia moral hoy, tanto a la sociedad como las personas públicas, es superior que el de hace diez, veinte, treinta o cuarenta años, qué decir de la inmoralidad estructural que representa una dictadura.

El paso del tiempo filtra las miserias, que se echan al olvido, y enaltece las grandezas, y por eso se tiende a idealizar el pasado.

Pero conductas que hace veinte años eran socialmente admisibles, ahora producen rechazo: factura sin IVA, dinero negro, evasión fiscal, puertas giratorias, desigualdad, precariedad, especulación inmobiliaria, ostentación de riqueza, discriminación de minorías, desprecio al medioambiente, etcétera, etcétera.

Progresamos en casi todos los frentes pero cunde el desánimo, el descontento, la indignación.

Ese es el signo de los tiempos.

Quizá la principal restauración pendiente sea la confianza en nosotros mismos, el cuidado del presente y de las conquistas colectivas y el mantenimiento de la esperanza.

A la restauración de esos valores de carácter y confianza contribuiría un estamento intelectual menos decadente y sensacionalista.

«A veces pensamos en el poder político como un poder necesariamente corrompido y perverso. En una democracia, el poder político es fuente de legitimidad»

¿Debe ser la ética la herramienta básica en la  acción  empresarial y económica para prevenir la corrupción? ¿Es incompatible la ética con los negocios? ¿Se puede conseguir una Economía acorde con los Derechos Humanos?

No es incompatible en absoluto la ética con los negocios si se comprende que se mueven en planos distintos. Los negocios siguen sus leyes: el beneficio, el enriquecimiento, el lucro, potencialmente infinito.

Si uno quiere entrar en este terreno de la realidad, debe conocer sus reglas, igual que un tenista que salta a la pista debe conocer las que rigen su deporte.

Ahora bien, quien juega al tenis, quien hace negocios, es una persona, que antes que deportista o negociante es ciudadano.

Y si lo propio del profesional es el precio, lo propio de ciudadano es la conciencia de su dignidad.

Y aunque precio y dignidad conviven con frecuencia en paz, otras veces chocan, precisamente porque el precio -el capitalismo- tiende a expansionarse y ocupar todo el espacio de la vida. Entonces, la dignidad se manifiesta como resistencia y como estorbo.

El capitalismo tiene sus peligros: si pudiera, lo convertiría absolutamente todo en mercancía con su etiqueta.

Pero lo cierto es que el desarrollo y expansión del capitalismo ha coincidido en el tiempo con la mayor ampliación de los derechos de los más débiles y de las minorías.

Lo que demuestra que son compatibles, aunque con choques, conflictos y tensiones.

Gomá durante su intervención en los premios «Hay Derecho» de 2018, donde hizo una brillante disertación sobre el valor de recibir premios. Sobre esta foto, una imagen del libro. Foto de Gomá: Carlos Berbell/Confilegal.

En cuanto a  la Justicia, ¿existe una aproximación excesiva del poder judicial al poder político?

A veces pensamos en el poder político como un poder necesariamente corrompido y perverso. En una democracia, el poder político es fuente de legitimidad.

Aunque, por supuesto, está expuesto a partidismo, instrumentalización y la conversión de la justicia en una sucursal de la lucha política.

Para mí la maravilla del Estado de Derecho es la suspensión de la venganza privada, unilateral, reprimiendo la agresividad y confiando el resultado a un procedimiento y a unos expertos neutrales.

El gran riesgo de la justicia es, en mi opinión, la unilateralidad que revienta los principios del Estado de Derecho (separatismo catalán) y la tentación de una justicia popular, mediática, sentimental, que se impacienta con los procedimientos y que desconfían de los expertos.

¿Cómo considera que influyen las decisiones judiciales en la política y, al contrario, de qué manera la política puede afectar a la justicia? ¿La instrumentalización política de la justicia es un riesgo para la democracia? Me refiero al «lawfare», al uso abusivo de los procedimientos legales para mantener una apariencia de legalidad y anular al rival político.

Si antes he dicho que las leyes de la economía tienden a extenderse a todo el ámbito de la vida, lo mismo ocurre con las leyes de la política, que se resume en la toma del poder y en el binomio amigo/enemigo.

Así que la política intentará, por su propia naturaleza, instrumentalizar la justicia, como antes decía. Eso ocurre desde la práctica romana del “in iure cessio”.

Pero la justicia tiene medios para evitarlo o para neutralizarlo: tiene sus ritmos, sus plazos, sus trámites, sus garantías, su tipificación, sus límites legales.

El primer antídoto contra economización o politización del espacio de la vida es, sin duda, una ciudadanía ilustrada, que penaliza conductas indebidas de empresas y de políticos.

La ciudadanía ilustrada, con el sufragio permanente del mercado y de la opinión pública, constituye el mayor contrapoder que existe.

Por otra parte, la mentira parece que se ha quedado a vivir entre nosotros ¿Por qué se ha convertido la mentira en un arma tan potente?

Se ha convertido en un arma potente como consecuencia de las nuevas tecnologías, que son capaces de crear opiniones faltas, suscitar climas, difundir con una eficacia sin precedentes, repetir masivamente, y hacer circular como información o incluso como opinión autorizada un dato o una idea que responde a intereses económicos, políticos o de otro orden.

También la corrección de estos excesos, además de las posibles reformas legales, dependerá de esa ciudadanía ilustrada, capaz de discriminar entre las perlas y el limo y que no se deja manipular tan fácilmente.

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