Abogados litigantes españoles enseñan estrategias para hacer frente a los pleitos que surjan de la pandemia
Expertos analizan para Confilegal la figura del abogado litigante tan representada en el cine, y cómo se adapta este profesional al nuevo escenario de la pandemia.

Abogados litigantes españoles enseñan estrategias para hacer frente a los pleitos que surjan de la pandemia

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16/1/2021 06:47
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Actualizado: 15/1/2021 23:51
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Ganar un pleito en sala no es cuestión de suerte. Supone, en la mayor parte de los casos, contar con abogados muy especializados en litigación. Con la pandemia generada por el coronavirus, estos profesionales volverán a ser demandados. El cine los idealizó en muchas películas jurídicas.

Los despachos cuidan a sus expertos litigantes y forman a los más jóvenes en iniciativas similares a la de la Escuela de Práctica Jurídica de la Universidad Complutense.

Un curso sobre litigación mercantil y civil dirigido por Jesús María González, catedrático de Derecho Procesal de la Universidad Complutense, ex letrado del Tribunal Constitucional y del CGPJ, y Emilio Gude, socio de Litigación y director adjunto Ceca Magán Abogados.

Confilegal ha pedido al propio Emilio Gude, a Cristina Camarero, socia de litigación de ONTIER, y a Javier Castresana, socio de litigación de Allen & Overy; docentes de esta iniciativa, su análisis de la figura del litigador y cómo se adapta al nuevo escenario de la pandemia.

Un litigador vocacional

Emilio Gude confiesa que lleva ya 27 años en este mundo de la litigación, como profesor los últimos diez años. “Desde que acabé la carrera supe que si era abogado sería para litigar. Era y es lo que más me gusta de la profesión”.

Para Gude al buen litigador lo diferencia de otros “además del conocimiento técnico que se presupone, una buena capacidad de análisis y síntesis y, sobre todo, ser capaz de explicar de manera sencillas las cuestiones. Ello significa ser un buen orador. El buen litigador es el que hace sencillo lo complejo”.

En cuanto a las habilidades necesarias para ejercer cierta seducción a los jueces en cada pleito, Gude advierte que “lo primordial es ser claro y conciso. Un buen litigador debe siempre basarse en la prueba. Saber identificar qué pruebas pedimos y para qué, enfocando y dirigiendo los interrogatorios para obtener la información necesaria y fundamental para el objeto de la controversia”.

“Después hacer un buen informe final que sea concreto y conciso basado en todo aquello que ha sido probado”, comenta.

Emilio Gude, socio de Litigación y director adjunto Ceca Magán Abogados.

En este contexto de batalla judicial el estrés es uno de los principales inconvenientes. “Gestionar el estrés es una cuestión que se mejora con los años, aunque finalmente aprendemos a vivir con un poco de estrés en nuestro día a día. Lo importante es saber priorizar y dar la importancia que merece a cada cuestión”.

Emilio Gude considera que es “importante para un buen litigador saber gestionar los asuntos y delegar. El trabajo en equipo es fundamental”.

Sobre los juicios virtuales que ahora llegan por motivo de la pandemia este jurista cree que se preparan de forma parecida, “hay que hacerlo prácticamente igual que un juicio “normal”, si bien es cierto que las telecomunicaciones generan más distancia y dificultan la labor de empatizar con el juez y los distintos operadores. Es importante saber sintetizar correctamente e ir al grano, sin perderte en el contexto”.

Como litigador también participa en asuntos de arbitraje o mediación. Desde su punto de vista, hay algunas diferencias a considerar. “Con respecto a la mediación es importante ser más flexible y tener mayor capacidad de persuasión y empatía, pues se trata de acercar posturas que eviten un pleito”.

“En cuanto a los arbitrajes y litigios judiciales, son prácticamente idénticos, pues en ambos casos se trata de solucionar una controversia por medio de una resolución, ya sea judicial o arbitral, pero sin esa inclinación al acuerdo que rige las mediaciones”.

Sobre su relación con los abogados jóvenes destaca que “litigar es una profesión y como todas es inevitable pasar por el camino de aprendiz, oficial y maestro. Hay que enseñarles a ser litigadores y para ello el día a día, la práctica, los problemas que debemos resolver les da un conocimiento no sólo técnico sino de aplicación práctica”.

El litigador se especializa

Por su parte, Cristina Camarero, socia de litigación del despacho ONTIER, confiesa que lleva 18 años en el mundo de los pleitos. “Recuerdo muchos pleitos, le diría que casi todos… Para mí fue especialmente importante haber participado en el pleito más relevante de España en materia de responsabilidad de administradores con una cuantía de 1.576 millones de euros”.

Sostiene que «cada vez llevamos pleitos más relevantes, no solo desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista de complejidad técnica y esto es muy enriquecedor porque ayudamos a los clientes a solucionar sus problemas, con independencia de su entidad”.

Los litigios evolucionan con la realidad social, por lo que siempre hay temas novedosos que tratar. En este momento de pandemia, por ejemplo, han surgido problemas y pleitos no conocidos hasta el momento, sobre los que no existen precedentes”, apunta.

En cuanto al perfil del buen litigador, nuestra interlocutora resalta que “hablamos de quien conoce su caso a la perfección y, por supuesto, los intereses del cliente, quien no escatima en estudio, quien más pasión le pone a su trabajo y no se conforma nunca, no se pone límites, ni siquiera los previstos en la Ley Procesal”.

“Un buen litigador jamás infravalora a su adversario, define cuidadosamente su estrategia y debe ser capaz de anticipar la estrategia del contrario y los obstáculos que va a encontrar en el camino”.

Cristina Camarero, socia de litigación del despacho ONTIER.

En cuanto a las habilidades que requiere un profesional de este tipo, reconoce que “un litigador debe tener la habilidad de hacer escritos bien estructurados, concretos, con redacción sencilla, poco reiterativos, convincentes y, por supuesto, bien fundamentados. Es importante acompañar la prueba adecuada y hacer sencillo lo complejo para facilitar la labor del juzgador”.

Al mismo tiempo resalta que “en las intervenciones orales se debe ser igualmente estructurado. El tiempo en una vista es oro y hay que sacarle el mayor partido, poniendo el acento en lo verdaderamente relevante”.

Respecto a la gestión del estrés, considera que “todo es cuestión de práctica, aunque a veces el estrés es inevitable. La experiencia te ayuda a gestionar el estrés, aprendes a vivir con él”.

Sobre los juicios virtuales ahora más habituales que nunca por el coronaviris, Cristina Camarero indica que “se prepara igual que uno presencial. Lo único que cambia es el medio en el que se desarrolla y es fundamental llevar a cabo una exhaustiva preparación de las intervenciones orales”.

Al mismo tiempo considera que “debe dedicarse el tiempo suficiente a la preparación de los interrogatorios y de las pruebas que van a ser practicadas. Creo que es un error dejar materias a la improvisación”.

También destaca que “ciertamente hay cuestiones que no se pueden prever, pero es importante haber pensado en todos los escenarios que pueden darse para contar con los recursos adecuados”.

Sobre las diferencias que se encuentra un litigador entre un pleito, frente a un arbitraje o a una mediación, Camarero diferencia los sistemas heterocompositivos: jurisdicción y arbitraje, en los que un tercero (juez o árbitro) resuelve el conflicto por medio de una resolución vinculante (sentencia o laudo), y controversias autocompositivos entre los que se encuentra la mediación (además de la conciliación y la negociación), en los que las partes deciden llegar a un acuerdo que ponga fin a su controversia.

En los primeros, jurisdicción y arbitraje el trabajo del litigador es similar. Sin embargo, explica, los pleitos que se desarrollan en la jurisdicción ordinaria son más rígidos que los administrados por una institución arbitral, en el sentido de que se siguen a rajatabla las normas procedimentales establecidas en la Ley de Enjuiciamiento Civil, las pruebas se practican en sesiones relativamente cortas, la duración del pleito es mayor pero quizá el trabajo es menos intenso.

En su opinión, en arbitrajes “existe más flexibilidad, las partes intervienen en la fijación de las normas que regirán el procedimiento, los plazos pueden ser prorrogados y se dedican muchas y largas sesiones a la práctica de la prueba. La duración del litigio es menor, pero el trabajo es más intenso”.

Destaca que “la mediación es otro mundo porque no existe un tercero que imponga la solución del conflicto. En este caso, el mediador trata de acercar las posturas de las partes y propone soluciones, que pueden ser aceptadas o no. Por tanto, la función del abogado en este supuesto es de simple acompañamiento y asesoramiento a su cliente”.

La importancia de las ideas

Javier Castresana, socio de litigación del despacho internacional Allen & Overy en España, calcula que habrá gestionado ceca de 150 pleitos a lo largo de su carrera profesional. Recuerda con cariño el primero, en Huesca, un mes de diciembre.

“Pasé casi toda la noche preparándolo y solo pensaba en que nadie se diera cuenta de que era mi primera actuación en sala. Salió muy bien, aunque alguna herida me llevé del abogado contrario, socio de un gran despacho”. Castresana confiesa que “quizá aquella victoria hizo crecer en mí esta vocación”.

“También fue bonito mi primer juicio como socio de Allen & Overy, fue una vista de una semana, extraordinariamente intensa, en el que su señoría lo dejó visto para sentencia dando la enhorabuena a los letrados por el trabajo realizado”, señala.

Sobre el perfil del buen litigador, Castresana destaca que “esas habilidades son muy distintas dependiendo de la persona, y es muy importante que vayan conociéndose en sala. Por supuesto, será necesaria claridad de exposición, serenidad, empatía… Muchos litigadores plantean la vista como una pelea frente al compañero, como una oportunidad de demostración”.

“Lo cierto es que el objetivo no debe ser que su señoría recuerde los gestos, las expresiones o el nombre de un letrado, sino las ideas fuerza que permiten sostener la posición procesal del cliente y que, a ser posible, empatice con ellas”.

Respecto a las cualidades del buen litigador Castresana señala que “mientras que el abogado tiene que ser mucho más imaginativo que el juzgador, lo cierto es que su señoría tiene la tremenda responsabilidad y carga de tomar una decisión”.

“Entender y empatizar con los obstáculos que el juez vaya teniendo a lo largo del procedimiento, permitirá llevarle a la conclusión que interesa a nuestro cliente. Por supuesto, todo ello sin sobreactuación o sobrerreacción, nada de eso va a convencer a un juez de una determinada posición procesal”.

Castresana reconoce que siempre hay nervios antes de entrar en sala “Si no existieran, sería una muy mala cosa. En mi opinión, algo muy importante es no centrarse en el resultado, que depende de muchos factores, sino de aquello que está en tu mano; esto es, hacer tu trabajo de la mejor manera posible”.

Javier Castresana, socio de litigación del despacho internacional Allen & Overy en España.

Afirma que “en el pasillo siempre hay nervios, pero al entrar en sala quedan atrás y solo debes concentrarte en tu desempeño. El estrés debes saber convertirlo en concentración, lo que te permitirá reaccionar de la mejor manera ante los imprevistos que siempre pueden producirse”.

Sobre los juicios virtuales y como prepararlos Javier Castresana indica que “la celebración de un juicio virtual conlleva, además de los condicionantes propios del acto, los propios de la tecnología, por lo que parte de la preparación la dedicamos a tener herramientas para sobreponernos a los sobresaltos que puedan ocurrir durante el desarrollo de la vista”.

“La falta de inmediatez exige que las preguntas a los testigos sean más concisas y que las conclusiones sean todavía más claras, si cabe. Personalmente, prefiero que sean presenciales, pues se pierde muchísima interacción con el juzgado, y los pequeños matices o gestos de testigos, peritos o letrados, a los que tan atento hay que estar, muchas veces se pierden”.

Sobre las diferencias que existen para un litigador entre el pleito con el arbitraje y la mediación resalta este jurista que “la propia naturaleza de ambos procedimientos hace que la actuación ante un tribunal jurisdiccional o arbitral sea necesariamente distinta, ni mejor ni peor”.

Castresana revela que el desarrollo del juicio está marcado por la normativa procesal estricta de cada jurisdicción y, normalmente, las conclusiones son mucho más limitadas en el tiempo por la carga de trabajo de los juzgados”.

“En el arbitraje hay más libertad, flexibilidad y disponibilidad para las partes. Generalmente se presume más especialización en la materia concreta al árbitro que al juez, lo que también influye en gran medida en la preparación del procedimiento. Y, por último, la habitual ausencia de segunda instancia en sede arbitral condiciona enormemente la preparación; pues es un proceso normalmente de una única bala”.

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