Firmas

Acuerdo en la Audiencia Nacional: De cómo interrumpí mis vacaciones para intentar lograr una libertad provisional

Acuerdo en la Audiencia Nacional: De cómo interrumpí mis vacaciones para intentar lograr una libertad provisional
Luis Romero, socio director de Luis Romero Abogados y doctor en Derecho, explica en su columna las interioridades de un caso en la Audiencia Nacional.
14/12/2021 06:47
|
Actualizado: 14/12/2021 00:27
|

Los grandes edificios ministeriales se sucedían en la amplia avenida mientras iba anocheciendo y las farolas se encendían lentamente. Era una noche de verano en la que apetecía pasear y tuvimos tiempo para conversar largamente pues el restaurante elegido por mis clientes no quedaba cerca.

Las altas torres que alojaban hoteles de cinco estrellas de las principales cadenas internacionales denotaban que estábamos en una de las mejores zonas de la ciudad.

De pronto, nos adentramos en un barrio más tradicional y llegamos a un restaurante turístico con un escenario en el que tocaba y cantaba un grupo ataviado con la vestimenta típica del país.

Antes de elegir la cena y con las bebidas ya servidas, decidimos cambiar de establecimiento dado que aquel ambiente no nos permitiría hablar tranquilamente del asunto que traíamos entre manos.

Volvimos a caminar y recorrer de nuevo una gran distancia, pasando por unas calles muy animadas, con aceras llenas de mesas de bares y restaurantes en alguno de los cuales había unas jóvenes altas y hermosas bailando sobre una pequeña plataforma al son de la música.

Me sorprendió un país que creía tan distinto.

Por fin llegamos al restaurante italiano que nuestros anfitriones supusieron que sería el lugar adecuado para conversar sobre el proceso penal seguido en Madrid y los primeros pasos a dar en nuestra estrategia.

Les expuse que habría de personarme en las diligencias previas seguidas en el Juzgado Central de Instrucción una vez hubiese solicitado la venia al abogado que habían designado en primer lugar.

Le pediría a éste la documentación que tuviese en su poder y tras contrastar con ellos el informe policial y otros datos, me pondría en contacto con la fiscal encargada del caso para intentar lograr un acuerdo por el que yo le propondría la comparecencia en sede judicial de mis patrocinados a cambio de una libertad provisional con fianza.

Al preguntarme si yo les podría asegurar que quedarían en libertad, les dije que ese sería mi objetivo, pero quien firmaría el auto de libertad provisional sería el juez competente.

Por lo tanto, yo no les podría dar seguridad sobre una decisión que no iba a depender de mi. Sí les referí otros casos en los que había llegado a buenos acuerdos con la fiscalía.

Al interrogarme por el importe de la posible fianza, les contesté que yo comenzaría a ofrecer una cantidad baja y finalmente sería la fiscal quien establecería la cuantía definitiva, con el visto bueno posterior del titular del juzgado de instrucción.

Si es que llegábamos a ese acuerdo.

HONORARIOS

Y resueltas estas primeras dudas, me preguntaron sobre mis honorarios, ofreciendo yo mi presupuesto para un caso tan complejo y con una alta cuantía económica.

Eran unos honorarios importantes y conformes con la dificultad del asunto, los intereses en juego y el tiempo que habría de dedicar.

No me dijeron que no podían pagarlos, solo deseaban saber si se podrían pagar a plazos. Yo les contesté que el pago debería ser al contado.

Siguieron inquiriendo sobre su situación y el riesgo que corrían al estar en busca y captura, con la Interpol detrás de ellos.

También se interesaron por mi disponibilidad dado que nos encontrábamos en plena época estival, asegurándoles yo que quedaba a su servicio cuando me necesitaran.

Acordados pues los puntos principales de nuestro contrato de arrendamiento de servicios, por ahora verbal, los dos días siguientes entraríamos en los detalles de su caso y consultaríamos abundante documentación.

A la vuelta hacia nuestro hotel, aprovechando que todavía hacía buena temperatura, paseamos por esas calles llenas de vida fijándome yo en algunos edificios con un estilo de arquitectura parisino.

Nos íbamos turnando Evaristo y yo en las conversaciones con Óscar y Patricia, incluso a veces charlábamos nosotros mientras que la pareja compartía sus confidencias.

Según me reveló Evaristo, era Patricia quien tenía más poder de decisión y estaba encantada con mi designación como abogado. Él también estaba decidido pero aún debía resolver algunas incertidumbres.

Como si llevara días en esa ciudad, a veces me abstraía de la conversación observando los elegantes palacios y mansiones, el ambiente nocturno con la gente ya de vuelta a sus casas, recibiendo el aire fresco en mi rostro en una noche inacabable en la que me hubiese quedado en vilo hasta el amanecer disfrutando de esos momentos en los que nos olvidamos de casi todo y volvemos a sentirnos libres, sin obligaciones, como cuando paseábamos en esas inolvidables veranos con nuestros amigos o nuestras primeras novias.

De nuevo en mi habitación, tardé en dormirme, recordando un día que comenzó en el aeropuerto de Málaga cuando muy temprano tomé el avión hacia Madrid-Barajas, lugar donde a media mañana me encontraría con mi acompañante para tomar el vuelo hacia nuestro destino.

Sentía curiosidad por saber cómo estaban tan tranquilos con la Europol detrás de ellos. Habíamos recorrido la ciudad por calles principales sin ningún tipo de cautela.

Un día antes, me encontraba en una amplia sala de juntas del centro de negocios de un conocido hotel de la Costa del Sol manteniendo una videoconferencia con ellos sin saber que mis planes para los días siguientes se alterarían de un modo importante.

Mi cliente, Evaristo, me había preguntado en el bufete de Madrid si yo estaría dispuesto a asumir la defensa en un caso de la Audiencia Nacional en el que la policía había intervenido en varias ciudades españolas realizando entradas, registros y detenciones, habiendo dictado el juez instructor del juzgado central varios autos de prisión provisional.

Los dos investigados principales se encontraban en esos momentos en el extranjero y al ver las noticias decidieron contratar urgentemente un abogado defensor. Se trataba de delitos económicos.

LA QUÍMICA DE LA CONFIANZA

Desde que iniciamos la reunión virtual, hubo entre nosotros química, algo imprescindible en una relación abogado-cliente, máxime en un macro proceso penal. Comenzaron a relatarme los hechos asegurándome que ellos no habían participado en ninguna conducta ilícita a su entender.

Les había sorprendido el estruendo formado en los medios, exhibiéndose la operación policial ordenada por la Audiencia Nacional en todos los informativos como primera noticia.

Según ellos, no era para tanto. Habían emprendido un negocio que había tenido mucho éxito y ahora, cuando las cosas se ponían mal, llegaba la investigación policial y judicial.

Yo les propuse viajar de forma inmediata a donde estuviesen, lugar desconocido por mi en ese momento, y eso les gustó.

– ¿De verdad podría usted estar aquí mañana?

– Si estáis en Europa, sí.

Al concretarme su lugar de residencia temporal, comprobé que estaba más lejos de lo que nuestro común amigo creía. No estaban en Suiza.

Aproximándose ya la hora de comer, decidimos descansar a mediodía y continuar después.

Me llamó mi cliente de Madrid interesándose en cómo había ido la reunión y yo le dije que muy bien y que viajaría al día siguiente hacia esa capital europea, invitándolo a acompañarme al viaje. Me respondió inmediatamente que sí, pues además conocía esa ciudad.

Llamé a mi secretaria para que preparase el viaje, de manera que al reanudar la videoconferencia pude confirmarle a mis nuevos clientes que estaría con ellos a primera hora de la tarde siguiente. Me lo agradecieron efusivamente y más aun cuando les informé que iría acompañado por su amigo.

Era un buen caso desde luego, con los ingredientes que nos gustan a los penalistas: defendería a los máximos responsables de la empresa, habría unos veinte imputados más, los tomos del proceso crecerían hasta llegar a ser decenas, habría muchísimas declaraciones en las salas de vista de la Audiencia Nacional, etc.

Debía fijar una cita lo antes posible con la fiscal, aunque dadas las fechas ya les adelanté que ésta estaría de vacaciones y sería mejor esperar a su vuelta y no poner en un compromiso a la fiscal sustituta.

También el juez estaba de vacaciones.

Yo me encontraba en esos momentos preparando mi tesis doctoral sobre el delito de blanqueo de capitales, uno de los cuatro delitos imputados. Había defendido antes a otros clientes que estaban investigados o acusados por ese delito, pero este proceso superaba a todos los demás. Era “El Caso” con mayúsculas.

Contento con la confirmación por parte de los clientes de mi designación como letrado y aceptando mis honorarios, ahora asumiría una alta responsabilidad; como en todos los casos, pero en este más.

Al mismo tiempo que estaba confiado en que podría mejorar la situación de mis defendidos pero siendo consciente de que la fiscal me podría decir que no iba a aceptar la propuesta de fijar una libertad provisional con fianza.

Quién sabe, hasta podría el juez mantenerlos privados de libertad hasta la celebración del juicio. Eso sí, si se entregaban.

Ellos, dadas las circunstancias, tampoco estaban demasiado preocupados y confiaban plenamente en mi, con lo cual yo comprobaba una vez más que los abogados asumimos altas responsabilidades.

Menos mal que nos hacen fuertes nuestra vocación, las experiencias, el estudio y el trabajo.

Los clientes ya tenían referencias mías y consideraban a mi bufete como una de sus opciones. Cuando me enteré de cuáles eran las otras firmas de su lista de candidatos, me alegré de estar entre prestigiosos bufetes.

Fue al preguntarles ellos a nuestro común amigo por un penalista que pudiese defenderlos, cuando éste pronunció mi nombre y se decidieron por mi incluso antes de conocerme personalmente y recibir mi presupuesto.

De esta circunstancia me informaron los clientes posteriormente.

En Londres, días después de regresar de la ciudad donde vivían mis clientes de forma temporal, mientras miraba desde mi ventanal el Parlamento y el Big Ben sobre el Támesis, recibí innumerables correos con documentos, hablé por videoconferencia con mis defendidos, llamé a abogados extranjeros con los que tenían relación, conversé con familiares de ellos y con abogados que defendían a otros imputados.

Recuerdo mi brindis en mi club favorito de Londres cuando recibí el anticipo de mis honorarios.

No es que un abogado solo piense en los honorarios, pero la llegada puntual de éstos nos permite seguir adelante y olvidarnos de cuestiones burocráticas centrándonos en nuestro principal cometido que no es otro que defender los derechos e intereses de nuestro cliente.

Al levantarme muy temprano mi último día en la capital inglesa, antes de salir con mi hijo hacia Hyde Park para correr junto al gran lago en un día soleado, recordé mis días de estancia en esa ciudad tras terminar la carrera de Derecho.

EL ENCUENTRO CON LA FISCAL

La fiscal me recibió el primer día con la puerta abierta y sujetada por una silla colocada por ella a modo de tranca.

Supongo que habría tenido algún susto alguna vez y dejaría franca la entrada por si tuviese que pegar algún grito. ¡Aunque tratándose de un letrado…! Cada día conoce uno algo nuevo en la jurisdicción penal.

El resultado de la primera reunión fue que deberían estar al menos seis u ocho meses en Soto del Real hasta que con una fianza pudiesen lograr la libertad provisional.

Dos semanas después, solicité una nueva cita con la miembro del ministerio público. Otra vez con la puerta abierta y acompañado por una abogada en prácticas, conversamos sobre el acuerdo que yo le proponía consistente en traer a mis defendidos en busca y captura a la Audiencia Nacional a cambio de un pacto por el que ellos quedarían libres declarando, reconociendo los hechos y abonando una fianza.

Y hete aquí, que a los pocos minutos de reunión, la fiscal pasó de hablar de una prisión preventiva durante varios meses, como el primer día, a preguntarme:

– ¿Y de qué fianza estaríamos hablando, señor letrado?

Al oír las palabras mágicas, pensé:

– ¡Ya tengo la libertad!

– Señora fiscal, le propongo….” –comenzando por la cifra más baja que yo había barajado para cada uno de los clientes.

– ¿Esa fianza para los dos?

– Sí.

 – Muy bien, señor Romero, quedamos en que sus clientes vendrán lo antes posible y cuando ellos comparezcan para declarar detenidos ante el juez, en la comparecencia del artículo 505, yo solicitaré que se acuerde prisión provisional eludible con fianza de… Hable con ellos y me dice usted la fecha en la que vendrán a Madrid.

– Sí, señora fiscal, hoy mismo hablaré con ellos.

– Tenga usted en cuenta que el juez debe estar conforme con este acuerdo y la fianza pactada, pero creo que no habrá ningún problema.

Muchísimas gracias, señora fiscal.

Salí por esa puerta con cuidado de no tropezar con la silla que la sujetaba para que se mantuviese abierta, con ganas de saltar y gritar: “¡¡Síííííííí!!”.

Con la euforia propia de un abogado cuando logra lo que pretendía y es conveniente para su cliente, me encaminé hacia los ascensores del edificio renovado de la Audiencia camino de la calle, como si alcanzase yo también mi libertad.

Trasladé a mis clientes las buenas noticias con las cautelas propias dada su situación. Óscar se alegró pero me preguntó:

– ¿No podría haber sido más baja la fianza?

A lo que yo respondí:

– Es la mitad de la cifra más baja que estabas dispuesto a pagar.

Esto es algo a lo que estamos acostumbrados los penalistas. Cuando hemos logrado un éxito, a veces los clientes quieren más, no acordándose de la difícil situación que sufrían momentos antes.

Comuniqué a la fiscal la fecha que habían elegido mis defendidos para regresar a España, sorprendiéndose un poco por la tardanza. Pero estuvo conforme y nos esperarían en el juzgado el día fijado.

Misión cumplida.

Los clientes quedaron en libertad provisional, aunque un poco después de la fecha pretendida por no cumplirse el día acordado para su comparecencia con todos los términos del acuerdo.

Otras Columnas por Luis Romero Santos:
Últimas Firmas
  • Opinión | Mocro Maffia y micro justicia
    Opinión | Mocro Maffia y micro justicia
  • Opinión | CDL: El pleito de M&A más complejo y largo de la Historia: La compra de Autonomy por Hewlett-Packard (V)
    Opinión | CDL: El pleito de M&A más complejo y largo de la Historia: La compra de Autonomy por Hewlett-Packard (V)
  • Opinión | Entidades especializadas en las ejecuciones civiles: la eficiencia de exportar un modelo de éxito
    Opinión | Entidades especializadas en las ejecuciones civiles: la eficiencia de exportar un modelo de éxito
  • Opinión | ¿La Justicia es una lotería?
    Opinión | ¿La Justicia es una lotería?
  • Opinión | El reconocimiento «utilitarista» del delito durante el cumplimiento de la condena
    Opinión | El reconocimiento «utilitarista» del delito durante el cumplimiento de la condena