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Sobre unas broncas judiciales que tuvieron su efecto: ¿Mal humor o ejercicio del mando?

Sobre unas broncas judiciales que tuvieron su efecto: ¿Mal humor o ejercicio del mando?
El autor de esta columna es socio director de Luis Romero Abogados y doctor en Derecho.
18/12/2021 06:47
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Actualizado: 18/12/2021 10:26
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“¿Todas las juezas son así?”.

En realidad, así me formuló la pregunta el amigo que me acompañó una mañana del pasado verano en la caminata entre Marbella y Puerto Banús.

Su hija, estudiante de Derecho e ilusionada con el derecho penal, acudió recientemente a un juzgado de instrucción a declarar como investigada por un presunto delito de conducción sin carnet del artículo 384 del código penal.

Al terminar el acto, el abogado defensor informó a la jueza que próximamente presentaría un escrito solicitando el sobreseimiento y archivo, a lo que Su Señoría respondió airadamente que no pensaba archivar el caso y que habría juicio.

La futura abogada intentó explicar a la jueza que el coche de su novio se hallaba parado en una calle sin circulación y que cuando llegó la policía local no estaba conduciendo, pero fue bruscamente interrumpida por la magistrada gritando ésta:

– ¡Pues no hubiera cogido usted el coche! ¡Ha cometido usted un delito e irá a juicio!

La investigada comenzó a llorar. Independientemente de la falta de respeto al derecho a la presunción de inocencia de la joven, la jueza no tuvo el tacto adecuado con la estudiante, quien bruscamente había pasado de la teoría a la práctica.

Era la primera vez que visitaba un edificio judicial y estaba frente a una jueza.

Ella tenía una imagen más idílica de la justicia y los jueces. Por eso, cuando recibió esa reprimenda a voz en grito de la representante de la justicia, fue como un jarro de agua fría.

La pregunta que me hizo mi amigo tras contarme lo sucedido a su primogénita –“Oye, Luis, ¿Todas las juezas son así?”– me recordó a la que hace más de veinte años me hizo un amigo médico: “¿Todos los jueces son iguales?”, tras contarme la bronca que le echó un presidente de Sala en la Audiencia Provincial.

Al médico le había llegado una citación para declarar como perito justo el día antes de la celebración de un juicio por estafa de un paciente suyo y como tenía “la consulta llena” la jornada de la vista oral, trató de contactar telefónicamente con el tribunal siendo todos sus intentos infructuosos al no parar de comunicar el teléfono.

Así que se olvidó de su obligación, lo cual debemos de reconocer que no estuvo bien, y estando al día siguiente atendiendo a un paciente, sonó el timbre del teléfono en su mesa y un funcionario con muy malas pulgas le manifestó que lo estaban esperando en su calidad de perito y que el presidente del tribunal estaba muy enojado por no haber comparecido.

El médico psiquiatra trató de explicar al agente judicial que le era muy complicado abandonar la consulta en ese momento y que había intentado hablar con el juzgado porque le había llegado la citación veinticuatro horas antes sin tiempo para organizarse.

El funcionario le respondió:

– ¡Por su propio bien, venga usted para acá lo antes posible!

Ante las cortapisas del facultativo, el agente le dijo:

– ¡Me dice el magistrado que como no se presente usted aquí inmediatamente, enviará a alguien para que le traiga!

Gracias a esa advertencia, el médico abandonó su consulta abarrotada, tomó el primer taxi en su céntrica calle y llegó extenuado a la puerta de la sala donde el agente judicial ya desde lejos le hacía un gesto con las manos que podría traducirse como: “¡Anda, la que le espera!”.

Con la respiración entrecortada y mucho temor, el perito atravesó la puerta de la Sala y al girar a su izquierda y situarse frente al tribunal colegiado, recibió un broncazo como nadie en su vida le había echado, al menos que él recordara.

– ¿Cómo se le ocurre llegar dos horas tarde? ¡Estamos todos esperándole!

Al tratar el psiquiatra de justificar su tardanza, no pudo decir ni dos palabras cuando fue interrumpido por el presidente del tribunal con voz estridente:

– ¡Siéntese usted y responda a las preguntas del fiscal!

Ese médico me contó que, aparte de cogerle desprevenido la citación para el juicio, estaba sorprendido porque ni su paciente ni el abogado de éste le habían llamado para informarle que le habían propuesto como perito.

Y, además, me indicó que tras comenzar a responder a las preguntas del fiscal y el abogado defensor, el magistrado le siguió regañando por el modo en que respondía y que le parecía poco profesional.

Por eso me preguntó: “¿Todos los jueces son iguales?”

Yo le dije que hay jueces con mucho genio y no les importa echarnos la bronca a los abogados, a los médicos y a cualquiera que se ponga por delante.

Muchas veces he escrito sobre la soberbia y arrogancia de algunos jueces que se traducen en faltas de consideración y respeto hacia nosotros, otros profesionales y los justiciables. No obstante, suelo advertir que son solo algunos jueces, quizás más de los que deberían ser.

En todas las profesiones hay personas así.

A lo largo de mi carrera he vivido momentos de bochorno cuando un juez o una jueza se han dirigido a mi o a mi cliente de un modo poco respetuoso, y no se trata ya de lo que me ha dicho sino cómo lo ha dicho.

Aunque un juez pudiese tener en ese momento la razón, la pierde en parte si grita y habla de malos modos.

¿Era necesario hacer llorar a una muchacha de diecinueve años? ¿Era necesario gritar y abochornar a un médico delante de todos en la sala?

Las cosas se pueden decir con buenas palabras y buen tono, aunque lo sucedido merezca una reprimenda.

NOTA

El artículo 418.5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en relación con los jueces y magistrados, considera falta grave “el exceso o abuso de autoridad, o falta grave de consideración” respecto de los ciudadanos, abogados y procuradores, etc.

El artículo 419.2 considera como falta leve “la desatención o desconsideración” con esas mismas personas.

El artículo 9 de la Carta de Derechos de los ciudadanos ante la Justicia expone “El ciudadano tiene derecho a ser atendido de forma respetuosa y adaptada a sus circunstancias psicológicas, sociales y culturales”.

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