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Así era el pensamiento de Benedicto XVI sobre el fundamento y la función del derecho y los derechos humanos

Así era el pensamiento de Benedicto XVI sobre el fundamento y la función del derecho y los derechos humanos
Manuel Álvarez de Mon Soto, exmagistrado, exfiscal y abogado en ejercicio desvela cómo era el pensamiento de Benedicto XVI en relación con el derecho y los derechos humanos el día después de conocerse su fallecimiento. [email protected].
01/1/2023 06:51
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Actualizado: 02/1/2023 08:24
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El fallecido Papá emérito Benedicto XVI, como cardenal Joseph Ratzinger, fue, no sólo un eminente teólogo sino también un gran pensador de cuestiones de interés universal como su idea sobre el concepto y función del derecho y de los derechos humanos. Lo que quedó plasmado en su prolija obra, compuesta de numerosos libros, documentos papales, entrevistas y conferencias.

De entre ellos haremos una sucinta selección de pasajes que reflejan puntos relevantes de su pensamiento sobre el derecho y los derechos humanos; buena parte, los referidos a su época de cardenal, están recogidos en el Diccionario de Enseñanzas del Cardenal Ratzinger, elaborado por Pedro Jesús Lasanta, con la intención de comprender su Pontificado, poniendo de relieve su gran capacidad comunicativa, el de una de las inteligencias más preclaras de la Iglesia Católica que rompe la idea de que los teólogos alemanes resultan complicados y farragosos de entender.

Sobre el derecho, decía el cardenal Ratzinger que cuando no tiene ya contenido alguno recocido por todos, pierde vigor.

Al mismo tiempo se obnubila ante la diferencia entre el legítimo poder coercitivo y la violencia ilegal. Consecuentemente los portadores del primero, terminan por volverse incompetentes y los del segundo campeones de la libertad.

Benedicto XVI está considerado uno de los grandes teólogos de la Iglesia Católica de los siglos XX y XXI.

Una vez perdida la capacidad de dar pruebas de la propia identidad el derecho no parece ser otra cosa que puro arbitrio y no queda sino la violencia, «homo homini lupus», el hombre lobo para el hombre.

El derecho que no se fundamenta en la moral, se convierte en injusticia y queda sometido a la dictadura de las mayorías

El derecho puede ser una fuerza eficaz para la paz sólo cuando su medida deja de estar nuestras manos. En verdad, nosotros instituimos el derecho, pero no lo creamos. En otros términos, sin trascendencia no hay fundamento del derecho.

Cuando Dios y las formas fundamentales de la existencia humana, creada por él son eliminadas de la mentalidad común y reducidas a actuar en lo privado, en la esfera meramente subjetiva, la propia noción del derecho se desvanece y, con ella, el fundamento de la paz.

El derecho que no se fundamenta en la moral, se convierte en injusticia y queda sometido a la dictadura de las mayorías.

La elaboración y la estructuración del derecho no es inmediatamente un problema teológico sino de la recta razón que debe tratar de discernir que es justo el derecho en si mismo, lo que es conforme a la exigencia interna del ser humano de todos los lugares y que lo distingue de aquello que es destructivo para el hombre.

La fe cristiana respeta la naturaleza propia del Estado, sobre todo del de una sociedad pluralista, pero siente también su propia corresponsabilidad en lo tocante a que los fundamentos del derecho continúen resultando visibles y a que el Estado privado de orientaciones no se vea expuesto solamente al juego de orientaciones mudables.

Es tarea de la política el poner el poder bajo la dirección y medida del derecho y establecer así el orden de un empleo del derecho que tenga sentido y sea aceptable.

Lo que ha de prevalecer no es el derecho del más fuerte sino la fuerza del derecho. El poder atenido al orden del derecho y puesto al servicio del derecho es lo contrario de la violencia y por esto entendemos al poder exento de derecho contrario al mismo.

Por tanto es importante para toda sociedad superar las sospechas bajo las que en este sentido puedan estar el derecho y los órdenes jurídicos, porque sólo así puede desterrarse la arbitrariedad y sólo así puede vivirse la libertad como libertad compartida, tenida en común.

Es tarea de la política el poner el poder bajo la dirección y medida del derecho y establecer así el orden de un empleo del derecho que tenga sentido y sea aceptable

En relación directa con las ideas anteriores, decía también el cardenal Ratzinger que donde la justicia comienza a vacilar, vacila también la paz y que toda comunidad política para subsistir debe reconocer al menos un mínimo de derechos objetivamente fundados, no concordado mediante convenciones sociales, sino previos a toda reglamentación política del derecho.

La misma Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, después de la terrible prueba de la Segunda Guerra Mundial, expresa plenamente, hasta en su título, la conciencia de que los derechos humanos (de los que el fundamental es precisamente el derecho a la vida) pertenecen a los hombres por naturaleza, que el Estado los reconoce pero no confiere que corresponden a todos los hombres en cuanto tales y no por razón de características secundarias, que otros tendrían el derecho de determinar a su arbitrio .

Ya como Papá Benedicto XVI decía en su tercera encíclica, «Caritas in veritate» en 2009, que la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de la personas y de los pueblos .

Finalmente citamos las palabras de Benedicto XVI en su conversación con el periodista Peter Seewald expresada en su libro, «Luz del Mundo», en 2010: «Mi predecesor (San Juan Pablo II) expresó de forma reiterada una gran aceptación como paladín de los derechos humanos, de la paz y de la libertad».

Estos temas siguen estando presentes.

Precisamente hoy en día el Papa está obligado a intervenir en todo lugar a favor de los derechos humanos; es una consecuencia interior de su fe en la condición del hombre como imagen y semejanza de Dios y de su vocación divina.

El Papa está obligado a luchar por la paz, contra la violencia y contra las amenazas de guerra, por la conservación de la naturaleza y a oponerse a la destrucción de la Creación.

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