En recuerdo del magistrado emérito del Tribunal Supremo Jesús E. Corbal Fernández

Las bellas palabras de Jorge Manrique «partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos» me vienen a la memoria al escribir estas líneas dedicadas a Jesús Eugenio Corbal Fernández, quien, nacido en 1942, en Berdeogas, Dumbría, comarca de Finisterre, falleció el lunes 13 de marzo, en Madrid, a los 81 años.

Tras servir plaza como Juez en su primer y segundo destino, prosiguió su larga andadura profesional, primero, en Tarrasa y, después, en Barcelona.

A mediados de la década de los 70 nos conocimos.

Fue en los magníficos seminarios y conferencias que los Jueces de los pueblos cabeza de Partido de las provincias de Barcelona y Gerona celebrábamos periódicamente los fines de semana.

Jesús Corbal, civilista convencido y procesalista de vocación, fue nombrado, en los primeros años de la década de los 80, Magistrado de la Sala de lo Civil 1ª de la Audiencia Territorial de Barcelona, donde conoció a Ricardo Ferrer de la Cruz, a quien decidió seguir a la recién creada Sala Tercera de lo Civil de la misma Audiencia, de la que Ricardo había sido nombrado presidente.

Yo llegué inmediatamente después a esa misma Sala y pude disfrutar, con tan selecta compañía, del ejercicio de la profesión de Juez de apelación en la ciudad en la que había estudiado la carrera y preparado la oposición.

Aquella preciosa etapa acabó con la entrada en vigor de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Era época de cambios y, por desgracia, no todos fueron buenos. Se suprimieron las prestigiadas Audiencias Territoriales y la apelación civil se encomendó a las Audiencias Provinciales.

A Jesús le correspondió presidir una Sección de la de Barcelona -la Decimoquinta, antes de su especialización-, compuesta, además, por Rafael Gimeno y por quien escribe estas líneas.

Estuvo allí poco tiempo, pues enseguida lo destinaron a la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de la misma Comunidad Autónoma.

Su vocación didáctica le llevó a preparar a opositores a Judicatura, de modo que son muchos los que han seguido sus enseñanzas y en quienes dejó huella personal y profesional.

Luego fue designado, por el Consejo General del Poder Judicial, primer director de la Escuela Judicial en Barcelona.

Nuestros caminos, separados entonces, se volvieron a cruzar cuando, unos pocos años de haberlo sido él, fui nombrado Magistrado de la Sala 1ª del Tribunal Supremo.

Los respectivos despachos eran contiguos, por lo que el contacto entre ambos fue no sólo usual sino constante, hasta su jubilación en 2011.

He ofrecido datos bastantes para poder afirmar con fundamento que Jesús Corbal, además de un gran aficionado a la astrofísica, a la pintura y a la poesía -un día, paseando por la Castellana, recuerdo la emoción que sentí al escucharle recitar una preciosa poesía dedicada a uno de sus hijos-, fue un Magistrado excepcional, empeñado en hacer siempre lo pertinente para dotar a nuestra nación de la judicatura técnica e independiente que se merece.

Y un jurista a la altura de aquellos a los que yo considero grandes en la historia del Tribunal Supremo.

Descansa en paz, Jesús. Te lo has ganado con creces.