Firmas
El descanso del guerrero
Javier Junceda, jurista y abogado, aborda en esta columna el necesario descanso que precisa el abogado, aplicando la conocida metáfora del guerrero y su descanso.
28/7/2023 06:30
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Actualizado: 27/7/2023 01:11
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Aunque se dedique a la mediación y no a la contienda, no conozco a letrado que pueda seguir en la brecha sin descansar. Es verdad que esa pausa puede revestir distintas modalidades, algunas alejadas de los usos en boga consistentes en acabar exhausto al final de las vacaciones.
Los aeropuertos y hoteles repletos, por ejemplo, no sé yo si ayudan demasiado a reposar, y no digamos los restaurantes hasta los topes o las terrazas en las que resulta imposible encontrar mesa ni reservando. Como con gracia sostiene El Roto, hay turistas que acuden a lugares turísticos para ver turistas, y algo así debe agotar al más pintado.
Pero, como el que por su gusto corre jamás de la vida cansa, existen gentes que anhelan esas aglomeraciones sudorosas y colmadas de objetivas incomodidades, algo que aún no ha sido incluido por la OMS entre su catálogo de trastornos del comportamiento ni advertido por los sociólogos como una extravagancia más de nuestro tiempo.
Al igual que los taxistas han de cuidar sus gemelos, o los peluqueros su antebrazo, los que trabajamos con el derecho hemos de mirar más por la sesera, la vista y la voz, que siempre precisan tregua. Esto último lo plasmó en su epitafio aquel sabio y mordaz jurista al grabar sobre su tumba que “aquí yace un abogado, milagro que esté callado”.
Remansar la cabeza no equivale a dejarla en la mesita de noche en un frasco con formol, como hacían los socarrones «Spitting Image» con un célebre presidente norteamericano.
Normalmente ya se ocupan de mantenerte el caletre encendido quienes aprovechan que merodeas por las playas o los bares para preguntarse por este o aquel asunto legal, gratis et amore.
Se puede holgar ocupándose uno de las cosas domésticas a las que no prestas atención durante el año, o aprovechando para enterarte con más detenimiento de aquello a lo que la curiosidad te lleve, aunque sea desgastando aún más las cansadas retinas.
INTERESES VARIOS
Resulta imposible resumir a qué destinamos el verano quienes formamos parte de un gremio tan heterogéneo y peculiar.
Conozco a los que se aplican a fondo a desbrozar sus fincas, desafiando los nervios de sus pacientes vecinos rurales a la hora de la siesta.
Hay quienes aprovechan para trasegar a diario hectolitros de buenos caldos o discretos brebajes.
Algunos no salen de los supermercados para comprobar los rigores de la inflación.
Otros echan el bofe comprometiendo tendones, corazones y pulmones.
Y existen aficionados a los deportes náuticos, que trasladan sus preocupaciones laborales a las que deben asumir por unas embarcaciones que de recreo tienen muchas veces poco, por la lata que da su mantenimiento y los sobresaltos que en ocasiones procuran mar adentro.
Desde luego, la clave reside en despejar la mente y liberarla lo más posible de aquello que la erosiona durante el año, en forma de plazos, consultas urgentes, clientes singulares, disgustos procesales, cabreos ocasionados por trampas y argucias inesperadas, novedades jurisprudenciales, huelgas salvajes y por ahí seguido.
El descanso del guerrero, en fin, puede adoptar infinitas variantes, pero todas han de propiciarnos ese bendito carburante capaz de suministrarnos energía para aguantar once meses pegados a la pantalla y a la ansiedad anticipatoria, a las sorpresas que te asaltan el sueño y a un trabajo cotidiano que convierte al mito de Sísifo en una fruslería.
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