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Europa: ¿Federación o Santa Alianza?

Europa: ¿Federación o Santa Alianza?
Enrique Barón, expresidente del Parlamento Europeo y exministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones en el primer gobierno de Felipe González, del fue una de las piezas políticas más importantes en la transición y en la política europea de España, reflexiona sobre los retos próximos de la Unión Europea. Foto: Confilegal.
13/8/2023 06:30
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Actualizado: 14/8/2023 10:55
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Dilema existencial que dominará una larga precampaña electoral clave para el futuro de la Unión Europea (UE)  y de Europa como continente. De un lado, consolidar la Unión Europea como una unión cada vez más estrecha entre sus pueblos, un sujeto político democrático con valores compartidos y fines comunes.  

Su objetivo último es la “Federación Europea”, como propuso en 1950 la Declaración Schuman, tan visionaria como incomprendida en su momento.

Una apuesta por un futuro diferente a un pasado de lucha entre Estados por la hegemonía continental en guerra civil cuasi permanente.

Una sucesión de Imperios, Monarquías absolutas y Dictaduras con la razón de Estado consagrada en el Tratado de Westfalia como culminación  de una lógica  nacionalista que condujo a la casi destrucción del continente con repercusiones globales.

De otro, el intento de volver a una Europa como alianza de Estados con la delirante pretensión de Putin de emular al Zar Alejandro I en el Congreso de Viena de 1814 con la Rusia invasora de Ucrania como potencia hegemónica continental.

En el Congreso no solo hubo baile y diversión, su objetivo fue tratar restaurar el antiguo régimen frente a la Revolución francesa.

Con el Emperador ruso como garante,  el británico con Castelreach y el austrohúngaro con Metternich, maestro de Kissinger, se repartieron el continente.

Ninguno de estos imperios existe ya, el alemán y el italiano empezaban a renacer y el francés, con Talleyrand jugando tanto con un Napoleón que al fugarse de Elba interrumpió el Congreso y tras su derrota en Waterloo,  se puso al servicio de la  restauración borbónica.

Recordatorio que no tiene solo valor histórico, algunos ultras españoles aún no se han enterado de que Westfalia marcó el fin del Imperio español en Europa y Viena  sentenció el americano. 

En 1823, Chateaubriand, al mando de la invasión de los cien mil hijos de San Luis para restaurar el absolutismo, pudo jactarse de haber conseguido en España en seis meses lo que Napoleón no había conseguido en seis años. 

Estas son las opciones de futuro para la UE en una precoz precampaña planeada como una  creciente e incontenible marea  ascendente  hacia posiciones más retrógradas que conservadoras.

Trata de marcar la pauta, centrándola en un mensaje antifeminista, anti LGTB y antiinmigración, negadora del cambio climático y promotora de una guerra cultural “iliberal”.  En lo económico, una defensa sin complejos de la eliminación de impuestos progresivos a la vez que se privatizan bienes y servicios públicos.

Nada sobre el futuro industrial, digital que atraiga a la juventud. 

Apunta al corazón mismo de la Unión al propugnar la vuelta a una alianza de Estados “soberanos”, atacando la primacía del Derecho comunitario, su sistema institucional y el Estado social de Derecho.

En definitiva, se plantea una campaña electoral al Parlamento Europeo negando su misma legitimidad y función, aunque no se defienda ya la eliminación del euro y la vuelta a adorada moneda propia, tras algunos escarceos que han dejado clara la sensatez de la mayoría ciudadana.

En esta pretendida guerra relámpago, llaman la atención algunos elementos que suponen una ruptura con las convenciones constitucionales que rigen la vida política de la Unión.

En primer lugar, declarar concluida la legislatura europea más de un año antes de las elecciones de junio de 2024 por el bávaro Manfred Werner, líder del grupo parlamentario del PPE, la primera minoría en el Parlamento Europeo.

Tras su elección como Presidente del PPE ha desafiado públicamente a Ursula von der Leyen, actual Presidenta de la Comisión, su colega de familia política alemana CDU/CSU, intentando repetir su fallida candidatura a este puesto clave y enfrentándose a las direcciones de ambos partidos. 

De hecho, es una moción de censura anticipada a una Presidenta investida en primera votación por un estrechísimo margen, tras comparecer ante los grupos y en particular tras comprometerse en un intercambio de cartas –democrática costumbre- con la líder del Grupo Socialista Iratxe García Pérez.

Acuerdo ratificado tras negociar cuidadosamente su programa, que logró un apoyo  ampliamente mayoritario de la Cámara. 

Su posterior ejecutoria ha mostrado su capacidad de liderazgo de la Comisión como gobierno de coalición en temas tan cruciales como la lucha contra la pandemia, el plan de recuperación y próxima generación y el apoyo a Ucrania.

No está de más recordar que la participación del Parlamento Europeo en la elección de la Presidencia de la Comisión ha incorporado la lógica parlamentaria desde su elección directa en 1979, consolidada en el Tratado de Maastricht  con el reconocimiento de los partidos políticos europeos y posteriores que sigue desarrollándose en la lucha de poder entre el Consejo,sus Estados miembros y el Parlamento  

Impresiona la denominación de “Spitzenkandidat”, quizá por estar formulada, en alemán cuando lo que define es la primera condición, necesaria y no suficiente, para elegir al Presidente del ejecutivo.  La segunda es tener la capacidad de reunir la mayoría suficiente. 

En este sentido, el artículo 124 de Reglamento del Parlamento Europeo, con valor de Tratado según la jurisprudencia europea, tiene la misma lógica que el artículo 99 de la Constitución española tan de actualidad.

Salvando las distancias, comparten la misma filosofía de democracia parlamentaria.

Un detalle diferenciador importante de la vida parlamentaria europea es que la votación de la Presidencia de la Comisión se hace en voto secreto, no público como en España.

Decisión garantista de un voto en conciencia, ha generalizado la práctica parlamentaria alemana denominada «UBoot».

Los submarinos son aquellos miembros del propio grupo o coalición que no apoyan a su propio candidato. Se estima que en la investidura de Von der Leyen en 2019 el mayor número de submarinistas provenían de fuego amigo.  

La ofensiva contra el Informe Luena sobre la lucha contra el cambio climático este verano, inicio abierto de la ofensiva Werner para afirmar la hegemonía de la alianza conservadora-euroescéptica ha conocido  un fracaso similar.

La cuestión es muy actual, porque está en marcha reemplazar la actual mayoría pro europeísta de populares, socialdemócratas y liberales por una hegemónica mayoría conservadora.

Punto en el que converge activamente con el diseño europeo del gobierno de coalición italiano Meloni, formado por tres partidos que van del europeísmo  a la alianza de estados, presentes en tres grupos políticos  distintos del PE.

Y con Orban y Abascal como socios preferentes de su líder Meloni.

El desenlace de las elecciones legislativas españolas ha tenido impacto europeo al mostrar que la ola euroescéptica e iliberal se puede contener y combatir.

No basta: la Unión Europa debe continuar luchando a la vez con una potencia agresiva y contra las tendencias centrífugas en su propio seno.

Ha sido capaz de cambiar la historia tejiendo paz donde reinaban el odio y la guerra, ahora debe fortalecer su proyecto federativo de libertad, justicia y solidaridad para tener futuro.

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