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El testigo presencial y la datación de los hechos delictivos: Una perspectiva psicológica
04/10/2023 06:31
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Actualizado: 04/10/2023 18:03
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El testigo presencial es aquel que ha conocido directamente un hecho delictivo por haberlo percibido por sus sentidos. Esta definición no solo incluye a quien ha estado en el lugar de los hechos, sino quien lo ha oído, por ejemplo, por teléfono, o a través de una puerta.
Sin embargo, es preciso tener en cuenta que el testigo presencial es un ser humano y no un sistema de grabación cuyo registro permanece intacto en la memoria con todos los detalles y durante un tiempo ilimitado.
Como apunta Ayala Yancee, “(…) En el proceso penal a lo largo de los años hemos internalizado erróneamente que la memoria de las personas o mejor dicho de los testigos almacena la información percibida con exactitud como si fuera una cámara de vigilancia y reproduce el hecho fenomenológico tal como ocurrió en la realidad, sin embargo, dicha afirmación es incorrecta (…)”[i]
La información, para ser recordada, debe ser percibida, codificada y memorizada. Los procesos neuronales y psicológicos implicados en la atención, percepción, y codificación exceden la capacidad y la intención de este artículo.
Nuestra intención es examinar los procesos implicados en la memorización y en el recuerdo de los hechos en condiciones normales en referencia a los interrogatorios policiales y judiciales cuando hacen referencia a la temporalidad o datación de los acontecimientos.
MEMORIA EPISÓDICA Y MEMORIA SEMÁNTICA
Desde la Psicología de la Memoria, el recuerdo de los testigos pertenece a una clase especial de memoria denominada “memoria declarativa” (o “explícita”), que se divide en “memoria episódica” y “memoria semántica” (Squire, 1992)[ii].
La memoria semántica refleja nuestro conocimiento del mundo y contiene información genérica que probablemente se adquiere en muchos contextos diferentes y se puede utilizar en muchas situaciones diferentes.
La memoria episódica es la capacidad de recordar eventos individuales, y la esencia de este tipo de memoria es su especificidad y su capacidad para representar un evento específico y ubicarlo en el tiempo y el espacio.
Por definición, según Rubin (2001) la memoria episódica debe recordarse como recuerdos explícitos, contener al menos una autorreferencia mínima y un recuerdo mínimo de eventos.
En condiciones ideales, el testigo debe poseer el conocimiento no solo de los hechos sobre los que se le pregunta, sino también ser capaz de datarlos temporalmente.
SESGOS DE APRECIACIÓN
Sin embargo, esto no siempre sucede y muchas personas culpables han evadido las penas porque el testigo cometía errores en su datación. Esto ocurre porque los juzgadores cometen sesgos de apreciación por desconocimiento de cómo funciona realmente la memoria humana. Uno de estos sesgos es la creencia en una relación directa entre la confiabilidad que nos inspira el testigo y la exactitud de los datos que aporta.
Así, un testigo será más creíble si le suponemos que lo va a ser. Esto ocurre con los agentes de las Fuerzas de Orden Público, o con la Administración Pública: a ambos se les supone una imparcialidad que no siempre es cierta, sobreestimando esta ante un caso en particular.
Otro sesgo, muy importante también, consiste en la tendencia general de sobrecreer al testigo por sobreestimación de los rendimientos posibles de su memoria[iii]. De esta manera y en relación con esto, Bell y Loftus, (1989) mostraron que tiende a creerse más al testigo que proporciona detalles muy específicos, aunque sean irrelevantes en el momento de describir la situación, siempre que el testigo no tenga motivos para mentir.
¿Por qué recordamos mejor los hechos que la temporalidad en que ocurren? El que esto sea así, dificulta enormemente la capacidad de los jueces para apreciar la credibilidad de un testigo.
Para fomentar un recuerdo fiable, la práctica judicial recomienda que se le pida al testigo que proporcione un relato de los hechos de manera libre en lo que se ha llamado “formato de recuperación narrativa” (¿qué pasó?) para posteriormente realizar las preguntas sobre las que va a fundamentarse el interrogatorio. Como afirma De la Fuente (2015), “en ocasiones, sobre todo en los interrogatorios que durante la vista oral algunos abogados dirigen a los testigos, se producen preguntas confusas, capciosas, complejas y difíciles de contestar”.
Tanto en los recuerdos de la memoria episódica como en los de la memoria semántica, las preguntas sobre locación (dónde estaba el testigo y dónde los intervinientes en el momento de los hechos) son fáciles de responder.
LOS ACONTECIMIENTOS VIVIDOS SON DIFÍCILES DE DATAR
No así las que implican la temporalidad, tanto en la fecha exacta como en la duración de los acontecimientos. En puridad, las preguntas sobre datación precisa de los acontecimientos pueden ser una de ese tipo de preguntas “trampa” por los motivos que pasamos a describir.
La primera razón por la cual los acontecimientos vividos son difíciles de datar es el foco atencional: cuando se trata de un suceso impactante, las personas tienden a enfocarse más en lo que ocurrió (los detalles del evento en cuanto a la secuencia u ordenación de los acontecimientos) en lugar de cuándo ocurrió exactamente. A la hora de recordar dichos acontecimientos, los hechos tendrán un efecto preponderante sobre la datación porque han pasado el filtro atencional.
Existen numerosas investigaciones y estudios en el campo de la psicología y la neurociencia que han examinado cómo los eventos impactantes afectan la memoria y la retención de detalles específicos en comparación con la memoria del tiempo y la fecha exactos:
En cuanto a la cantidad de detalles en el recuerdo se han estudiado los «Flashbulb Memories» (Memorias de destello): El concepto de «memorias de destello» se refiere a recuerdos vívidos y detallados de eventos impactantes.
Uno de los estudios más influyentes sobre este tema es el trabajo de Brown y Kulik (1977)[iv], que investigó cómo las personas recuerdan eventos como el asesinato del presidente John F. Kennedy. Este estudio ayudó a establecer la idea de que los eventos altamente emocionales pueden llevar a una memoria más vívida de los detalles del evento en sí.
La principal implicación sobre el recuerdo de los testigos de sucesos delictivos es que, como ha demostrado Ruiz Vargas (1993)[v] sobre los sucesos del golpe de Estado del 23F en comparación con la muerte de Francisco Franco el 20N, la mayor cantidad de detalles sobre un acontecimiento se obtiene cuando el acontecimiento es sorpresivo porque atrae más atención, y de esta manera es codificado mejor.
EL RECUERDO ES MAYOR CUANDO CONCURRE EL FACTOR SORPRESA
De esta manera, el recuerdo será mayor cuando en un suceso concurren con fuerza el factor sorpresa y el factor impacto emocional. Los sucesos de gravedad intermedia y menor sorpresa producirán menor número de detalles en el recuerdo.
Sin embargo, la datación exacta de estos acontecimientos no e La segunda razón es la codificación y memorización de los hechos. Cuando un evento es particularmente impactante, las personas a menudo recuerdan con claridad dónde se encontraban ellos mismos, y los detalles relacionados con ese evento, como las imágenes, los sonidos, las emociones y las circunstancias que lo rodearon.
Estos detalles pasarán a la memoria, y por lo tanto podrán ser recordados con mayor nitidez que la fecha o el momento exacto en que ocurrió el evento. Brevemente, incluso si se construye a partir de múltiples codificaciones, una escena se recuerda desde un solo lugar y, por lo tanto, ubica a la persona que la recuerda en relación con el resto del evento, respaldando la sensación de revivir, vivir y creer, que ayudan a definir los recuerdos autobiográficos.
Al especificar un evento más allá de esto, la fecha ha sido menos útil que los contenidos que llenan la escena y la hacen parecer única, como quién estuvo presente, qué sucedió y su papel en los eventos circundantes.
Sin embargo, la memoria del tiempo y la datación aún pueden ser relativamente precisas si el evento se asoció con una fecha o un momento específico en la mente de la persona. Por ejemplo, si alguien recuerda un evento impactante ocurrido por ejemplo en el día de su boda, o de su graduación, o en un aniversario significativo, es probable que también recuerde la fecha exacta por asociación al hecho más relevante.
Todos podemos rememorar anécdotas biográficas de las cuales no podemos precisar cuándo ocurrieron exactamente, aunque los dataremos –al menos aproximadamente- si los relacionamos con otros eventos de los que sí conocemos sus datos temporales.
Como experiencia personal cito un suceso del que fui testigo: un atraco en un supermercado. Aunque puedo recordar muchos de los detalles sobre cómo entró el agresor, cómo iba vestido, cómo se dirigió a la cajera, la amenazó con un trinquete para que le diera el dinero, hincándole la punta en la espalda cuando se le cayó un billete al suelo, y todos y cada uno de mis actos, no puedo recordar de la temporalidad más que la hora aproximada, ya que estaban próximos a cerrar, y que era un día laborable de la Semana Santa.
La datación, imprecisa, se apoya en datos relevantes que, si no se encontraran próximos en el tiempo, yo no podría situar temporalmente el atraco con un mínimo de precisión.
ERRORES DE MEMORIA DE TIEMPO
La tercera razón por la cual es difícil de datar con concreción un hecho determinado es la propia cualidad del acontecimiento. Esto se ha investigado en el campo de los Errores de Memoria de Tiempo.
Se han realizado estudios que muestran que, en eventos altamente emocionales, las personas pueden cometer errores sobre cuándo ocurrió el evento. Esto sugiere que la memoria del tiempo y la fecha de los hechos puede ser menos precisa cuando se trata de eventos emocionales intensos.
Investigadores como David Rubin han explorado estos fenómenos.
Estas investigaciones sugieren que la memoria de eventos impactantes tiende a centrarse en los detalles del evento en sí, como las imágenes y las emociones asociadas, en lugar de la fecha y la hora exactas. Pero, en general, los detalles de lo que ocurrió suelen ocupar un lugar más destacado en la memoria cuando se trata de eventos impactantes. Además, la evidencia empírica indica que «la datación de los acontecimientos no es una parte inherente de los recuerdos autobiográficos sino más bien un proceso distinto».[vi]
Se ha sugerido que mientras que los recuerdos de los hechos se procesan como memoria episódica, la fecha pertenece a la memoria semántica: recordar el momento de los acontecimientos es un proceso distinto de la construcción de recuerdos autobiográficos (Friedman 1993, 2004, 2005; Thompson et al., 1996[vii]).
La investigación de Mahr, Greene y Schachter (2021) encuentra generalmente que el «cuándo» ocurrió un recuerdo determinado no se codifica ni se recupera como parte de ese recuerdo.
Aunque nuestros recuerdos de eventos pasados no se sentirían completos sin información del «cuándo» (Friedman, 2004), y la memoria temporal -incluida la capacidad de recordar el orden temporal de eventos pasados (por ejemplo, el evento X ocurrió antes del evento Y)- es necesaria para nuestra funcionamiento diario, sin embargo, la datación de un hecho es un fenómeno diverso.
La investigación revisada demuestra que no existe un código temporal único y natural en la memoria humana. Asimismo, la evidencia previa sugiere una retención algo pobre de la información temporal en la memoria autobiográfica (Friedman, 1993, 2004).
LATENCIA O DEMORA ENTRE EL SUCESO Y EL INTERROGATORIO
La cuarta razón que explica la dificultad en poner fecha a los sucesos es la latencia o demora entre el suceso y el interrogatorio. En un principio se acepta que en la memoria “no todo lo percibido por los sentidos es almacenado en forma de recuerdos en la memoria episódica sin alteración alguna, sino que por el contrario la información retenida con el paso del tiempo se deteriora; es decir, la memoria va dejando la información en forma de olvido. En otras palabras, el transcurso del tiempo deteriora los detalles de la información almacenada, haciendo muchas veces imposible de recordar los detalles del hecho fenomenológico” (Ayala, 2020; p. 457).
Sin embargo, la precisión de la memoria temporal puede variar según la persona y el evento específico. Así pues, factores individuales, como es la edad avanzada de un testigo, pueden dificultar tanto la cantidad de detalles recordados como la datación exacta del acontecimiento.
Todo esto viene a decir que en la memoria sobre los acontecimientos vividos ocurre lo siguiente:
• La información sobre el tiempo en que ocurrieron los hechos (el “cuándo”) es pobre en la memoria autobiográfica.
• Se recuerdan mejor los detalles de los hechos concretos que las fechas porque los procesos de memoria siguen patrones diferentes.
• Es difícil datar los hechos vividos porque no solemos organizar los detalles de los recuerdos temporalmente, sino en relación con otros sucesos.
• Se puede recordar un acontecimiento en forma absoluta (cuándo ocurrió el evento) o en forma relativa (si el evento ocurrió antes o después de otros eventos específicos). A la hora de datar un suceso vivido, se suele recordar en relación con otros, más que en cuanto a una fecha determinada.
• Es más, la precisión en los aspectos accesorios del recuerdo disminuye con el tiempo (De la Fuente, 2015)
Por último, siguiendo a De la Fuente (2015) respecto a la credibilidad de un testigo es preciso observar que un testimonio puede ser:
• Exacto y creíble.
• Exacto, pero poco creíble.
• Inexacto pero creíble.
• Inexacto y poco creíble.
Un testigo que demuestre una confianza absoluta en todas y cada una de las respuestas que da, incluyendo una datación exacta, acabará generando dudas sobre su credibilidad, dando lugar a la sospecha de que ha sido preparado exhaustivamente por los letrados, y adolecerá de la espontaneidad del discurso normal.
El juzgador deberá unir estos datos a su criterio, y señalarlos en la sentencia, sobre la coherencia de su testimonio, la contextualización de los datos, la influencia de posibles relaciones de afinidad con el agente o la víctima del delito, y a la existencia de corroboración periférica del relato.
En resumen, los factores emocionales provocan preeminencia de los sucesos en la memoria, es decir, hacen que esos sucesos estén en los “primeros lugares” del recuerdo y nos sea fácil rememorarlos. No ocurre así con los datos temporales.
Por eso, según la Psicología del Testimonio no se puede rechazar el relato de un testigo por el hecho de no situarlo bien en el tiempo, sobre todo cuando la datación pedida en el Juzgado tiene lugar en un momento muy alejado temporalmente de los hechos.
[i] Ayala Yancce, R. (2020) Credibilidad testimonial del testigo en el proceso penal. Revista Brasileira de Direito Processual Penal, 6(1) 453-480 https://orcid.org/0000-0002-1517-5132
[ii] Squire, L. R. (1992) Declarative and non-declarative memory:multiple brain systems supporting learning and memory. J.Cogn.Neurosci. 4, 232^243..
[iii] De la Fuente, R. (2015) La memoria de los testigos. Uoc, Barcelona.
[iv] Bown, R., y KuLlic, J. (1977). Flashbulb memories. Cognition, 5, 73-79.
[v] Ruíz-Vargas, JM (1993) ¿Cómo recuerda usted la noticia del 23-F? Naturaleza y mecanismos de los «recuerdos-destello» Revista de Psicología Social, 8 (1), 17-32.
[vi] Rubin, D.C. (2022) A conceptual space for episodic and semantic memory. Memory and Cognition, 50, 464–477. doi.org/10.3758/s13421-021-01148-3
[vii] Thompson, C. P., Skowronski, J. J., Larsen, S. F., & Betz, A. L. (1996). Autobiographical memory: Remembering what and remembering when. Erlbaum: Mahwah.
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