Firmas
Opinión | Másteres de la abogacía
Javier Junceda, jurista, abogado y profesor universitario, aborda la problemática de los másteres, muchos de los cuales han ido orientándose hacia una especie de quinto curso de la carrera. Foto: Confilegal.
30/7/2024 05:34
|
Actualizado: 29/7/2024 20:23
|
De aquellas Escuelas de Práctica Jurídica en que salías conociendo la caja de herramientas para el ejercicio de la abogacía, hemos pasado desde hace años a los Másteres Universitarios, organizados por Facultades de Derecho y Colegios de Abogados, en los que no tengo demasiado claro que se prepare para la profesión como antaño.
He participado y participo en la creación, gestión y docencia de diversos programas académicos de este tipo, en centros privados y públicos, y en todos ellos me he encontrado con idéntico problema: la tendencia a convertir en teórico lo que tiene una inequívoca naturaleza práctica.
Estos másteres están concebidos para enseñar un oficio, en el que indudablemente es preciso contar con la correspondiente base especulativa, pero no por ello deben considerarse una prolongación del grado universitario, que es otra cosa.
Tal vez por la sombra de la prueba de acceso a la abogacía, no pocos másteres han ido orientándose hacia una especie de quinto curso de la carrera, en el que los alumnos continúan recibiendo una formación no necesariamente experimental.
Ni que decir tiene que si las Facultades generalizaran el método del caso esto que aquí comento estaría de más. Pero mucho me temo que la mayoría continúan moviéndose en esquemas un tanto clásicos, en los que los aportes de la vida profesional y sus impagables lecciones no me parece que interesen en exceso.
Quizá lo ideal, para evitar ese desacertado rumbo teorizante, sería contar en exclusiva con un profesorado que ejerza la abogacía, aunque proceda del ámbito universitario.
Existen funcionarios docentes que, cumpliendo como es debido la legislación de incompatibilidades y de competencia desleal, prestan servicios como abogados y conocen los intríngulis de la profesión, razón por la que contarían sobre el papel con mejores condiciones para enseñar el oficio de abogado.
Otra alternativa pasaría por otorgar a los Colegios un rol más decisivo en estos postgrados, lo que necesariamente habría de traducirse en una profundización de la práctica, lo que redundaría además en un mayor atractivo para el estudiante, que suele exigir a diario que la matrícula que ha pagado responda a lo que ha elegido, que es algo por esencia profesionalizador, y no investigador o científico.
Aunque la abogacía consista en la aplicación de la teoría a la práctica, vestir la toga permite descubrir perfiles de extraordinario valor sobre el alcance de los conceptos teóricos en la realidad jurídica, y sobre todo faculta para enseñar los vericuetos de una profesión que, si no se ejerce, mal va a poder enseñarse.
Los másteres que operen el giro que aquí apunto no solo cumplirán con su cometido de formar como corresponde a los nuevos letrados, sino que asegurarán un alto nivel de matriculación, porque los alumnos demandan cada vez más que se les explique la letra y la música, lo que no sé si sucede hoy en todos los casos.
Otras Columnas por Javier Junceda:
